Tengo la mala costumbre de dejar
siempre mi maleta tirada en una esquina de mi cuarto, aunque…Por alguna extraña
razón siempre la dejo abierta, quizá recordándome que siempre hay esperanza de
volver, de ver amigos viejos, de caminar sobre calles de historias, de poder
sentirse en casa.
Estos días han sido un caos…Ya te
imaginarás.
Los días ya no saben, ¿Te acuerdas
de mí? Porque yo ya no me reconozco, me pierdo en pensamientos, en canciones
mirando la ventana del camión rumbo al trabajo. Mismo horario, mismas personas,
mismas rutinas. ¿Dónde he estado?
Este silencio es tan aplastante que
incluso se siente como una tumba. Ya no encuentro motivación y alegría, cuando
estaba contigo pensé que por fin todo estaba saldado con mi pasado, que por fin
podría comenzar a vivir, que jamás sería el de antes…el de siempre.
En estos días he pronunciado tan
pocas palabras que incluso siento que la única forma que puedo expresarme es
escribiendo. No sabes la cantidad de veces que en el trabajo de pronto me
asalta un recuerdo de nosotros y la sonrisa me delata, y de golpe la realidad,
la nostalgia, la agonía de saber que nunca más podré darle nuevos motivos a esa
sonrisa…solo recuerdos. Porque de alguna manera yo ya tampoco estoy, me fui. Porque
ya no soy aquel tipo que en su hora de comida se la pasaba sonriendo a una
pantalla de celular, porque ahora soy aquel tipo callado con la mirada baja que
come sin ganas en la última mesa, alejado de todos con la mirada fija en el
salero.
Porque ya nadie merece seguir
leyendo la misma historia de siempre, porque ni yo mismo podría ya seguir con
la farsa de estar escribiendo por las mismas razones y buscar sinónimos…Escribir
sobre mi vida como si eso le pudiera dar algún sentido; No. Hace años que yo ya
estoy muerto, pero no me han avisado.
Antes de que sigas leyendo,
necesito describirte el ambiente en el cuál te escribo. Te pido que entres a
esta página: https://rainymood.com/ le des click en el ícono de “Play” y regreses
aquí, si quieres, para seguir leyendo.
¿Recuerdas que te contaba que aquí no había
llovido? ¿Qué extrañaba el frío? Pues, no sé cómo ni por qué pero hoy estaba metido
en mi soledad, como normalmente ha sido casi siempre…Y una tormenta eléctrica
iluminada el cielo mientras yo encendía un cigarro a base de recuerdos, con mi
café siempre amigo y yo escuchaba la lluvia acercándose, sentía un aire frío, de esos de nostalgia en la
espalda y sentía como mis lágrimas se mezclaban en esas primeras gotas de
diluvio…y el sonido de la lluvia bañaba todo, no había gente en la calle, las
luces de la ciudad servían de paisaje sombrío que combinada con mi mirada
triste y de desilusión.
Cuando llegaste, nada dentro de mí
estaba en su sitio pero al mismo tiempo estabas tú, había estrellas y aún
ahora, pedazos de eternidad. Y no había
palabras, porque no había pensamiento posible para esa fuerza
Laura… Había olvidado lo bien que se
siente repetir tu nombre. Había olvidado tu voz, tu sonrisa, hasta este momento
en que te estoy escribiendo y vuelvo a sentir todo eso que sólo tú me haces
sentir. Hubiéramos podido pasar toda la noche discutiendo, y la mañana
siguiente, y el día siguiente. Si supieras cuánto he añorado nuestras
discusiones.
Alguna vez llegué a escribir sobre
la vida lo siguiente:
Que triste es ya la vida, se los
digo yo que ya me asomé al abismo de la felicidad, donde las peores profecías
se cumplen en el paisaje de esa ventana abierta a mitad de la noche.
Que triste es ya la vida detrás de esta infancia reprimida por algo que no soy, algo que estuvo y se fue entre las primeras tazas de café con música.
