miércoles, 2 de noviembre de 2016

02/11/2016


Tengo la mala costumbre de dejar siempre mi maleta tirada en una esquina de mi cuarto, aunque…Por alguna extraña razón siempre la dejo abierta, quizá recordándome que siempre hay esperanza de volver, de ver amigos viejos, de caminar sobre calles de historias, de poder sentirse en casa.
Estos días han sido un caos…Ya te imaginarás.
Los días ya no saben, ¿Te acuerdas de mí? Porque yo ya no me reconozco, me pierdo en pensamientos, en canciones mirando la ventana del camión rumbo al trabajo. Mismo horario, mismas personas, mismas rutinas. ¿Dónde he estado?
Este silencio es tan aplastante que incluso se siente como una tumba. Ya no encuentro motivación y alegría, cuando estaba contigo pensé que por fin todo estaba saldado con mi pasado, que por fin podría comenzar a vivir, que jamás sería el de antes…el de siempre.
En estos días he pronunciado tan pocas palabras que incluso siento que la única forma que puedo expresarme es escribiendo. No sabes la cantidad de veces que en el trabajo de pronto me asalta un recuerdo de nosotros y la sonrisa me delata, y de golpe la realidad, la nostalgia, la agonía de saber que nunca más podré darle nuevos motivos a esa sonrisa…solo recuerdos. Porque de alguna manera yo ya tampoco estoy, me fui. Porque ya no soy aquel tipo que en su hora de comida se la pasaba sonriendo a una pantalla de celular, porque ahora soy aquel tipo callado con la mirada baja que come sin ganas en la última mesa, alejado de todos con la mirada fija en el salero.
Porque ya nadie merece seguir leyendo la misma historia de siempre, porque ni yo mismo podría ya seguir con la farsa de estar escribiendo por las mismas razones y buscar sinónimos…Escribir sobre mi vida como si eso le pudiera dar algún sentido; No. Hace años que yo ya estoy muerto, pero no me han avisado.
Antes de que sigas leyendo, necesito describirte el ambiente en el cuál te escribo. Te pido que entres a esta página: https://rainymood.com/  le des click en el ícono de “Play” y regreses aquí, si quieres, para seguir leyendo.
 ¿Recuerdas que te contaba que aquí no había llovido? ¿Qué extrañaba el frío? Pues, no sé cómo ni por qué pero hoy estaba metido en mi soledad, como normalmente ha sido casi siempre…Y una tormenta eléctrica iluminada el cielo mientras yo encendía un cigarro a base de recuerdos, con mi café siempre amigo y yo escuchaba la lluvia acercándose, sentía  un aire frío, de esos de nostalgia en la espalda y sentía como mis lágrimas se mezclaban en esas primeras gotas de diluvio…y el sonido de la lluvia bañaba todo, no había gente en la calle, las luces de la ciudad servían de paisaje sombrío que combinada con mi mirada triste y de desilusión.
Cuando llegaste, nada dentro de mí estaba en su sitio pero al mismo tiempo estabas tú, había estrellas y aún ahora, pedazos de eternidad. Y no había palabras, porque no había pensamiento posible para esa fuerza
Laura… Había olvidado lo bien que se siente repetir tu nombre. Había olvidado tu voz, tu sonrisa, hasta este momento en que te estoy escribiendo y vuelvo a sentir todo eso que sólo tú me haces sentir. Hubiéramos podido pasar toda la noche discutiendo, y la mañana siguiente, y el día siguiente. Si supieras cuánto he añorado nuestras discusiones.
Alguna vez llegué a escribir sobre la vida lo siguiente:
Que triste es ya la vida, se los digo yo que ya me asomé al abismo de la felicidad, donde las peores profecías se cumplen en el paisaje de esa ventana abierta a mitad de la noche.

Que triste es ya la vida detrás de esta infancia reprimida por algo que no soy, algo que estuvo y se fue entre las primeras tazas de café con música. 

Que triste es ya la vida que no vivo, la que recuerdo, la que quizá jamás tuve. 

Es ya triste la vida en el recuerdo de ayeres caducos, de cansancio de risas. Triste cuando saltábamos charcos como si fuera el atlántico para después abrazarnos en el vaivén de los amores primeros y así sumergirme en el mar de tus besos tiernos mientras acariciaba tu cabello mojado por la lluvia...triste.

