viernes, 11 de septiembre de 2015

SEMILLAS Y PALABRAS

Canciones de mayo retrasadas que en septiembre van llegando solo en ecos, esparcidas entre residuos de aguaceros, en la agricultura de unos versos y la siega de los besos que mis labios sembraron en los tuyos. Cosecha de pápalo y hongo de maíz; el olor de uno y el aroma de otro, aroma de tierra húmeda, se mezclan con esas canciones tardías y caminando en los campos las voy silbando. Se escapa tu nombre, seguido de una melodía.

No ubico qué es de mí, si agricultor o poeta, pues cuando el sudor cae a tierra escucho salir de esa gota, afinada, una nota. Y moriré de hambre si me dedico a versar, o me volveré mudo labriego que trastabilla el azadón y por cada grano sembrado una sílaba compuesta que jamás habitará la pared de una cuerda vocal. Tal vez me dedicaré a sembrar palabras, esperando ver florecer poemas, anhelando que las lluvias no tarden en llegar, para que brote de la tierra el árbol de la voz, de una voz que no será la mía sino de la tierra misma. Pero existe el miedo que la tierra no devuelva lo sembrado y todo quede ahogado entre suelos barbechados, pero no fértiles.

¿Qué soy? Queda la semilla de quien escribe y se siembra en la tierra de quien lee. Quisiera ser agricultor para alimentarte de los productos de la tierra, o tal vez poeta porque las palabras también se siembran como semillas, y nacen después como espigas. En eso coinciden la agricultura y la poesía: ambas alimentan al cuerpo. El cuerpo es muy cierto que está hecho de suelo, por eso se puede sembrar en él y se puede cosechar. Sembrar letras para cosechar palabras.

AUTOR: Víctor López (@viktor_reader)




martes, 1 de septiembre de 2015

LA ORUGA Y EL DUEÑO DE LA CASA

 Existe un hombre que ocupado siempre está, trabaja de lunes a sábado, en ocasiones el domingo. Cuando descansa, se ocupa en arreglar los desperfectos de la casa; resana huecos, arregla el techo de filtraciones, pinta las paredes. Cuando se acaba el mantenimiento espera a que se deterioren las cosas que arregló, para volver a arreglarlas, mientras eso sucede se ocupa en otras cosas, por ejemplo: arregla su jardín. Hay días que el trabajo lo agobia demasiado y entonces resana su alma con una buena lectura, siempre lo hace tomando café. Pero le gusta disfrutar del buen café, hervido en olla de barro con lumbre de leña de encino y servido en jarro de barro negro de Oaxaca.

Un día de julio cogió sus herramientas de jardinería y arreglando su jardín toda la mañana se pasó. Podó, fertilizó, trasplantó. Y entre las hojas de una de sus plantas, encontró una oruga apresurada devorando. 
¡Maldita plaga!— exclamó el hombre —¡Ahora mismo te mato!.
Al escuchar esto, la oruga paró de devorar la hoja y al hombre le contestó.
¡No me mates, por favor! prometo que recompensaré el mal que hoy te hago.
¡No hay forma de que puedas reparar el daño que la haces a mi planta!— replicó el hombre— además eres fea y desagradable a la vista. 
entonces me aborreces solamente por mi apariencia. Pero créeme, en realidad le haré más bien a tu jardín que el mal que tú crees que le hago comiendo unas cuantas hojas.
No solamente por eso— contestó el hombre— pero explica, si dices saber, ¿De que maneras recompensaras el daño? 
Ahora mismo no puedo perder mi tiempo en explicaciones— contestó la oruga — estoy a punto de pasar a la siguiente etapa de mi vida, debo seguir comiendo lo necesario, hasta quedar satisfecha. 
Al escuchar esto, el hombre se encolerizó demasiado y alzó la mano para derribar a la oruga, que, sin prestarle atención, devoraba la hoja frente a sus ojos.
No hagas eso—  alcanzó a decir la oruga, pero demasiado tarde, porque el hombre no pudo frenar la mano. — eres un tonto, ¿acaso no sabes que soy venenosa? 
El hombre se quejaba, porque al instante comenzó a sentir un ardor en la palma de su mano.
¿Qué me has hecho? — gritó el hombre. La oruga a punto de caer de la hoja le contestó — los pelos que cubren mi cuerpo tienen un veneno potente, cuando los tocaste, ese veneno se inyectó en tu cuerpo. Te recomiendo que vayas a tu casa y te recuestes, porque dentro de poco te dará fiebre, tu cuerpo entero comenzará a temblar y posiblemente desmayes. Busca a un médico.
¿Por qué siendo tan pequeña tienes un veneno que causa tanto daño? Si lo único que comes son hojas — preguntó el hombre.
Lo tenemos para protección, porque nosotras las orugas somos muy discriminadas. Pero olvídate de eso, corre a tu casa, tienes poco tiempo para que te atienda un médico, o puedes morir.