Que triste es ya la vida que no vivo, la que recuerdo, la que quizá jamás tuve.
Es ya triste la vida en el recuerdo de ayeres caducos, de cansancio de risas. Triste cuando saltábamos charcos como si fuera el atlántico para después abrazarnos en el vaivén de los amores primeros y así sumergirme en el mar de tus besos tiernos mientras acariciaba tu cabello mojado por la lluvia...triste.
Pequeñas cosas que me regala la vida, tristezas acechando mi puerta esperando a que me vista de gris, me ponga los audífonos y espere el lento y delicado susurro del reloj por las noches gritando más tiempo o quizá más noches o sólo tal vez, un poco más de paz y tardes de otoño.
Que triste es ya la tarde cuando empiezo a echar de menos lo que nunca he tenido, lo que ni siquiera sé si existe. Estoy hecho un lío, como siempre, como ahora que es triste ya la vida de rutina y no de vicio.
¿Recuerdan que de niños volvíamos siempre con heridas pero aún así seguíamos jugando y haciendo travesuras? ...Creo que no aprendimos nada de eso.
Y la verdad es que no, yo no
aprendí nada…
Pensaba que todo había acabado, que
yo andaba por ahí vagando, dando vueltas, buscando el norte, el sur, si es que
lo busco. Pero si no lo buscara, ¿qué era eso? Lau era que te extrañaba, que me
dolías en la piel, en la garganta, cada vez que respiraba era como si el vacío
me entrara en el pecho donde, por ese momento, ya no estabas y buscaba que me
hablaran de ti, eso hacen las personas cuando echan de menos a alguien. Buscaba
tu rostro entre las nubes, me imaginaba tus rasgos en esas formas que se
estiraban en el cielo. Te había escrito como jamás imagine que podía escribir.
¿Cuántas noches me dormí imaginando tu mirada, recordando la risa que nos
entraba de repente hablando de cualquier tontería? Sombras cómplices que
poblaban mis momentos de insomnio, ayudándome a redactar en mis cuadernos de
letanía páginas enteras con las mismas palabras, los mismos sentimientos, los
mismos sueños. Y lo peor será
cuando trates de contarlo a otros, porque siempre llega un momento en que hay
que tratar de contarlo a un amigo o
a todos
a la vez en la mesa del Café, esperando quizá
vagamente que el hecho de contarlo, le dé por
fin un sentido. Estarán allí, escuchándote, y también te harán preguntas,
querrán ayudarte a recordar. Como
si el recuerdo sirviera de algo.
Es durísimo amarse a distancia, o
mejor dicho (Yo y mi maña de describir nuestra historia en plural), amarte a
distancia. Quizá al escribirte quiera dejarte la libertad de no interrumpir el
duelo de nuestra historia, si ya lo has empezado. Nuestro amor nació de
nuestras diferencias, de esa hambre de descubrimiento que sentíamos todas las
mañanas al despertar y ya que te hablo de mañanas nunca sabrás la cantidad de
horas que soñé contigo y al despertar lo primero que me venía a la mente eras
tú.
Siempre te conté todo lo que me
pasaba y lo que sentía y tal vez te merecías algo mejor que tristes relatos
pero, ¿cómo decirte que te amaba sin al menos haberlo intentado? Esta noche que
te escribo estas líneas la verdad que impera es que te amo tal y como
eres, y jamás querría que fueras de otra
manera, te amo sin comprenderlo todo de ti, convencido de que el tiempo me
daría la manera de hacerlo; quizá en medio de todo este amor olvidaba a veces
preguntarte si tú me amabas hasta el punto de abrazar todo lo que nos separa.
También nunca me dejabas tiempo de hacerte esa pregunta, como tampoco te la
dejabas a ti misma.
