En algún lugar nos quedamos; plasmados en papel, la mente de hoy a diario viaja; recorre el camino que conoció ayer.
Víctor López @viktor_reader
martes, 15 de diciembre de 2015
sábado, 5 de diciembre de 2015
TAMBIÉN A IGNORAR LOS RECUERDOS SE APRENDE
¿Qué hacer cuando todo se ve borroso, cuando por más que lo intentas
no consigues recordar exactamente y todo parece mirarse a través de una cortina
de humo? Se termina confundiendo un simple recuerdo con un sueño, se engaña la
mente y la frustración obliga a abandonar todo intento por recordar. Ojalá así
fuera con todos los recuerdos, incluidos aquellos en los que están mezclados
los sentimientos, pues suena demasiado irónico no recordar qué ropa usaste la
semana pasada, pero sí recordar el daño que te hizo alguna persona hace cinco
años. Peor aún, no solo viene a tu mente el hecho perpetrado por ese alguien, sino
que recuerdas cada palabra que te dijo, recuerdas los ademanes que hacían más
intensas sus palabras, inolvidable también se vuelve la expresión en su rostro,
la misma que te acosó durante varias noches de insomnio, la que te despertaba
en pesadillas. Con cada recuerdo de ese tipo te vas preguntando ¿por qué? Aunque ni siquiera tú sabes la razón, te
vienen a la punta de la lengua las ganas intensas de hacer esa pregunta, es como
preguntarle a la oscuridad o a las hojas muertas o a la taza llena de café que
tienes frente a ti y de la que no te has desecho, porque fue un regalo de la
misma persona por la que estás pasando un mal rato. No es una pregunta que te
hagas a ti mismo, es un intento desesperado e iluso por escuchar la respuesta
de cualquier lado, sin importar de dónde venga y sin importar también qué tan
maduro o fuerte creas ser, siempre llegará el momento en el que se te quiebre
el temple y ya sea que vayas caminando o manejando, estés trabajando o
descansando en tu sofá, de pronto te darán unas ganas inmensas de llorar. Pero
ya han pasado varios años y eres una persona adulta con un trabajo, te sientes alguien
con una vida ya establecida y una vez más te encuentras formulando la pregunta
que jamás pudiste responder, pero inconscientemente en esta ocasión, una voz
que tú no escuchas te dice que eres una persona solitaria y semejante a alguien
con adicción que ha recaído en el vicio. Esa misma voz te va narrando cuentos
de auto superación, son tan aburridos, de hecho, que en lugar de captar tu
atención y mantenerte despierto, te van arrullando hasta dejarte dormido. Las
noches después de esos momentos amargos, son tan placenteras y reconfortantes, que
no sueñas nada, sientes que todo dejó de existir, que todo el mundo guardó
silencio para no interrumpir tu sueño.
Tú no llevas cuenta del paso del tiempo, no vas marcando en el
calendario cada día transcurrido que has vivido sin esa persona. Sin tener en
cuenta ese factor, un día cualquiera conoces a alguien que te hace sentir
mejor, pero ya tienes cuidado y te vuelves demasiado precavido procurando que
los sentimientos no se desarrollen tanto, en pocas palabras, no te enamoras del
todo. Así como lo fortuito los unió, de la misma manera esa persona te deja y
vuelves a estar en soledad, pero esta vez no te queda el residuo de una
decepción, sino la satisfacción de haber tomado la situación con cautela. Pero
como ya te venias acostumbrando al silencio, en esta ocasión en lugar de
preguntar ¿por qué? te vas cuestionando a ti mismo, con el fin de descubrir si
eres tú el responsable de tu soledad. Puede ser cualquier aspecto de tu
personalidad, cualquier detalle insospechado por ti, pero irritante para la
persona que intentas conservar a tu lado. Te sumerges en una preocupación que
te hace cambiar algunos gustos que consideras infantiles o no adecuados para tu
edad. Sigues la rutina, eso en lo que envuelves tu vida, y llega otro diciembre
con sus fríos y sus días llenos de publicidad que en lugar de darte ánimo y
envolverte con un abrigo de bienestar, realzan el contraste de tu vida y la
vida de otros, dejándote ver que solamente eres tú y la ausencia de alguien
más. Sueltas un comentario sarcástico dada tu situación sentimental: “es una mala fecha para quedarse solo”. Pasan
unos días y con ese comentario sarcástico en mente, decides comprar una
mascota para sobrellevar el tedio de las fiestas decembrinas. Una buena tarde te
sientas en la banca del parque, para pensar qué mascota quieres; debe ser perro,
porque los gatos no los toleras, además quieres un compañero que no tenga
ningún aspecto de egoísta como los tienen los felinos, pero más que nada la
decisión de un perro se debe a que los gatos te traen malos recuerdos. Ahora
piensas en la raza, pero los dos grados centígrados a la intemperie empiezan a
afectarte. Te das cuenta que cada persona que pasa te mira como si estuvieras
loco, y cuando observas a tu alrededor comprendes por qué: eres el único
sentado en una banca del parque. Movido por el frío más que por las miradas, te
levantas y te diriges a una plaza, vas pensado en la raza del perro, cuando
llegas a la plaza ya tienes dos opciones en mente: un labrador retriever o un
bóxer americano, te sientas junto a un calefactor enorme que ponen cada vez que
hace demasiado frío y tratas de decidir la raza de tu mascota. Decides que debe
ser un bóxer americano, porque congenia más con tu personalidad y lo describes
como un perro no muy agresivo, noble pero que impone respeto por su aspecto.
Una vez hecha tu decisión, te levantas para entrar a la tienda de mascotas,
pero mientras observas toda esa jungla enjaulada, en el reflejo de los vidrios
frente a ti, puedes ver a una persona de la mano de alguien y que luce
completamente cómoda y feliz, es la persona que apenas unos días atrás te dejó
con el pretexto de que necesitaba estar a solas para decidir el futuro de la
relación. Eres indiferente, porque no hay nada que sentir, ni coraje ni enojo
ni tristeza, y de una manera subjetiva te das cuenta que no eras tú el
problema, te arrepientes de los hábitos y gustos que suprimiste para aparentar
madurez y reflejar una personalidad más interesante hacia las personas.
