viernes, 15 de marzo de 2019

INOCUIDAD


Entre tanto andar sin hacer nada, entre estar sentado y pensar en blanco, entre estar esperando a lo tonto y que pase el tiempo y que la misericordia de las siete de la tarde le otorgue la salida de su silla, de su lugar cerca de la frontera del delirio. Entre tantas cosas que son insípidas y triviales, por ejemplo, la huida por crímenes de rabietas, como si esa historia no fuera ya conocida por los anales familiares de la historia. En medio de pocas cosas relevantes sobre las que escribir, es decir, en medio de todo esto que no es nada complicado de sobrellevar, sino que solo es un intento burdo de explicar las cosas o de comprenderlas, como un grito de desesperación para encontrar una salida. En medio de asuntos vacíos que esperan adelante listos para aporrear su cuerpo. Siempre buscaba la respuesta a las cosas, por ejemplo, yo lo notaba trabajando a diario detrás del monitor corrigiendo faltas de ortografía, tomando sorbos de un vaso vacío de café, mirando las noticias de la bolsa y de reojo enterándose de la última exhalación del popocatépetl. Lo veía aburrido y transparente, neutral y afectado por las circunstancias, ubicado en medio de una situación de rechazo, de repudio, tal vez porque se sentía despreciado por las personas de su entorno, sentirse así por no poder responderles de la mejor manera, en pocas palabras se sentía rechazado por no hacerles sentir bien con su presencia, siendo de esa manera un hombre inútil e innecesario para alguien. Eso es terrible desde cualquier lugar de la existencia, solamente vivir y estar así sin significado para nadie, ser un bueno para nada. Eso agota a cualquier mente, desecha cualquier pensamiento de felicidad, agobia y deprime. Sentirse así es en ocasiones innecesario pues, de hecho, él tiene las cosas que bastarían para no experimentar ese estado degradado de la no materia mental, pero no era suficiente, pues después de sus motivos para no sentirse así, tenía episodios de ira, de una rabia incontenible del tipo que se trasfiere a la masa cerrada de sus puños y quiere golpear cualquier realidad tangible. Así es más fácil desahogarse, gritando mientras se golpea algo que no pueda gritar de dolor. Debe no poder gritar para que no se mezclen sus gritos con los suyos, porque eso sería confuso, escuchar gritos de desahogo y al mismo tiempo escuchar gritos de dolor eso genera confusión en más de uno. Estrictamente es que lo golpeado no se queje, no grite, no llore, hace falta un estado completo de sumisión. Hace falta encontrar la materia que pueda ser golpeada hasta la inconsciencia y que solo se levante y agradezca.


Esa parte de "malo" habita en él, así como habita en todos, pero mirarlo y comprender que le era demasiado urgente explorar con los golpes de sus manos esa realidad inequívoca, me llevó a querer ser golpeado, a anhelar el dolor y sentir el adormecimiento que precede a la inconsciencia, imaginar ese lugar oscuro, sentirme envuelto por la nada, por la indiferencia de mi Dios, eso me transmitió tranquilidad, me imaginé un ser panóptico postrado en una esquina de la destrucción de mi existencia. Me sentí tranquilo siendo aniquilado, palpé la satisfacción experimentada al deshacer un nudo, pues eso significaba el fin de dolores de cualquier índole; deshacer nudos es satisfactorio. Pero mirarlo a él, frustrado por todo lo que encorvaba su espalda, me llevaba a sentir dolor aun sin experimentar un golpe directo en mi cara, entonces conflictuaba mi interés, porque en ideales quería ser golpeado hasta la inconsciencia, pero al ver la física de sus puños el dolor se presentaba no solo como una idea sino como la obvia consecuencia de su reacción cavernícola. Entonces cuando comprendí eso, automáticamente el deseo se volvió estéril y desapareció como cualquier representación verbal o estructurada en el pensamiento primitivo de la mente. Solo quedaba seguir mirándolo a diario, sentado en la esquina derecha de mi visión, y quedaba seguir mirándolo como un boceto de carboncillo que a diario intentaba corregir los trazos del camino, de sus decisiones, de sus palabras, de su destino, de ese destino que se dice nadie nos pone, sino que se infringe desde nuestro interior. Me quedaba mirarlo, forzándose a fingir y poner un rostro rígido y acartonado. Me quedaba verlo como un reflejo inocuo e inservible que no sirve para explorar nada, que no sirve ni siquiera para contemplar el cristal pulido, mucho menos para ver la luz que atraviesa por las grietas y que dejan ver al otro lado. Sé que cuando lleguen las siete de la tarde no se irá, va a quedarse esperando hasta que sea yo quien se mueva, quien se levante de esta silla de ruedas y salga corriendo.


@viktor_reader


domingo, 10 de marzo de 2019

6:00 a.m.