Una vez me dijeron que yo no
renuncio a nada, simplemente hago que las cosas renuncien a mí, aún no lo
entiendo muy bien pero supongo que Yo, con mis candados y llaves de aire, Yo,
que escribo con humo hago algo mal. No hay sustancias más letales que esas que se cuelan por
cualquier parte, que se respiran sin saberlo, en las palabras o en el amor o en
la amistad.
Pero estoy llorando lo mismo, y te
escribo esta carta porque no sé, porque a lo mejor me equivoco, porque a lo
mejor soy demasiado malo para escribir, porque tengo ilusiones, o porque soy
estúpido, no mucho, un poco pero eso es terrible, la sola idea me da cólicos. Y
aunque nunca me propuse la felicidad (No es excusa ni una justificación) la
encontré contigo. A veces siento que no se puede querer lo que quiero, y en la
forma en que lo quiero, y de yapa compartir la vida con otros. Había que saber
estar solo y que tanto querer hiciera su obra, me salvara o me matara. Y
después de eso, salir al aire de la noche, con la cara lavada por el tiempo y
unirse al mundo, a la gran locura, a la inmensa burrada, abrirse a la
cristalización del deseo, al encuentro. Lau, por primera vez no es penoso para
mí ceder a la melancolía, con un nuevo cigarrillo que se va entre suspiros de
recuerdos y me da calor. Mi diagnóstico es sencillo: Sé que no tengo remedio.
Amor mío, no te quiero por ti ni
por mi ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a
quererte, te quiero porque no eres mía y eres todo para mí, porque en lo más
profundo de la posesión no estás en mí,
no te alcanzo, no paso de tus palabras, de tu risa, hay horas que me atormenta
amarte tanto, para ti la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes
que yo porque me quieres de una forma que yo no te quiero. Ese silencio desde
donde es posible la música. Total parcial: Te quiero. Total general: Te amo.
He soñado mucho contigo, pero lo
malo no es el sueño. Lo malo es eso a lo que llaman despertarse. ¿No te pasa
que te despiertas a veces con la exacta conciencia de que en ese momento
empieza una increíble equivocación? Nos asomamos a veces a lo que fuimos antes
de ser esto que vaya a saber si somos. La mejor cualidad de mis antepasados es
la de estar muertos; espero modesta pero orgullosamente el momento de
heredarla, tiempo suficiente, tal vez, para perder todo interés en ti y olvidar.
No estarás aquí, pero estás eso es seguro y una vez más te incluyo sin derecho, imaginariamente, como un consuelo por tanta distancia y
tanto silencio.
Ahora estoy alejado del yo que
empezó a escribir hace una hora y del yo que terminará de escribir. Autotestigo
y autojuez, autobiógrafo irónico entre dos cigarrillos. Solamente me acuerdo de
que debí soñar algo tan maravilloso y que al final me sentía como expulsado (o
yéndome, pero a la fuerza) del sueño que irremediablemente quedaba a mis
espaldas. Sabía que sin fe no ocurre nada de lo que debería ocurrir, y con fe
casi siempre tampoco. La alegría inútil en mitad de la peor tristeza y en mitad
de la alegría sentirse triste y sucio, con la piel cansada y los ojos
legañosos, oliendo a noche sin sueño, a ausencia culpable, a falta de distancia
para comprender si había hecho bien todo lo que había estado haciendo o no
haciendo en este tiempo. Y callar
entonces sería vil, tú y yo sabemos demasiado de algo que no es nosotros.
Y después
el café sería el vendaje que aislaría la piel de los roces demasiado ásperos
del recuerdo, un sistema consecutivo de paragolpes y aisladores que la
inteligencia establecería como siempre entre la tarde que te conocí y la noche en que estoy escribiendo
esto, entre lo que fuera quedando de esa tarde en
la mañana siguiente y los días sucesivos, hasta el olvido.“Porque me olvidaré”, me dije irónicamente, “y en el fondo eso será lo peor, volver a andar bajo los árboles como si
no
hubiera pasado nada, absuelto por el olvido,
devuelto a la aptitud y a la eficacia”. Cualquiera
me hubiera tratado amablemente
de suicida postergado.