Regresas a la banca discretamente tratando de no llamar la atención y observas
cómo se pierden entre la multitud de la plaza. Te quedas en medio del tránsito
de tanta gente, tu zona de seguridad es esa banca y el calor de la calefacción,
pero en ese instante la ley de Murphy se manifiesta más que como una hipótesis
empírica y se burla de ti y tu reacción al ver a esa otra persona que no has
visto por mucho tiempo y no porque se hubiera tardado la coincidencia para
reunirlos en un mismo lugar, sino porque esa personita que al pasar de los años
no has olvidado, se mudó a otra ciudad. Te preguntas qué hace ahí y la
respuesta viene de tu propia boca: “vino
a visitar a su familia” Y como era de esperarse, la situación se torna más incómoda,
sus miradas se cruzan; se ven fijamente uno al otro, se aproxima a donde estás, mientras una sonrisa se pinta en su rostro y esa misma sonrisa se refleja en el
tuyo. Te levantas por cortesía para saludar de mano, pero la ignora y te da un
abrazo, invadiendo por completo tu espacio personal. Percibes que aún usa la
misma fragancia e inevitablemente llegan tantos recuerdos a tu indeleble
memoria, es el clímax de la incomodidad; no sabes qué decir, simplemente
escuchas y no dejas de mirar sus ojos y sus labios al hablar. Todo va bien
dentro de ese desastre, hasta que de la nada aparece una persona y te la
presenta como su pareja; es agradable, incluso a ti te cae bien. “Me dio mucho gusto verte” le dices, “ya va para seis años” te responde, “el mismo tiempo que llevamos juntos”
contesta su pareja y justo con ese comentario le dejas de ver lo agradable,
pero finges amabilidad. Regresas a tu zona de seguridad y te quedas tan absorto
en tus pensamientos que, cuando reaccionas, te preguntas por qué estás ahí, te
frustras al no poder recordar qué fue lo que te llevó a aquella plaza. Te metes
al centro comercial y buscas azúcar y café, algo que no necesitas, pero que
compras de todos modos. Sin darte cuenta llegas a casa, cuando abres la alacena
te das cuenta que tienes casi un kilo de café en polvo y suficiente azúcar,
maldices un poco y dejas todo mal acomodado, recuerdas que eran croquetas y un
perro lo que ibas a comprar, pero lejos de darte coraje te da risa. Cenas y
después miras televisión mientras tomas un poco de café, pero tu mente no está
ahí, va y viene dependiendo de la película que estás viendo, no te preocupa que
haya demasiado silencio a tu alrededor, no te incomoda la soledad, porque así
has vivido demasiado tiempo; sin embargo, el timbre de la puerta suena y eso
realmente te preocupa, es algo fuera de lo normal, incluso habías olvidado que
tenías timbre. Sin sospechar quién es, abres la puerta y para sorpresa tuya es
la misma persona del centro comercial, la que no veías desde hace casi seis
años. No sabes qué decir una vez más y le dejas ver tu nerviosismo, esta
ocasión viene sin su pareja y te pregunta si puede pasar, por supuesto abres la
puerta más y dejas que entre. En ese momento pasan tantas cosas en tu mente que
tu corazón responde latiendo demasiado rápido y bombeando más sangre para
enfriar tu cerebro. A partir de aquí, de
este preciso momento, tú decides lo que pasará, llevarás la situación por donde
quieras, dejarás que tu imaginación termine de narrar esta historia y le darás
un final que solo a ti te satisfaga, debes pensar qué haría y qué diría esa
persona que esté frente a ti y que hace tiempo te dejó sin dar explicación
alguna. Debes cuidar tus palabras y pensar bien qué le dirás, cuáles serán tus
respuestas. No sé, tal vez, solo tal vez, termines todo esto como un cuento y
las últimas palabras en decir sean: Érase una vez, en una ciudad pequeña, una
persona que tenía la habilidad de no olvidar nada de lo que había vivido, ni
olvidaba a nadie que había conocido y valía la pena seguir conociendo…
AUTOR: Víctor López (@viktor_reader)
lunes, 30 de noviembre de 2015
TAN SOLO UNA CHARLA MATUTINA
Hubo un tiempo que nadie me veía—
comentó la rosa a su amigo —creí que para siempre sería así, que pasaría desapercibida
a los ojos de la gente, que nadie se acercaría a tocar el terciopelo de mis pétalos,
ni a oler el perfume de mi piel. Incluso el pastizal era más feliz que yo, lo
miraba jugar con el aire y reír con el más delicado desliz. —te faltaba
madurar— dijo su amigo —sí, te faltaba madurar, porque eras tan solo un
capullo, por eso nadie te veía ni te prestaba atención. Verás mi querida rosa— hizo
pausa su amigo para aclarar la garganta —el mundo funciona así, todos ven la
belleza expuesta, como la que enseñas hoy, pero nadie puede ver por dentro del
capullo la belleza que se está gestando, solo cuando ese capullo eclosiona
todos admiran lo que en secreto preparaba aquel tímido botón de envoltura verde.
— yo creía que eran mis espinas las que ahuyentaban a mis admiradores— interrumpió
la rosa —intenté quitarlas de mí, pero fue imposible. —hubieras perecido de
haberlo hecho, pues lo que a ti te molestaba a la vez te protegía, la espina no
es otra cosa que un brote más en el tallo, como lo es la hoja, como también lo
es el capullo y finalmente como lo es la flor. — ahora que lo recuerdo suena
demasiado absurdo. —comentó la rosa— también absurda es esta conversación—
declaró su amigo— tuviste éxito, porque sí existe un modo de mirar dentro del
capullo —¿cómo? — exclamó asustada la rosa— pues cuando alguien no quiere
esperar llega un día con una navaja y abre el capullo por la mitad, solo por
el ocio de ver la belleza interna, es un método cruel de admirar lo que a
simple vista no se puede ver. Corriste con suerte — prosiguió su amigo— porque alguien pudo llegar y
destrozarte por fuera y por dentro también y jamás hubieras existido como flor.
—es demasiado inhumano— suspiró la rosa — así funciona el mundo mi querida
amiga, si te descuidas, alguien puede llegar un día y destrozarte y de nada serviría
suspirar porque nadie se fija en ti, entonces sí sería demasiado absurdo
sentirte fea porque en realidad llegarías a serlo, no solo por fuera sino, peor
aún, por dentro también.
La rosa y su amigo vivieron plenamente su etapa de flor, hasta que llegó la mano que trilló la hierba y alargó la hoja que cortó sus tallos, de esa manera también perecieron al igual que la simple hierba que se pisa sin dejar suspiros.
AUTOR: Víctor López (@viktor_reader)
AUTOR: Víctor López (@viktor_reader)
viernes, 11 de septiembre de 2015
SEMILLAS Y PALABRAS
Canciones
de mayo retrasadas que en septiembre van llegando solo en ecos,
esparcidas entre residuos de aguaceros, en la agricultura de unos
versos y la siega de los besos que mis labios sembraron en los tuyos.
Cosecha de pápalo y hongo de maíz; el olor de uno y el aroma de
otro, aroma de tierra húmeda, se mezclan con esas canciones tardías y caminando en los campos las voy silbando. Se escapa tu nombre,
seguido de una melodía.
No
ubico qué es de mí, si agricultor o poeta, pues cuando el sudor cae
a tierra escucho salir de esa gota, afinada, una nota. Y moriré de
hambre si me dedico a versar, o me volveré mudo labriego que
trastabilla el azadón y por cada grano sembrado una sílaba
compuesta que jamás habitará la pared de una cuerda vocal. Tal vez
me dedicaré a sembrar palabras, esperando ver florecer poemas, anhelando que las lluvias no tarden en llegar, para que brote de la
tierra el árbol de la voz, de una voz que no será la mía sino de
la tierra misma. Pero existe el miedo que la tierra no devuelva lo
sembrado y todo quede ahogado entre suelos barbechados, pero no
fértiles.
¿Qué
soy? Queda la semilla de quien escribe y se siembra en la tierra de
quien lee. Quisiera ser agricultor para alimentarte de los productos
de la tierra, o tal vez poeta porque las palabras también se
siembran como semillas, y nacen después como espigas. En eso
coinciden la agricultura y la poesía: ambas alimentan al cuerpo. El
cuerpo es muy cierto que está hecho de suelo, por eso se puede
sembrar en él y se puede cosechar. Sembrar letras para cosechar
palabras.