Pequeñas cosas que me regala la vida, tristezas acechando mi puerta esperando a que me vista de gris, me ponga los audífonos y espere el lento y delicado susurro del reloj por las noches gritando más tiempo o quizá más noches o sólo tal vez, un poco más de paz y tardes de otoño. 

Que triste es ya la tarde cuando empiezo a echar de menos lo que nunca he tenido, lo que ni siquiera sé si existe. Estoy hecho un lío, como siempre, como ahora que es triste ya la vida de rutina y no de vicio.

¿Recuerdan que de niños volvíamos siempre con heridas pero aún así seguíamos jugando y haciendo travesuras? ...Creo que no aprendimos nada de eso. 
Y la verdad es que no, yo no aprendí nada…
Pensaba que todo había acabado, que yo andaba por ahí vagando, dando vueltas, buscando el norte, el sur, si es que lo busco. Pero si no lo buscara, ¿qué era eso? Lau era que te extrañaba, que me dolías en la piel, en la garganta, cada vez que respiraba era como si el vacío me entrara en el pecho donde, por ese momento, ya no estabas y buscaba que me hablaran de ti, eso hacen las personas cuando echan de menos a alguien. Buscaba tu rostro entre las nubes, me imaginaba tus rasgos en esas formas que se estiraban en el cielo. Te había escrito como jamás imagine que podía escribir. ¿Cuántas noches me dormí imaginando tu mirada, recordando la risa que nos entraba de repente hablando de cualquier tontería? Sombras cómplices que poblaban mis momentos de insomnio, ayudándome a redactar en mis cuadernos de letanía páginas enteras con las mismas palabras, los mismos sentimientos, los mismos sueños. Y lo peor será cuando trates de contarlo a otros, porque siempre llega un momento en que hay que tratar de contarlo a un amigo o a todos a la vez en la mesa del Café, esperando quizá vagamente que el hecho de contarlo, le dé por fin un sentido. Estarán allí, escuchándote, y también te harán preguntas, querrán ayudarte a recordar. Como si el recuerdo sirviera de algo.
Es durísimo amarse a distancia, o mejor dicho (Yo y mi maña de describir nuestra historia en plural), amarte a distancia. Quizá al escribirte quiera dejarte la libertad de no interrumpir el duelo de nuestra historia, si ya lo has empezado. Nuestro amor nació de nuestras diferencias, de esa hambre de descubrimiento que sentíamos todas las mañanas al despertar y ya que te hablo de mañanas nunca sabrás la cantidad de horas que soñé contigo y al despertar lo primero que me venía a la mente eras tú.
Siempre te conté todo lo que me pasaba y lo que sentía y tal vez te merecías algo mejor que tristes relatos pero, ¿cómo decirte que te amaba sin al menos haberlo intentado? Esta noche que te escribo estas líneas la verdad que impera es que te amo tal y como eres,  y jamás querría que fueras de otra manera, te amo sin comprenderlo todo de ti, convencido de que el tiempo me daría la manera de hacerlo; quizá en medio de todo este amor olvidaba a veces preguntarte si tú me amabas hasta el punto de abrazar todo lo que nos separa. También nunca me dejabas tiempo de hacerte esa pregunta, como tampoco te la dejabas a ti misma.
Una vez me dijeron que yo no renuncio a nada, simplemente hago que las cosas renuncien a mí, aún no lo entiendo muy bien pero supongo que Yo, con mis candados y llaves de aire, Yo, que escribo con humo hago algo mal. No hay sustancias  más letales que esas que se cuelan por cualquier parte, que se respiran sin saberlo, en las palabras o en el amor o en la amistad.
Pero estoy llorando lo mismo, y te escribo esta carta porque no sé, porque a lo mejor me equivoco, porque a lo mejor soy demasiado malo para escribir, porque tengo ilusiones, o porque soy estúpido, no mucho, un poco pero eso es terrible, la sola idea me da cólicos. Y aunque nunca me propuse la felicidad (No es excusa ni una justificación) la encontré contigo. A veces siento que no se puede querer lo que quiero, y en la forma en que lo quiero, y de yapa compartir la vida con otros. Había que saber estar solo y que tanto querer hiciera su obra, me salvara o me matara. Y después de eso, salir al aire de la noche, con la cara lavada por el tiempo y unirse al mundo, a la gran locura, a la inmensa burrada, abrirse a la cristalización del deseo, al encuentro. Lau, por primera vez no es penoso para mí ceder a la melancolía, con un nuevo cigarrillo que se va entre suspiros de recuerdos y me da calor. Mi diagnóstico es sencillo: Sé que no tengo remedio.
Amor mío, no te quiero por ti ni por mi ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no eres mía y eres todo para mí, porque en lo más profundo de la posesión  no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tus palabras, de tu risa, hay horas que me atormenta amarte tanto, para ti la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo porque me quieres de una forma que yo no te quiero. Ese silencio desde donde es posible la música. Total parcial: Te quiero. Total general: Te amo.
He soñado mucho contigo, pero lo malo no es el sueño. Lo malo es eso a lo que llaman despertarse. ¿No te pasa que te despiertas a veces con la exacta conciencia de que en ese momento empieza una increíble equivocación? Nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos. La mejor cualidad de mis antepasados es la de estar muertos; espero modesta pero orgullosamente el momento de heredarla, tiempo suficiente, tal vez, para perder todo interés en ti y olvidar. No estarás aquí, pero estás eso es seguro y una vez más te incluyo sin derecho, imaginariamente, como un consuelo por tanta distancia y tanto silencio.
Ahora estoy alejado del yo que empezó a escribir hace una hora y del yo que terminará de escribir. Autotestigo y autojuez, autobiógrafo irónico entre dos cigarrillos. Solamente me acuerdo de que debí soñar algo tan maravilloso y que al final me sentía como expulsado (o yéndome, pero a la fuerza) del sueño que irremediablemente quedaba a mis espaldas. Sabía que sin fe no ocurre nada de lo que debería ocurrir, y con fe casi siempre tampoco. La alegría inútil en mitad de la peor tristeza y en mitad de la alegría sentirse triste y sucio, con la piel cansada y los ojos legañosos, oliendo a noche sin sueño, a ausencia culpable, a falta de distancia para comprender si había hecho bien todo lo que había estado haciendo o no haciendo en este tiempo. Y callar entonces sería vil, tú y yo sabemos demasiado de algo que no es nosotros.
Y después el café sería el vendaje que aislaría la piel de los roces demasiado ásperos del recuerdo, un sistema consecutivo de paragolpes y aisladores que la inteligencia establecería como siempre entre la tarde que te conocí y la noche en que estoy escribiendo esto, entre lo que fuera quedando de esa tarde en la mañana siguiente y los días sucesivos, hasta el olvido.Porque me olvidaré”, me dije irónicamente, “y en el fondo eso será lo peor, volver a andar bajo los árboles como si no hubiera pasado nada, absuelto por el olvido, devuelto a la aptitud y a la eficacia”. Cualquiera me hubiera tratado amablemente de suicida postergado.