He caminado entre extraños hasta
sentirme normal, he querido arrebatar alegrías a la nostalgia de mis antiguos
amores. He pensado en si querrás tenerme para ti y ahí he parado de pensar,
sólo soy alguien que te extraña a deshoras y sonríe con el recuerdo de nuestro
primer beso que fue tan corto que todavía dura.
En tu mirada está el secreto de una pasión que consume y contagia, en tus labios el sabor de algo que destruye y armoniza, en tu cabello una tormenta de suspiros de pequeñas cosas que provocan enormes alegrías. Por las noches, entre sombras, nos inventaríamos y nos volveríamos a deshacer para vestirme de mañana y abrazarte mientras duermes. Me encontrarías como fruta al desayuno y el sabor te sería familiar al resbalar por tu boca y dirías mi nombre. Contigo no quiero un “Antes” o un “Después”, no en esta vida pues eres el único por qué del andar de mi presente, tu libertad es prófuga de mis deseos y entonces vengo a escribir palabras que no expresan ni una milésima de lo que yo siento por ti.
Lo siento no soy bueno, estoy más cerca de ser un comediante que un caballero, tu risa la concibo como un amuleto, la necesito colgada a mi cuello, ahuyentando la soledad de mi cuarto y los fantasmas que observan del otro lado de la cama. Sigo sin saber qué escribir cuando no te escribo a ti.
En tu mirada está el secreto de una pasión que consume y contagia, en tus labios el sabor de algo que destruye y armoniza, en tu cabello una tormenta de suspiros de pequeñas cosas que provocan enormes alegrías. Por las noches, entre sombras, nos inventaríamos y nos volveríamos a deshacer para vestirme de mañana y abrazarte mientras duermes. Me encontrarías como fruta al desayuno y el sabor te sería familiar al resbalar por tu boca y dirías mi nombre. Contigo no quiero un “Antes” o un “Después”, no en esta vida pues eres el único por qué del andar de mi presente, tu libertad es prófuga de mis deseos y entonces vengo a escribir palabras que no expresan ni una milésima de lo que yo siento por ti.
Lo siento no soy bueno, estoy más cerca de ser un comediante que un caballero, tu risa la concibo como un amuleto, la necesito colgada a mi cuello, ahuyentando la soledad de mi cuarto y los fantasmas que observan del otro lado de la cama. Sigo sin saber qué escribir cuando no te escribo a ti.
Pero también te he visto ser tu
misma y lo que eso conlleva…Y eso enserio que no se puede describir ni en un
poema. Y entonces quisiera tenerte a mi lado y que me dijeras que no dijera
nada para poder mirarte y contártelo todo. Y nada dolería en ese instante
mientras yo seguiría inventando palabras para que ese momento no acabara nunca
y poder así darnos forma de eternidad y sentir una vez más tus pequeñas manos
de curar heridas, tus labios de amor y besos, tus mejillas rosadas y tu espalda
llena de constelaciones poéticas que recitaría una a una con mis manos.
No hay nada que pueda añadir al
listado de excusas desnumeradas con las que he construido este deseo de ti. Hay
algo de hermoso en lo cotidiano de esperarte, de leerte, de pensarte.
Mi valentía cubierta de vergüenza,
estas letras subrayando tu nombre, el sueño de poder tenerte aquí, entre
palabras y besos al fin mía.
Incluso podríamos perdonarnos todo
aquello que no nos hicimos, sin estar asustados por lo que no perdimos. Que
quizá tu risa conmigo sea el único camino porque ¿con qué metáfora podría
definirte? Tus ojos de poesía y tu sonrisa de paisaje. ¿Cómo podría imaginarme
a alguien como tú? Qué va. Mis sueños eran más pequeños. No existe ningún
pasado al qué regresar, no éramos nosotros, lo que cuenta es tú y yo, ahora. Contándonos
historias parecidas e involucradas debajo de una sábana esperando que el
huracán que lleva tu amor de mujer me empuje hacia ti para terminar viendo el
cielo juntos, sin más remedio que aceptar esa tormenta de alegrías mientras mi
mano viajera y dudosa descanse en tus piernas extrayendo de ti esa salvaje
ternura. Testigos fugaces y disfrazados de todos los detalles que no nos ha
dado la vida y que no hemos olvidado. Poder pintar a detalle tu voz y sentirte
como bálsamo a tantas cosas, a tanto tiempo.