AUTOR: Víctor López (@viktor_reader)
AUTOR: Víctor López (@viktor_reader)
martes, 1 de septiembre de 2015
LA ORUGA Y EL DUEÑO DE LA CASA
Existe un hombre que ocupado siempre está, trabaja de lunes a sábado, en ocasiones el domingo. Cuando descansa, se ocupa en arreglar los desperfectos de la casa; resana huecos, arregla el techo de filtraciones, pinta las paredes. Cuando se acaba el mantenimiento espera a que se deterioren las cosas que arregló, para volver a arreglarlas, mientras eso sucede se ocupa en otras cosas, por ejemplo: arregla su jardín. Hay días que el trabajo lo agobia demasiado y entonces resana su alma con una buena lectura, siempre lo hace tomando café. Pero le gusta disfrutar del buen café, hervido en olla de barro con lumbre de leña de encino y servido en jarro de barro negro de Oaxaca.
Un día de julio cogió sus herramientas de jardinería y arreglando su jardín toda la mañana se pasó. Podó, fertilizó, trasplantó. Y entre las hojas de una de sus plantas, encontró una oruga apresurada devorando.
— ¡Maldita plaga!— exclamó el hombre —¡Ahora mismo te mato!.
Al escuchar esto, la oruga paró de devorar la hoja y al hombre le contestó.
— ¡No me mates, por favor! prometo que recompensaré el mal que hoy te hago.
— ¡No hay forma de que puedas reparar el daño que la haces a mi planta!— replicó el hombre— además eres fea y desagradable a la vista.
— entonces me aborreces solamente por mi apariencia. Pero créeme, en realidad le haré más bien a tu jardín que el mal que tú crees que le hago comiendo unas cuantas hojas.
— No solamente por eso— contestó el hombre— pero explica, si dices saber, ¿De que maneras recompensaras el daño?
— Ahora mismo no puedo perder mi tiempo en explicaciones— contestó la oruga — estoy a punto de pasar a la siguiente etapa de mi vida, debo seguir comiendo lo necesario, hasta quedar satisfecha.
Al escuchar esto, el hombre se encolerizó demasiado y alzó la mano para derribar a la oruga, que, sin prestarle atención, devoraba la hoja frente a sus ojos.
— No hagas eso— alcanzó a decir la oruga, pero demasiado tarde, porque el hombre no pudo frenar la mano. — eres un tonto, ¿acaso no sabes que soy venenosa?
El hombre se quejaba, porque al instante comenzó a sentir un ardor en la palma de su mano.
— ¿Qué me has hecho? — gritó el hombre. La oruga a punto de caer de la hoja le contestó — los pelos que cubren mi cuerpo tienen un veneno potente, cuando los tocaste, ese veneno se inyectó en tu cuerpo. Te recomiendo que vayas a tu casa y te recuestes, porque dentro de poco te dará fiebre, tu cuerpo entero comenzará a temblar y posiblemente desmayes. Busca a un médico.
— ¿Por qué siendo tan pequeña tienes un veneno que causa tanto daño? Si lo único que comes son hojas — preguntó el hombre.
— Lo tenemos para protección, porque nosotras las orugas somos muy discriminadas. Pero olvídate de eso, corre a tu casa, tienes poco tiempo para que te atienda un médico, o puedes morir.
Por fin el hombre se fue, alarmado por lo que escuchó. Fue a casa de su vecina, porque el hombre vivía solo. Al llegar le comentó lo sucedido y la señora se movilizó.
— el médico de aquí es un fraude— le comentó la señora — No sabe más que recetar paracetamol. Eso no le va a servir de nada, no sabe nada de animales venenosos.
La señora sacó de su alacena un envase que contenía un bejuco conservado en alcohol y le dio a beber un poco. En la noche pulverizó un trozo de carbón que sacó de su brasero, lo disolvió en agua y también se lo dio a beber.
— tenga la seguridad que con esto su vida está a salvo —le dijo — pero la fiebre, de eso no se librará.
Mientras el hombre convalecía en la cama, en el jardín la oruga comía a toda prisa. Sucedió todo lo que le dijo al hombre; la fiebre, los temblores, el desmayo, pero se libró de la muerte.
Pasaron tres semanas y el hombre, ya recuperado por completo, leía junto a su chimenea, cuando escuchó el golpeteo de un ala en el vidrio de la ventana, salió a ver de qué se trataba: era una mariposa que se refugiaba del aguacero.
— Pobre mariposa, pasa, no te mojes. Eres tan hermosa para perecer víctima de un aguacero de agosto— le dijo el hombre.
— ahora me invitas a pasar a tu casa, cuando antes intentaste matarme. Que hipócritas son los humanos— contestó la mariposa.
— ¿Quién eres? — en realidad el hombre no pudo reconocer a aquella mariposa.
— soy la oruga que despreciaste y quisiste matar— contestó ella. —mira tu jardín, que bello está— el hombre miró hacia su jardín y realmente lo encontró bello y floreando.
— Pero ¿Qué le hiciste? — preguntó él.
— Lo polinizamos, a cambio de ese favor obtenemos néctar de la flor. Le llamamos trueque, es lo que intenté hacer contigo, pero no quisiste escuchar. Ustedes los humanos son incapaces de razonar con seres inferiores a su vista e imaginación, como nosotros, lo hacen incluso con seres de su propia especie. Por eso tu jardín crece bonito y cada planta florece cuando es su tiempo, no creas que es porque tú lo cuidas. Yo y mis amigas hacemos parte de ese el trabajo, al igual que otros insectos. Es más, te aseguro que puedes abandonarlo por mucho tiempo y aun así las mariposas que vienen después de mí se encargaran de que cada planta eche una flor. No te necesitan.
El hombre quedó asombrado por esta muestra de sabiduría de la mariposa, incluso sintió vergüenza, por el malentendido que tuvo con ella cuando era oruga. Pero a pesar de todo, no le ofreció disculpas.
La mariposa aún estaba hablando cuando dejó de llover. Interrumpió su plática y le dijo al hombre — bueno, me tengo que ir, ha dejado de llover, solo quería saber cómo estabas. Me da gusto que bien—el hombre intentó detenerla — espera. Dime, ¿Cómo aprendiste todo lo que sabes en tan poco tiempo?
— Es algo con lo que nacemos— contestó ella.
— Pero, ¿quién puso ese conocimiento en ti? ¿Quién te enseño el milagro de la metamorfosis? — el hombre realmente quería saber, pero la mariposa sin detener su vuelo le contestó — esas preguntas son para aquellos que no han encontrado su propósito, como ustedes los humanos, una vez que acepten lo que son dejaran de perder la vida buscando tantas preguntas. Solo quería mostrarte todo el bien que le hice a tu jardín. Me voy, me quedan unos cuantos días de vida, no puedo desperdiciar tiempo contigo, mi ayuda ha terminado.
El hombre se quedó pensando. — ayuda, si ella fue ayudante ¿a quién ayudó?