He caminado entre extraños hasta sentirme normal, he querido arrebatar alegrías a la nostalgia de mis antiguos amores. He pensado en si querrás tenerme para ti y ahí he parado de pensar, sólo soy alguien que te extraña a deshoras y sonríe con el recuerdo de nuestro primer beso que fue tan corto que todavía dura.



En tu mirada está el secreto de una pasión que consume y contagia, en tus labios el sabor de algo que destruye y armoniza, en tu cabello una tormenta de suspiros de pequeñas cosas que provocan enormes alegrías. Por las noches, entre sombras, nos inventaríamos y nos volveríamos a deshacer para vestirme de mañana y abrazarte mientras duermes. Me encontrarías como fruta al desayuno y el sabor te sería familiar al resbalar por tu boca y dirías mi nombre. Contigo no quiero un “Antes” o un “Después”, no en esta vida pues eres el único por qué del andar de mi presente, tu libertad es prófuga de mis deseos y entonces vengo a escribir palabras que no expresan ni una milésima de lo que yo siento por ti.



Lo siento no soy bueno, estoy más cerca de ser un comediante que un caballero, tu risa la concibo como un amuleto, la necesito colgada a mi cuello, ahuyentando la soledad de mi cuarto y los fantasmas que observan del otro lado de la cama. Sigo sin saber qué escribir cuando no te escribo a ti. 
Pero también te he visto ser tu misma y lo que eso conlleva…Y eso enserio que no se puede describir ni en un poema. Y entonces quisiera tenerte a mi lado y que me dijeras que no dijera nada para poder mirarte y contártelo todo. Y nada dolería en ese instante mientras yo seguiría inventando palabras para que ese momento no acabara nunca y poder así darnos forma de eternidad y sentir una vez más tus pequeñas manos de curar heridas, tus labios de amor y besos, tus mejillas rosadas y tu espalda llena de constelaciones poéticas que recitaría una a una con mis manos.
No hay nada que pueda añadir al listado de excusas desnumeradas con las que he construido este deseo de ti. Hay algo de hermoso en lo cotidiano de esperarte, de leerte, de pensarte.
Mi valentía cubierta de vergüenza, estas letras subrayando tu nombre, el sueño de poder tenerte aquí, entre palabras y besos al fin mía.