Anoche el sueño escapo de mí. ¿sería la intramuscular de dexametasona, ketorolaco y ceftriaxona, más los mil miligramos de paracetamol? Sería la causa tal vez, me pasé de fármacos, eso es algo que nunca hago. Además, me tomé un café del seven, manejé setenta y tantos kilómetros y para finalizar la tarde tragué una grajea de hidroxizina pensando que ayudaría; tal vez no fue suficiente. ¿Qué será? ¿Será que me siento cerca de mi Dios, pero lo demás me quiere alejar? ¿será que ya lo estoy? ¡no! Es cierto, no cavilo nada bien las cosas en estas últimas semanas, pero no. Puede ser otra cosa, el próximo vuelo, por ejemplo, y la idea de no aterrizar, al menos no en la forma segura. Puede ser la distancia, aunque los kilómetros en sí me son indiferentes. Entonces, puedo corregir y atreverme a decir que puede ser ella. ¿será ella? Sí, puede ser, además ¿Quién no necesita a una musa? ¿Quién no necesita de cimientos y estructuras para construirse? Es necesario hacerlo, construirse, para después construir. Cualquier cosa puede ser: un relato, una historia que le anegue el alma, un poema quizá después de leer “canto general” y mirarla, hacerla parte de este continente, como un país más con un exótico e incomparable relieve y enajenarla de cualquier otra patria que no sea la tierra que sus pies pisan. O de manera adyacente apodarla “maga” y en París esperarla por los puentes, sabiendo que la casualidad también se compone, se escribe con la mirada. También se puede construir un perdón, para resanar las grietas de su remiendo y mi descostura. Se pueden decir mil palabras y solucionar las cosas con ninguna. Me puedo quedar cerca y permanecer inmóvil, aunque haciendo eso yo mismo me mataría, quieto no puedo quedarme. Tengo una musa, mis amigos; una musa, mis amigas. Tengo una musa que se esconde en la distancia húmeda de una selva de orquídeas diminutas que alguna vez le conté. Donde tuve vergüenza de irrumpir con mis paneles de sol para llevar luz, donde ellas no la necesitan. Así puede ser con ella, conmigo. Pero tengo una musa, ayer mientras conducía por las costas de Ensenada escuché su nombre, un locutor de San Diego lo pronunció por la radio y entonces lo escuché en una canción de Luis Eduardo Aute. La fui cantando hasta concluir y se quedó, a veces las personas se quedan sin avisar, a veces nos vamos o se van de manera igual. Pero ayer allí anduvo conmigo, revoloteando entre los vidrios y el parabrisas, su pelo se escapaba al bajar la ventanilla y atrapaba brisa. Tengo una musa mis amigos y tiene un nombre, sin embargo, ustedes pueden ponerle otro, cualquiera que a la mente les venga, porque es como la perspectiva que nos regala Magritte, para mí representa algo intangible, que me hace jugar en esa dimensión la cual para ustedes puede ser otra. ¡Vaya! Perspectiva, dicen que todo se trata del cristal con que se mira, pero ¡no!, es la perspectiva y sin cristal la mirada funciona mejor, ¡qué mejor cristal que su pupila!

Así me enerva la distancia y sus kilómetros de puntadas, de costuras remendadas, de hebras, de suturas, de esas que en la piel no se llevan. Me calma el ansiolítico, como me calma su palabra, la que tengo guardada en su libro de Tolstoi. Por supuesto que es simbólica su palabra porque en ese libro ella no ha escrito nada, es más bien una traducción que me prestó, que no prefiero, leí otra más vivaz, pero ella me entenderá si le digo, así es ella. Una musa, si la tienen o la consiguen por si no la tienen, así será, tal vez no todas, pero hablo en lo singular: comprensible, atenta a escuchar y platicar, después sabrá callar, tal vez de menos tal vez de más, de lo justo y en ocasiones callará por algo injusto. Una musa debe hablar de sus libros y tú debes escribirla en los tuyos, es la esencia de su existencia, es la recompensa, la tuya por supuesto. Si aquí hablo en segunda persona es porque es un consejo, una charla pendiente que ya está en un recoveco de mi maleta, redactada. Un consejo para mí, desde luego, para quién más podría ser, además de desatinado olvidadizo, solo yo. Para acordarme, para decir y después contarles que una musa cuando se encuentra, pero cuando llega, cuando nace cerca de ti y la conoces lejos, cuando te odia o cuando es amiga, cuando te escucha o te grita, te llora o te ríe, cuando me acuerdo, y no se acuerda. ¿Cuándo? Pregúntense, para que hallándola no lo olviden, ensayen, redacten, constrúyanse: constrúyanla, escriban de ella. De lo contrario se borra.

Hasta aquí, entonces, seguiré despierto.


@viktor_reader

merito a su diseñador