El hombre hizo la pregunta, pero la mariposa ya se había alejado mucho, por más que el hombre forzó el oído para escuchar, la respuesta de la mariposa fue inaudible.
— La duda, de eso existimos — murmuró mientras observaba a la mariposa. Ella se alejó volando y se perdió en el bosque de encinos que está más allá del jardín. Jamás se volvieron a ver.
Autor: Víctor López (viktor_reader)
Un día de julio cogió sus herramientas de jardinería y arreglando su jardín toda la mañana se pasó. Podó, fertilizó, trasplantó. Y entre las hojas de una de sus plantas, encontró una oruga apresurada devorando.
— ¡Maldita plaga!— exclamó el hombre —¡Ahora mismo te mato!.
Al escuchar esto, la oruga paró de devorar la hoja y al hombre le contestó.
— ¡No me mates, por favor! prometo que recompensaré el mal que hoy te hago.
— ¡No hay forma de que puedas reparar el daño que la haces a mi planta!— replicó el hombre— además eres fea y desagradable a la vista.
— entonces me aborreces solamente por mi apariencia. Pero créeme, en realidad le haré más bien a tu jardín que el mal que tú crees que le hago comiendo unas cuantas hojas.
— No solamente por eso— contestó el hombre— pero explica, si dices saber, ¿De que maneras recompensaras el daño?
— Ahora mismo no puedo perder mi tiempo en explicaciones— contestó la oruga — estoy a punto de pasar a la siguiente etapa de mi vida, debo seguir comiendo lo necesario, hasta quedar satisfecha.
Al escuchar esto, el hombre se encolerizó demasiado y alzó la mano para derribar a la oruga, que, sin prestarle atención, devoraba la hoja frente a sus ojos.
— No hagas eso— alcanzó a decir la oruga, pero demasiado tarde, porque el hombre no pudo frenar la mano. — eres un tonto, ¿acaso no sabes que soy venenosa?
El hombre se quejaba, porque al instante comenzó a sentir un ardor en la palma de su mano.
— ¿Qué me has hecho? — gritó el hombre. La oruga a punto de caer de la hoja le contestó — los pelos que cubren mi cuerpo tienen un veneno potente, cuando los tocaste, ese veneno se inyectó en tu cuerpo. Te recomiendo que vayas a tu casa y te recuestes, porque dentro de poco te dará fiebre, tu cuerpo entero comenzará a temblar y posiblemente desmayes. Busca a un médico.
— ¿Por qué siendo tan pequeña tienes un veneno que causa tanto daño? Si lo único que comes son hojas — preguntó el hombre.
— Lo tenemos para protección, porque nosotras las orugas somos muy discriminadas. Pero olvídate de eso, corre a tu casa, tienes poco tiempo para que te atienda un médico, o puedes morir.
Por fin el hombre se fue, alarmado por lo que escuchó. Fue a casa de su vecina, porque el hombre vivía solo. Al llegar le comentó lo sucedido y la señora se movilizó.
— el médico de aquí es un fraude— le comentó la señora — No sabe más que recetar paracetamol. Eso no le va a servir de nada, no sabe nada de animales venenosos.
La señora sacó de su alacena un envase que contenía un bejuco conservado en alcohol y le dio a beber un poco. En la noche pulverizó un trozo de carbón que sacó de su brasero, lo disolvió en agua y también se lo dio a beber.
— tenga la seguridad que con esto su vida está a salvo —le dijo — pero la fiebre, de eso no se librará.
Mientras el hombre convalecía en la cama, en el jardín la oruga comía a toda prisa. Sucedió todo lo que le dijo al hombre; la fiebre, los temblores, el desmayo, pero se libró de la muerte.
Pasaron tres semanas y el hombre, ya recuperado por completo, leía junto a su chimenea, cuando escuchó el golpeteo de un ala en el vidrio de la ventana, salió a ver de qué se trataba: era una mariposa que se refugiaba del aguacero.
— Pobre mariposa, pasa, no te mojes. Eres tan hermosa para perecer víctima de un aguacero de agosto— le dijo el hombre.
— ahora me invitas a pasar a tu casa, cuando antes intentaste matarme. Que hipócritas son los humanos— contestó la mariposa.
— ¿Quién eres? — en realidad el hombre no pudo reconocer a aquella mariposa.
— soy la oruga que despreciaste y quisiste matar— contestó ella. —mira tu jardín, que bello está— el hombre miró hacia su jardín y realmente lo encontró bello y floreando.
— Pero ¿Qué le hiciste? — preguntó él.
— Lo polinizamos, a cambio de ese favor obtenemos néctar de la flor. Le llamamos trueque, es lo que intenté hacer contigo, pero no quisiste escuchar. Ustedes los humanos son incapaces de razonar con seres inferiores a su vista e imaginación, como nosotros, lo hacen incluso con seres de su propia especie. Por eso tu jardín crece bonito y cada planta florece cuando es su tiempo, no creas que es porque tú lo cuidas. Yo y mis amigas hacemos parte de ese el trabajo, al igual que otros insectos. Es más, te aseguro que puedes abandonarlo por mucho tiempo y aun así las mariposas que vienen después de mí se encargaran de que cada planta eche una flor. No te necesitan.
El hombre quedó asombrado por esta muestra de sabiduría de la mariposa, incluso sintió vergüenza, por el malentendido que tuvo con ella cuando era oruga. Pero a pesar de todo, no le ofreció disculpas.
La mariposa aún estaba hablando cuando dejó de llover. Interrumpió su plática y le dijo al hombre — bueno, me tengo que ir, ha dejado de llover, solo quería saber cómo estabas. Me da gusto que bien—el hombre intentó detenerla — espera. Dime, ¿Cómo aprendiste todo lo que sabes en tan poco tiempo?
— Es algo con lo que nacemos— contestó ella.
— Pero, ¿quién puso ese conocimiento en ti? ¿Quién te enseño el milagro de la metamorfosis? — el hombre realmente quería saber, pero la mariposa sin detener su vuelo le contestó — esas preguntas son para aquellos que no han encontrado su propósito, como ustedes los humanos, una vez que acepten lo que son dejaran de perder la vida buscando tantas preguntas. Solo quería mostrarte todo el bien que le hice a tu jardín. Me voy, me quedan unos cuantos días de vida, no puedo desperdiciar tiempo contigo, mi ayuda ha terminado.
El hombre se quedó pensando. — ayuda, si ella fue ayudante ¿a quién ayudó?
El hombre hizo la pregunta, pero la mariposa ya se había alejado mucho, por más que el hombre forzó el oído para escuchar, la respuesta de la mariposa fue inaudible.
— La duda, de eso existimos — murmuró mientras observaba a la mariposa. Ella se alejó volando y se perdió en el bosque de encinos que está más allá del jardín. Jamás se volvieron a ver.
Autor: Víctor López (viktor_reader)
domingo, 16 de agosto de 2015
UN CUENTO PARA EXTRAÑAR: LA ABUELA.
A Miriam, sin la intención de avivar la zozobra, sino comprendiendo su dolor.
Los recuerdos de mi
abuela radican en los cuatro años, a esa edad la conocí errante con su andar
lisiado, era puro hueso y un retazo de piel que se movía por los pasillos de la
casa, arrastrando las penas manifiestas en su erisipela por todo el patio y
debajo del guayabo. De hecho, no había rincón de la casa inexplorado por ella.