Incluso podríamos perdonarnos todo aquello que no nos hicimos, sin estar asustados por lo que no perdimos. Que quizá tu risa conmigo sea el único camino porque ¿con qué metáfora podría definirte? Tus ojos de poesía y tu sonrisa de paisaje. ¿Cómo podría imaginarme a alguien como tú? Qué va. Mis sueños eran más pequeños. No existe ningún pasado al qué regresar, no éramos nosotros, lo que cuenta es tú y yo, ahora. Contándonos historias parecidas e involucradas debajo de una sábana esperando que el huracán que lleva tu amor de mujer me empuje hacia ti para terminar viendo el cielo juntos, sin más remedio que aceptar esa tormenta de alegrías mientras mi mano viajera y dudosa descanse en tus piernas extrayendo de ti esa salvaje ternura. Testigos fugaces y disfrazados de todos los detalles que no nos ha dado la vida y que no hemos olvidado. Poder pintar a detalle tu voz y sentirte como bálsamo a tantas cosas, a tanto tiempo.
Pero pudo más la soledad…Hay noches las que puedes resumir como un abrazo que no puedes dar, un grito que nadie escucha o palabras que te tragas en tu contra. 

Siempre he salido herido cuando escribo como me muero. 

A veces quisiera relacionar los sentimientos sin llegar a la propia crueldad pero tendría que matar mi honestidad. Es más fácil hablar de cosas alegres que de cosas tristes. 

Todos los días con mi tormenta de presagios y el recuerdo que se escapa en forma de humo, como un instante que nunca ves aproximarse pero que siempre llega.
Aprendí de esas cosas que se aprenden haciéndolas. Fugaces recuerdos de infancias perdidas y difuntas, el orgullo inservible de sentirse elegido por la nostalgia.

Y así se van esos días en los que sonreír podría parecer un atentado contra los principios por los cuáles se están escribiendo estas líneas. Heridas tan verdaderas que solo les falta corona para estar más muertas que yo. 
Miradas calladas, sueños torpes y sin completar, promesas que jamás llegan y se oxidan. Todas las mañanas le preguntaba a mis ojeras ¿Hasta cuándo la felicidad? Y me decía a mí mismo que nunca más, y nunca más llegaba en la noche. Todas las noches. La derrota asumida sin más por este odio alargado, ese jamás constante y único, del siempre nunca. 

¿Qué será más inútil?, ¿Las palabras o la esperanza? No lo sé, pero a estas alturas ya ni siquiera puedo sorprenderme de mi propia miseria. 
Porque aquí es donde uno empieza a sonreír a las personas mientras les dices “Estoy bien, que te valga madre porque estoy llorando”. Toda esta mierda no es por las mentiras que digo, aquí se aprende a mentir aunque no te guste. Pero no, no son por las mentiras que digo, sino por las verdades que me callo y que intento escribir como si eso les pudiera dar un sentido. ¿De quién es la culpa, del que falla el tiro o del que no dispara? Pero claro, no vengo aquí a cambiar mis heridas por trofeos, a veces quisiera levantar un maldito muro entre yo y los demás, con una pequeña plaquita que diga “No necesitas a nadie”. Qué bien se siente creerte tus propias mentiras, ¿no? Es tan fácil cortarme cuando las palabras son de cristal, mis heridas están abiertas así que puedes pasar. 

Llevo días limpiando recuerdos y lamiendo mis propias heridas. He pensado en dejar de escribir en pro de la victoria de mi derrota. 
Pero no, aquí sigo dándome de puñaladas para ver hasta donde aguanto, o hasta donde ya no importe.

Me hubiera gustado pasar este día contigo, a tu lado. En cambio lo haré sólo con mis recuerdos, como casi siempre, con tan mala compañía como suelo ser yo. Yo en mi departamento tan chico, tan frío y lleno de melancolías. 

Y tal vez tendría que festejar la incertidumbre, tratar de callar los recuerdos y dejar que este silencio me diga algo entre las líneas que escribo. Lo bueno es que probablemente aún haya ojos para verlo, aunque no me lo pueda explicar ni yo mismo. Maldita tormenta de letras, no sé si lo que hago es desahogarme o todo lo contrario. A veces lo peor de ti es precisamente lo mejor.