Por fin el hombre se fue, alarmado por lo que escuchó. Fue a casa de su vecina, porque el hombre vivía solo. Al llegar le comentó lo sucedido y la señora se movilizó.
el médico de aquí es un fraude— le comentó la señora — No sabe más que recetar paracetamol. Eso no le va a servir de nada, no sabe nada de animales venenosos. 
La señora sacó de su alacena un envase que contenía un bejuco conservado en alcohol y le dio a beber un poco. En la noche pulverizó un trozo de carbón que sacó de su brasero, lo disolvió en agua y también se lo dio a beber. 
tenga la seguridad que con esto su vida está a salvo —le dijo — pero la fiebre, de eso no se librará.
Mientras el hombre convalecía en la cama, en el jardín la oruga comía a toda prisa. Sucedió todo lo que le dijo al hombre; la fiebre, los temblores, el desmayo, pero se libró de la muerte.
Pasaron tres semanas y el hombre, ya recuperado por completo, leía junto a su chimenea, cuando escuchó el golpeteo de un ala en el vidrio de la ventana, salió a ver de qué se trataba: era una mariposa que se refugiaba del aguacero. 

Pobre mariposa, pasa, no te mojes. Eres tan hermosa para perecer víctima de un aguacero de agosto— le dijo el hombre.
ahora me invitas a pasar a tu casa, cuando antes intentaste matarme. Que hipócritas son los humanos— contestó la mariposa.
¿Quién eres? —  en realidad el hombre no pudo reconocer a aquella mariposa.
soy la oruga que despreciaste y quisiste matar— contestó ella. —mira tu jardín, que bello está— el hombre miró hacia su jardín y realmente lo encontró bello y floreando. 
Pero ¿Qué le hiciste?  — preguntó él.
Lo polinizamos, a cambio de ese favor obtenemos néctar de la flor. Le llamamos trueque, es lo que intenté hacer contigo, pero no quisiste escuchar. Ustedes los humanos son incapaces de razonar con seres inferiores a su vista e imaginación, como nosotros, lo hacen incluso con seres de su propia especie. Por eso tu jardín crece bonito y cada planta florece cuando es su tiempo, no creas que es porque tú lo cuidas. Yo y mis amigas hacemos parte de ese el trabajo, al igual que otros insectos. Es más, te aseguro que puedes abandonarlo por mucho tiempo y aun así las mariposas que vienen después de mí se encargaran de que cada planta eche una flor. No te necesitan.
El hombre quedó asombrado por esta muestra de sabiduría de la mariposa, incluso sintió vergüenza, por el malentendido que tuvo con ella cuando era oruga. Pero a pesar de todo, no le ofreció disculpas.
La mariposa aún estaba hablando cuando dejó de llover. Interrumpió su plática y le dijo al hombre — bueno, me tengo que ir, ha dejado de llover, solo quería saber cómo estabas. Me da gusto que bien—el hombre intentó detenerla — espera. Dime, ¿Cómo aprendiste todo lo que sabes en tan poco tiempo? 
Es algo con lo que nacemos— contestó ella. 
Pero, ¿quién puso ese conocimiento en ti?  ¿Quién te enseño el milagro de la metamorfosis? —  el hombre realmente quería saber, pero la mariposa sin detener su vuelo le contestó — esas preguntas son para aquellos que no han encontrado su propósito, como ustedes los humanos, una vez que acepten lo que son dejaran de perder la vida buscando tantas preguntas. Solo quería mostrarte todo el bien que le hice a tu jardín. Me voy, me quedan unos cuantos días de vida, no puedo desperdiciar tiempo contigo, mi ayuda ha terminado.
El hombre se quedó pensando.  — ayuda, si ella fue ayudante ¿a quién ayudó?  
El hombre hizo la pregunta, pero la mariposa ya se había alejado mucho, por más que el hombre forzó el oído para escuchar, la respuesta de la mariposa fue inaudible.
La duda, de eso existimos — murmuró mientras observaba a la mariposa. Ella se alejó volando y se perdió en el bosque de encinos que está más allá del jardín. Jamás se volvieron a ver.



Autor: Víctor López (viktor_reader)