El brasero donde siempre ponía a hervir los frijoles era un punto inaccesible
después de las once de la noche. Lo supe una vez que escuché un quejido, era mi
abuela reclamándole a una sombra, reprochándole la condición de soledad y
tristeza. Ella balbuceaba y por más que intenté comprender sus palabras fue
inútil. Quizás es mi memoria la que ahora masculla y no me deja escuchar las
palabras de ese recuerdo. Era yo incapaz de comprender aquel suceso, para mí el
llanto era lo más común y la manera más sencilla de expresar un dolor que no se
explica con palabras (hoy soy capaz de describirlo de tal manera, pero sigo
siendo incapaz de expresar el dolor con voz propia) me armé de valor para
hablar:
En ocasiones
de la niñez, uno piensa que algunos problemas son por culpa propia. Y por
supuesto pensé que lloraba por aquel pequeño conejo que trastabillé por descuido
entre mis pies.
MI BISABUELA
Al poco tiempo de que
aprendí a valorar recuerdos falleció la bisabuela; tenía ciento diez años, yo
apenas cinco. Tardes grises como aquella pocas he visto a lo largo de este
tiempo. Abundaron los rezos que erizaban mi piel, y lo siguen haciendo. Mi tío
terminó en la cárcel, totalmente ebrio y descontrolado, haciendo rabietas por todo
menos por la muerte de la bisabuela. Mi abuela se durmió a mitad del séptimo
aguardiente, en el catre que estaba en el rincón de las imágenes. Ese recoveco
de la casa siempre me dio miedo, lleno de efigies y santos que podría jurar me
seguían con la mirada. Si pudiera reprocharle algo a mi abuela sería:
De mi abuela no
recuerdo ningún cuento, por eso decidí convertirla en uno. Hasta apenas hoy,
después de veinte años de su muerte, se ha vuelto un cuento que habita entre
las páginas de una memoria que gradualmente va desechando los recuerdos de la
niñez. Mi abuela ya había muerto cuando conocí al abuelo, tenía ya ochenta y
nueve años encima, demasiado viejo para saber quién era yo, y yo demasiado
adulto como para desarrollar cariño hacia él. No comprendo por qué mi
abuela nunca lo olvidó, si él fácil se olvidó de ella. En su época de vigor
llegó a tener dos mujeres viviendo en el mismo terreno, con nueve hijos en
total, además, si lo hubiera querido, tenía los suficientes recursos como para
mantener a otra mujer con cinco hijos. Si nunca se hizo cargo de mi abuela, fue
sencillamente porque no quiso.
Me hubiera gustado
tener a mi abuela, pero sin el vicio del alcohol y el cigarro, sin la costumbre
suya de andar siempre con el corazón amargado, sin el rostro enojado y sin las
heridas que le maceraron el corazón, pero no hay dicha ni galardón en anhelar
el pasado. Hablo de sus defectos porque los vi, porque es fácil juzgar lo que
se ve. De aquel único abrazo que me dio no puedo dar explicación alguna, porque
no pude ver el sentimiento ni el pasado ni la historia entre ella y el abuelo,
por lo tanto, jamás pude entender por qué lo siguió amando. Él mato a sangre
fría y con la misma frialdad en la sangre la abandonó a su suerte para huir
debido a su crimen, sabiendo bien que la vida para ella era tan pesada ya,
porque desde el comienzo de su vida junto a él siempre fue la segunda. Era la
amante, de eso me enteré más tarde. Y mi abuelo era un hombre rico que la dejó
en la pobreza y se llevó su fortuna, aún en monedas de oro, aquella tarde que
tuvo que salir huyendo.
No tengo la costumbre
de recordar seguido, pero tengo que hacerlo para no olvidar quién soy. De
cualquier manera, albergo un especial cariño por mi abuela, (también por mis
otros abuelos, los paternos, aunque jamás los conocí) porque es el pasado que
sustenta mi vida, porque cada decisión suya la llevó por caminos correctos e
incorrectos, pero al final soy el fruto indirecto de esas decisiones, sin
errores o sin aciertos suyos yo no estaría aquí.
Hoy la casa tiene la
ausencia más grande que jamás tuvo. Ni el mandarino ni el guayabo dan fruto en
su estación, pero las paredes, el piso, la cocina abandonada con su alacena
llena de trastos polvosos, incluso las cenizas del brasero pareciera que aún
sueltan el calor de sus memorias, a expensas del próximo hervor. Lo cierto es
que contemplo lo vacío de lo que fue su casa y a codazos aquella escena me saca
la nostalgia que me conduce sutilmente a su recuerdo. Y pocos en verdad son mis
recuerdos, pero los de ella se quedaron habitando aquellas ruinas,
interactuando entre paredes viejas y haciendo una simbiosis con las criaturas
que habitan la soledad del abandono. Me hubiera gustado que mi Dios fuera su
Dios, para estar tranquilo y poder expresar:
—
Abuela — le dije — ya no llores, yo aplasté tu conejito, pero fue sin querer.
Lo enterré junto al mandarino.
Después de mi
confesión mi abuela me abrazó, aquel fue el primer y el único abrazo que
mantengo de ella. Lo recuerdo muy bien porque estaba sobria, como muy pocas
veces desde que la dejó el abuelo. Las tardes de junio para ella transcurrían
bajo la sombra del guayabo, casi siempre a solas, muy pocas veces con la compañía
placebo de mi bisabuela a quien me ponían a espulgar las liendres de su cabeza.
Una abuela cualquiera, para mitigar el calor sofocante del verano, se tomaría
un vaso de agua fría o batiría el aire con un abanico improvisado, solo mi abuela
prefería tomar una cerveza para refrescar ese bochorno. De ella aprendí el
gusto por la cerveza oscura, pero su recuerdo me mantiene lejos del vicio
“¿A dónde te llevó
esa fe tan ferviente por aquellas figuras de papel y yeso, esa fe divergente a
la que hoy profeso? ¿Tendrá memoria tu dios, suficiente, para recordarte? ¿O se
ha olvidado de ti como acostumbran a hacer los dioses de este mundo?”
Durante el funeral de
mi bisabuela recordé el único cuento que ella me narraba, el de las serpientes
que les salían alas cuando llegaban a viejas y volaban buscando la tranquilidad del
mar. Cuando terminaba de contarlo siempre decía:” ojalá mis arrugas se vuelvan
plumas cuando muera”. Como dije recordé aquel cuento, me acerqué a su lecho de
muerte y toqué su brazo, buscando entre el pliegue de sus arrugas el brotar de
las plumas que le convertirían los brazos en alas y se la llevarían a descansar
al mar. En ese contacto sentí el frio de la muerte, un frio tan real como lo
fue su vida. Muchos años más tarde, cuando tenía dieciséis años, conocí el mar
y pude sentir la tranquilidad y el silencio que la bisabuela describía en sus
cuentos en aquellas tardes cuando yo la espulgaba. Pero el mar tenía una
soledad distinta de la que tenía ella, una soledad más vieja y aciaga que la que
inundó la casa e día de su funeral. Las liendres, el cuento y su muerte, son
los únicos recuerdos que tengo de la bisabuela, quizás ella tenía más recuerdos
de mí, pero decidió atesorarlos para no perderlos, y así fue, los conservó hasta
el día en el que se durmió en la muerte.