Cortázar decía que hasta lo inesperado acaba en costumbre cuando se ha aprendido a soportar. Tiene algo de razón, pero aquí la pregunta es ¿Cuánto puedes soportar? Pienso en todas las personas que entran y salen en éste instante de mi vida, me veo en el reflejo del espejo y ya no estoy seguro de reconocerme, aceptar como un pacto la soledad y seguir adelante como se pueda, aunque sea a rastras. Resignarte a la costumbre. 
En éstos días los fantasmas de mi pasado me han atormentado de sobremanera, recuerdos a los que les abro la puerta y los invito a mi mesa a cenar mientras yo me siento en este trono de falsedades con mi corona de alegrías. 

Empezamos a creer en el infierno una vez que vemos el cielo. Yo no creía en muchas cosas, pero creía en ti…creía en nosotros, en este amor, en todo lo que nos unía y nos separaba. Todo aquello que anhelé o lo que descubrí contigo. 
Amor… esa palabra, sinónimo de tu nombre y antónimo regular de la distancia y la ausencia.

 Te imagino y te pienso de una forma que ni yo puedo entender, te pienso a futuro pero que pendejada, el futuro es un lujo que ya no podemos darnos.
Siempre he sido de las personas que prefieren su mundo interno, su jardín de locuras. Su soledad compartida…
Y entre tanto y tanto aquí me tienes, besándote de nuevo en éstas palabras, buscando tu recuerdo entre las soledades y los escalofríos de esta noche y matándome de prisas para no alargar más la despedida que tú sola has emprendido hace ya unos días. Tus momentos se van a llenar de amigos, de alegrías nuevas. Quizá dentro de poco habrá alguien que te acompañe en el camino de tu vida y junto a él compartas el amor que yo no tenía merecido y a lo mejor también intente, como yo, decirte palabras burdas de amor mientras tú lo besas y pronuncias su nombre un millón de veces, y en cada una de ellas será eterno por el tiempo que dure.
Hay que tener un diccionario de realidad para los sueños imposibles. 


Curioso escrito y recuerdo del pasado sobre lo que podría haber sido y no fue. Después de todo, vivir en un drama es una manera de existir como cualquier otra y sé que la vida no se tiene que vivir de recuerdos ni mucho menos confundir esos recuerdos con anhelos. La felicidad necesita certezas porque la soledad es la peor compañía que puedes tener. 
Dicen que los pensamientos de dos personas que se quieren  siempre terminan por encontrarse, así que me preguntaba a menudo antes de dormirme por las noches si tú también pensabas en mí cuando yo pensaba en ti.
No puedo hacerte ninguna pregunta, porque como siempre se estrellaría entre sonrisas amables y explicaciones a medias. Aquí trato de expresarme, trato de decir adiós para siempre. Maldita tendencia de ingeniero a terminar limpiamente todo lo que se empieza, a no dejar nada inconcluso. ¿Qué vida no es una tragedia?

 Eres la persona a la que más he dejado ver en mi pasado, a nadie más le he confiado tanto, sólo contigo no me da miedo mostrar mis temores, mis sueños, mis metas, mis sentimientos, mis pensamientos…mis letras. Soy el que ahora conoces y nadie jamás ha visto, el que te quiere y te piensa a deshoras, el que escribe sin destinatario, el que lucha y el que pierde, el que escribe a ritmo de 5/4 de jazz. El que jamás volverás a ver.
Si te he dicho lo que sentía es precisamente para que te quedes. Lo sabes bien, todo lo que nos desune es en el fondo lo que nos deja vivir tan bien juntos. Si empezáramos a callarnos lo que sentimos, los dos perderíamos la libertad.


No sé si estás líneas sean el adiós definitivo porque acabo de terminar de escribir y yo me quedé sin poder pensar, envenenándome con el humo del cigarro, viendo la lluvia caer y pensando en ti.

Quizá no pude escoger mejor fecha para honrar a estas ilusiones, a esa fugaz felicidad. Quizá no pude escoger mejor fecha para poner mi propio altar de muertos.
Quizá no pude escoger mejor fecha para al fin despedirme de las letras, pues ya no tengo nada más que decir. Me despido de volver a escribir jamás…De ti.

Yo espero cualquier cosa de esta noche, hay como una atmósfera de fin del mundo

Te amo.


Escrito Por:
Alguien que ya no está.