OTRA VEZ MI ABUELA
“Que
Dios te guarde en su memoria, querida abuela, que Dios te guarde en su memoria,
para que al menos en ese lugar nos volvamos a encontrar”.
Autor: Víctor López (@viktor_reader)
lunes, 10 de agosto de 2015
MARGOT
Estas palabras fueron
escritas con una melodía en mente. Todo se desprende del nombre de una mujer a
la que llamaré Margot. Ella y yo nos conocimos algún día olvidado de nuestras
vidas, como tantos en los hilos de la existencia. Nunca hubo tensión entre los dos, jamás nos fijamos en la posibilidad de salir juntos, tal vez porque poco
nos mirábamos a los ojos. Transcurrieron tres años sin interés romántico de
ningún tipo, hasta que alguien nos embarró de una falsía que ya casi olvido,
pero fue por el incendio que inició la lengua de una persona desconocida, hasta
la fecha, y quizás inexistente. Nos hicimos novios y pude notar desde una
perspectiva lejana, como quien observa la quietud de un lago y su hermosura
desde un vehículo en movimiento, que la belleza no radica en la belleza, pero
sí es ocupante de la juventud. Es fácil aceptar que era una buena mujer;
actitud, aptitud, pensamiento, sentimiento, espíritu, valores morales, cívicos
y éticos. Es lo que pude notar de reojo, porque al igual que el vehículo en
movimiento, no permanecí mucho tiempo a su lado, para ser más específico, a los
cuarenta y tres días ella se mudo de ciudad, fuera, lejos de este país.
Aquí están las palabras:
Te quise a mi manera, como nunca fue correcto,
con el miedo de perderte, con las ganas de estrecharte
desde que te conocí.
Poco a poco fui perdiendo esas ganas que tenías de verme,
y tus besos para convencerme de que estabas junto a mí,
tal vez por la venganza que te ofrecí con mi actitud
y que te recompensaba con momentos que te daban un momento
de quietud.
Pero no fue suficiente, consciente estoy de eso,
siempre supe que al momento que te fueras de mi lado era
para no volver.
Hoy que tanto me haces falta solo escribo que te quiero
y por mas que soy sincero ya no puedo conseguir que creas
en mis palabras
y tú con esas miradas que me derriten el alma.
Aunque sé que te fallé, sé que no guardas rencor,
si la vida se me escapa, como te dejé marchar, no sería tan
grave error.
Con la fecha en que te fuiste, hace un año que no estás
y si el tiempo va volando, de igual forma mis palabras a ti
siempre llegarán,
con recuerdos por delante, aunque sé que ya es muy tarde.
Aunque tú lejos te encuentres, yo te voy a recordar.
Para comprender la trama de
esta historia hubiera sido necesario vivirla desde la cercanía de la amistad,
por eso la voy a desmenuzar un poco, para darles una idea de lo sucedido.
Alguien dijo que yo solo quería jugar con los sentimientos de Margot. ¿Cómo iba
a ser posible eso si yo no me había fijado en ella? Es más, para ser sincero,
ni me gustaba. Pero sí éramos amigos, por lo tanto le tuve que explicar que
jamás había pensado en la idea de hablarle para provocar daño. Pero me fijé en
la tristeza, la que se plantó en su cara disimulando indiferencia, la que me
dijo que todo estaba bien. A partir de ese día comenzamos a vernos más seguido,
a mirarnos a los ojos y de diferente forma. Un día me dijo que se marcharía y
solo guardé silencio, escuchando sus razones totalmente ajenas a alguna culpa
mía o compartida, entonces comprendí que hay veces que la gente simplemente se
va. Los sentimientos comenzaron a entrecruzarse, la seguí queriendo, teniendo
presente que al fin del próximo mes se iría. Pero al pensar en ese hecho aún no
realizado, más ganas tenía de abrazarla. Quizás ella notó ese contraste en mí,
y poco a poco, durante ese último mes, nuestras miradas cambiaron, volviendo a
su estado natural, como antes de aquella calumnia. Admitió la tarde antes de irse, que se sentía cómoda y en quietud a mi lado; esos ratitos me ayudaron a verla y
tiempo después a formarme un concepto de lo más admirable y lo que se debe no
solo buscar, sino saber encontrar en una mujer. Siempre pensé que Margot me
había aceptado con la idea de venganza en su cabeza, que ella jugaría primero
conmigo antes de que yo siquiera lo pensara. Más sospechaba cuando pasaban varios días sin vernos,
pero entonces razonaba que, si ese era su plan, jamás me hubiera dicho que se
marcharía, llegado el momento solamente se hubiera ido sin dar explicaciones y
dejándome sin expresar remordimiento. Esa duda siempre ha quedado en mi mente, persiste
al igual que su recuerdo, solamente ella tenía la verdad, y se fue con ella.
Si Margot vive ha de tener
cuarenta y dos años. Casada, lo más probable, feliz, de eso no estoy seguro, pero de cualquier manera hace mucho tiempo que eso dejó de ser asunto mío. Y
solo por si gustan saber, sin tocan el circulo de “si” en la guitarra, y lo acompañan con
la letra de lo que le escribí a Margot, les saldrá un sonido que se escucha
como un recuerdo ajeno, un recuerdo mío y que justo ahora les acabo de contar.
La despedida no vale
mencionarla, pues no tiene caso decirles que ninguno de los dos lloró
ESCRITO POR: Víctor López (viktor_reader)
domingo, 26 de julio de 2015
PENSAMIENTOS Y DIALOGOS DE UNA RUTINA
SEIS
TREINTA DE LA MAÑANA
¿Qué
habrá de desayunar? Se terminó el café en polvo, de eso sí me acuerdo. No quiero
ir a la tienda por café soluble. Recuerdo que hay un poco de manzanilla, me
haré un té. Mi teléfono, ¿Dónde está? Espero que esa llamada sea de mi jefe avisándome
que ya me depositó todo lo que me debe; una semana completa: Buen día hermano;
sí, claro, mañana nos vemos a las seis, para ver al editor. No te preocupes,
saludos y abrazos.
>>esta mañana el volcán amaneció con mucha
actividad. Arrojó material incandescente durante la madrugada y podemos
apreciar una columna de humo y vapor que los expertos aseguran que es de más de
kilómetro y medio. Sigue la alerta y el semáforo se mantiene en naranja. Ese es
mi reporte, regresamos con ustedes al estudio. <<
Tengo
que pasar en limpio mis archivos, los
presento mañana a edición. Espero que los aprueben. No quiero empezar de cero
una vez más. No recuerdo si el pantalón azul está limpio. Me hace falta uno más,
solo tengo dos, si mis amigos supieran eso me acabarían con sus burlas. ¡Vaya! Le
faltó un poco de azúcar a mi té de manzanilla; que bueno que pasé por pan
anoche. Que estará haciendo ella, ayer no la vi, creo que no fue a la reunión
semestral. Tanto tiempo ha pasado y solo
me conformo con verla de vez en cuando. Tantos años y en tan poco tiempo han
pasado tantas cosas. Un día más que no la olvido. ¿Cómo estará su bebe? ¿Cómo estará
ella? Es temprano, me da tiempo de salir a correr, ¿Dónde estarán mis audífonos?
Ya me acordé, los dejé en el pantalón azul,
eso quiere decir que está sucio, maldición, me pondré el gris. Dejaré mis audífonos.
EN
EL TRAYECTO
Va
a llover temprano, se va a inundar otra vez la calle si llueve por más de dos
horas. Detesto julio solamente por sus aguaceros. Aunque cumplo años el 28, espero que nadie se acuerde, me
molesta que me escriban mensajes de felicitaciones, de qué me sirven.
>>Lea usted la noticia en su periódico
“el veraz” macabro descubrimiento en infonavit el fresnillo, madre soltera se quedó
sin trabajo y desesperada asfixia a su hija de nueve meses y después se quita
la vida. Tenemos las fotografías. <<
Desgraciados
periodistas, no venden la noticia sino el morbo. Qué es eso de fotografiar cadáveres.
Pobre bebé. En qué cabeza cabe matar a
tu propia hija solo porque se pierde el empleo. Es verdad que la crisis es peor cada día, pero no es posible tomar
una decisión eterna para un problema pasajero. Nueve meses, el bebé de ella tiene
casi la misma edad. ¿Qué estará haciendo a esta hora? ¿Se acordará de mí después
de tanto tiempo? Aunque sea de vez en cuando, pero estoy seguro que sí lo hace;
así estaremos toda la vida, solo recordándonos. Algún día nos encontraremos,
tal vez de viejos, tal vez de jóvenes, tendremos mil años y después una
eternidad. El mundo es pequeño comparado con la coincidencia.
DESPUES
DEL TRABAJO
Al fin las cinco, en treinta minutos es la hora de salir. Me muero de hambre, espero que doña Carmen aun tenga algo de comida, no quiero pedir pizza. Me dio bien tiempo de ordenar y pasar en limpio todos mis archivos, mañana se los llevo al editor. Me merezco una cerveza. ¿Qué estará haciendo Abiram? Sí, bueno... oye, ¿Tienes tiempo de tomarte una cerveza conmigo? Que bien, nos vemos en la Cuauhtémoc, donde siempre.
— ¿Y ahora qué celebramos?
—
Pues que al fin
terminé de pasar en limpio mis
documentos y mañana se los presento al
editor.
—
Te felicito mi
hermano, te deseo mucha suerte en este
proyecto.
—
Sabes bien que no
creo en la suerte. No es mi dios. Pero te la paso.
—
No te ha fallado
la computadora, eso es bueno.
—
En ocasiones me
falla la mente, como que no quiere producir historias. Me estuve acordando de
la secundaria, hasta que encontré una idea eslabón y de allí escribí algo
bueno, espero que el editor piense lo mismo.
—
Ahorita que
mencionaste la secundaria ¿te acuerdas de Luis Espargo?
—
Como no, si me
buleó los primeros meses.
—
Anoche se pegó un
tiro por la boca
—
¿Espargo?
—
Su novia lo dejó y
fue hasta la casa de ella, en Zaragoza, y frente a su puerta se disparó. ¡Que estúpido!
—
¿Que estará pasando
en esta ciudad que en lo que va del año ya son siete los que se suicidan? Es un lugar pequeño para tantas concurrencias
de ese tipo. Mañana el periódico va a
sacar una novela mal redactada de
esta noticia.
—
Tenlo por seguro
que no va a ser así, don Benito compró el silencio del director del periódico. Ya sabes como es su papá.
—
Pero su dinero no
le alcanza para cerrar internet. Todo se sabe por las redes.
—
Hoy entregaban el
cuerpo. Mañana a las nueve es el
sepelio.
POR LA NOCHE
Parecía un buen día por la mañana, a pesar del
aguacero y la calle inundada. Mañana iré aunque sea un rato al funeral. Que espíritu
tan débil el de esas personas que se suicidan, o qué valor al tomar acciones
tan rápido, no sé. ¿Qué pensaran?, ¿Qué pasará por su mente en esos instantes? Luis
Espargo, por una mujer te mataste. Comprendo tu dolor, aunque jamás pensé hacer
semejante estupidez, bueno, de cualquier manera ya no sientes nada, tal vez eso deseabas. Mañana a las seis, es una hora importante para mí y para
mi hermano Edén, espero que no llueva. Me
pondré el traje negro y si llueve, la gabardina; no me agrada mucho, pero ya
estoy acostumbrado. ¡Oh Dios! La cerveza me relajó
muy bien; un baño con agua tibia y dormiré hasta mañana sin despertar. ¿Qué hora
es? Las 8:30. a esta hora enciende la tv y se pone a verla hasta que terminan
las noticias. Parece que la estoy viendo, con su cabeza inclinada un poco a un
lado porque no escucha muy bien del oído izquierdo. ¿Seguirá leyendo “el diario de Ana Frank”? ¿Ya lo habrá terminado?
Esa costumbre suya de leer y encender la tv, nunca la comprendí. Si aún
acostumbra eso, jamás terminara de leer ese librito. ¿Se preguntará ella que
estoy haciendo yo? ¿Se imaginará que estoy pensando en ella?... Maldición, se me olvidó comprar café. Si supiera que compro la misma marca que ella, solo para alimentar la rutina y no dejar de existir.
ESCRITO POR: Víctor López (@viktor_reader)
domingo, 12 de julio de 2015
DOMINGO DE FÚTBOL (VICTIMA DE UNA PUBLICIDAD CADUCA))
Hoy me tomé una cerveza, no tiene nada de malo, además era la hora de la comida.
Después me quedé dormido en el sofá; en la televisión no habia mas que fútbol, México vs Honduras,
que aprovechados, pensé, ya quiero ver que le metan seis goles a Estados Unidos, como en su último partido contra Cuba. No sé si México ganó o perdió, o como dicen los fanáticos no sé si ganamos o perdimos. ¿Ganamos o perdimos? pero si yo no jugué, ya sé, ya sé, es una expresión que no solo abarca solidaridad y patriotismo, también implica el orgullo de tener a un grupo de personas defendiendo el nombre de tu nación, como si de defender la soberanía se tratara. No voy a negarlo, sí he usado esa expresión (ganamos) pero no con el mismo significado implícito, tal vez solo por la inercia de la emoción colectiva. Me pregunto qué pensarán mis amigos españoles al ver la euforia de los fanaticos mexicanos, o qué pensarán los alemanes, o cualquier otra nación que al menos tenga la victoria en su historia de una copa mundial, en realidad no tengo la mínima idea. Cuando mexiquito iba con el segundo gol, miré a la mesa de centro y habia doce botellas vacías de cerveza. ¿Pero cómo?, si solo me he tomado un vacito. ¿Estaré tan borracho que ya no me acuerdo?; me levanté del sillón y me puse a brincar en un pie, no, no estoy borracho. En realidad me preocupé porque yo jamás me he embriagado, y con doce botellas era para que al menos ya estuviera fulminado, meado, y quizá balbuceando tonteria y media, o lo más probable, en un hospital internado por congestión alcóholica. Estaba realmente confundido cuando los comentaristas gritaron con euforia: ¡gooooooooool! habia caído el tercero de mexiquito (la selección mexicana) me senté a ver la repetición, ese gol fue digno, lo reconozco y acepto. Seguí viendo el partido, pero comencé a divagar en pensamientos de mis amigos, el trabajo, la familia, hasta que caí otra vez en el tema de las botellas vacías de cerveza. Doce cervezas y sigo como si nada, doce cervezas es mucho; a ver, si cada botella tiene 355 ml de cerveza, en total suman 4 litros con 260 ml. es demasiado alcohol en mis venas. ¡Un momento!, ¿Cómo hice tan rápido esta multiplicación si soy pésimo para las matemáticas? algo anda mal, esto debe ser un sueño, estoy seguro de eso. Sin pensar más me subí a la azotea y una vez allá dije; si es un sueño antes de estrellarme en el piso tengo que despertar, porque si mal no recuerdo, si muero en un sueño muero en la vida real, el cuerpo siempre despierta, el mismo cuerpo se encargara de avisarme. Así que sin más ni menos me aventé, eran como diez metros de altura y a mitad de vuelo pensé: ¿y si no es un seño? demasiado tarde. Cuando toqué el suelo todo se volvió negro y comencé a quejarme, no a gritos pero sí eran quejidos audibles, un intenso dolor en mi cabeza y una oscuridad me confundieron, no era una oscuridad total, podia ver una luz dispersa y tenue entrar por las cortinas de una puerta. Con los quejidos llegó una enfermera malmodienta y con mala cara. ¿Qué tiene? me preguntó. ay, ay enfermera, fue mala idea aventarme de la azotea. ¿Aventarse de la azotea?, está usted loco. me replicó. Usted llegó a este hospital por intoxicación alcóholica. Tuvo usted una pesadilla, es lo más seguro. ¿Una pesadilla? ¿Intoxicación alcóholica? entonces sí me tomé las doce cervezas, pero si me tomé todas esas cervezas no pudo ser un sueño solamente. La enfermera se fue y no me dio más detalles, aunque estoy seguro que no sabía mucho, no me quedó de otra que tratar de hacer memoria, pero que dificil era recordar con ese intenso dolor de cabeza. Por cierto, ¿Ganamos o perdimos ante Honduras? alli caí en la razón. Claro, que tonto soy, todo fue un sueño. Me dí cuenta de que era un sueño con las matemáticas, pero ¿Cuándo comencé a soñar? era obvio, todo comenzó en el segundo renglón, después del primer punto y coma, es decir, cuando comencé a ver la televisión. ¿Que por qué estoy seguro de eso? sencillo, porque no tengo televisión. Tampoco me tomé las doce cervezas, la enfermera dijo "intoxicación", no "congestión alcóholica". Solo me tomé una, pero jamás me fijé que estaba caducada.
Después me quedé dormido en el sofá; en la televisión no habia mas que fútbol, México vs Honduras,
que aprovechados, pensé, ya quiero ver que le metan seis goles a Estados Unidos, como en su último partido contra Cuba. No sé si México ganó o perdió, o como dicen los fanáticos no sé si ganamos o perdimos. ¿Ganamos o perdimos? pero si yo no jugué, ya sé, ya sé, es una expresión que no solo abarca solidaridad y patriotismo, también implica el orgullo de tener a un grupo de personas defendiendo el nombre de tu nación, como si de defender la soberanía se tratara. No voy a negarlo, sí he usado esa expresión (ganamos) pero no con el mismo significado implícito, tal vez solo por la inercia de la emoción colectiva. Me pregunto qué pensarán mis amigos españoles al ver la euforia de los fanaticos mexicanos, o qué pensarán los alemanes, o cualquier otra nación que al menos tenga la victoria en su historia de una copa mundial, en realidad no tengo la mínima idea. Cuando mexiquito iba con el segundo gol, miré a la mesa de centro y habia doce botellas vacías de cerveza. ¿Pero cómo?, si solo me he tomado un vacito. ¿Estaré tan borracho que ya no me acuerdo?; me levanté del sillón y me puse a brincar en un pie, no, no estoy borracho. En realidad me preocupé porque yo jamás me he embriagado, y con doce botellas era para que al menos ya estuviera fulminado, meado, y quizá balbuceando tonteria y media, o lo más probable, en un hospital internado por congestión alcóholica. Estaba realmente confundido cuando los comentaristas gritaron con euforia: ¡gooooooooool! habia caído el tercero de mexiquito (la selección mexicana) me senté a ver la repetición, ese gol fue digno, lo reconozco y acepto. Seguí viendo el partido, pero comencé a divagar en pensamientos de mis amigos, el trabajo, la familia, hasta que caí otra vez en el tema de las botellas vacías de cerveza. Doce cervezas y sigo como si nada, doce cervezas es mucho; a ver, si cada botella tiene 355 ml de cerveza, en total suman 4 litros con 260 ml. es demasiado alcohol en mis venas. ¡Un momento!, ¿Cómo hice tan rápido esta multiplicación si soy pésimo para las matemáticas? algo anda mal, esto debe ser un sueño, estoy seguro de eso. Sin pensar más me subí a la azotea y una vez allá dije; si es un sueño antes de estrellarme en el piso tengo que despertar, porque si mal no recuerdo, si muero en un sueño muero en la vida real, el cuerpo siempre despierta, el mismo cuerpo se encargara de avisarme. Así que sin más ni menos me aventé, eran como diez metros de altura y a mitad de vuelo pensé: ¿y si no es un seño? demasiado tarde. Cuando toqué el suelo todo se volvió negro y comencé a quejarme, no a gritos pero sí eran quejidos audibles, un intenso dolor en mi cabeza y una oscuridad me confundieron, no era una oscuridad total, podia ver una luz dispersa y tenue entrar por las cortinas de una puerta. Con los quejidos llegó una enfermera malmodienta y con mala cara. ¿Qué tiene? me preguntó. ay, ay enfermera, fue mala idea aventarme de la azotea. ¿Aventarse de la azotea?, está usted loco. me replicó. Usted llegó a este hospital por intoxicación alcóholica. Tuvo usted una pesadilla, es lo más seguro. ¿Una pesadilla? ¿Intoxicación alcóholica? entonces sí me tomé las doce cervezas, pero si me tomé todas esas cervezas no pudo ser un sueño solamente. La enfermera se fue y no me dio más detalles, aunque estoy seguro que no sabía mucho, no me quedó de otra que tratar de hacer memoria, pero que dificil era recordar con ese intenso dolor de cabeza. Por cierto, ¿Ganamos o perdimos ante Honduras? alli caí en la razón. Claro, que tonto soy, todo fue un sueño. Me dí cuenta de que era un sueño con las matemáticas, pero ¿Cuándo comencé a soñar? era obvio, todo comenzó en el segundo renglón, después del primer punto y coma, es decir, cuando comencé a ver la televisión. ¿Que por qué estoy seguro de eso? sencillo, porque no tengo televisión. Tampoco me tomé las doce cervezas, la enfermera dijo "intoxicación", no "congestión alcóholica". Solo me tomé una, pero jamás me fijé que estaba caducada.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)