Pero pudo más la soledad…Hay noches
las que puedes resumir como un abrazo que no puedes dar, un grito que nadie
escucha o palabras que te tragas en tu contra.
Siempre he salido herido cuando
escribo como me muero.
A veces quisiera relacionar los sentimientos
sin llegar a la propia crueldad pero tendría que matar mi honestidad. Es más
fácil hablar de cosas alegres que de cosas tristes.
Todos los días con mi tormenta de
presagios y el recuerdo que se escapa en forma de humo, como un instante que
nunca ves aproximarse pero que siempre llega.
Aprendí de esas cosas que se
aprenden haciéndolas. Fugaces recuerdos de infancias perdidas y difuntas, el
orgullo inservible de sentirse elegido por la nostalgia.
Y así se van esos días en los que
sonreír podría parecer un atentado contra los principios por los cuáles se
están escribiendo estas líneas. Heridas tan verdaderas que solo les falta
corona para estar más muertas que yo.
Miradas calladas, sueños torpes y
sin completar, promesas que jamás llegan y se oxidan. Todas las mañanas le
preguntaba a mis ojeras ¿Hasta cuándo la felicidad? Y me decía a mí mismo que
nunca más, y nunca más llegaba en la noche. Todas las noches. La derrota
asumida sin más por este odio alargado, ese jamás constante y único, del
siempre nunca.
¿Qué será más inútil?, ¿Las
palabras o la esperanza? No lo sé, pero a estas alturas ya ni siquiera puedo
sorprenderme de mi propia miseria.
Porque aquí es donde uno empieza a
sonreír a las personas mientras les dices “Estoy bien, que te valga madre
porque estoy llorando”. Toda esta mierda no es por las mentiras que digo, aquí
se aprende a mentir aunque no te guste. Pero no, no son por las mentiras que
digo, sino por las verdades que me callo y que intento escribir como si eso les
pudiera dar un sentido. ¿De quién es la culpa, del que falla el tiro o del que
no dispara? Pero claro, no vengo aquí a cambiar mis heridas por trofeos, a veces
quisiera levantar un maldito muro entre yo y los demás, con una pequeña
plaquita que diga “No necesitas a nadie”. Qué bien se siente creerte tus
propias mentiras, ¿no? Es tan fácil cortarme cuando las palabras son de
cristal, mis heridas están abiertas así que puedes pasar.
Llevo días limpiando recuerdos y
lamiendo mis propias heridas. He pensado en dejar de escribir en pro de la
victoria de mi derrota.
Pero no, aquí sigo dándome de
puñaladas para ver hasta donde aguanto, o hasta donde ya no importe.
Me hubiera gustado pasar este día
contigo, a tu lado. En cambio lo haré sólo con mis recuerdos, como casi
siempre, con tan mala compañía como suelo ser yo. Yo en mi departamento tan
chico, tan frío y lleno de melancolías.
Y tal vez tendría que festejar la
incertidumbre, tratar de callar los recuerdos y dejar que este silencio me diga
algo entre las líneas que escribo. Lo bueno es que probablemente aún haya ojos
para verlo, aunque no me lo pueda explicar ni yo mismo. Maldita tormenta de
letras, no sé si lo que hago es desahogarme o todo lo contrario. A veces lo
peor de ti es precisamente lo mejor.
Cortázar decía que hasta lo
inesperado acaba en costumbre cuando se ha aprendido a soportar. Tiene algo de
razón, pero aquí la pregunta es ¿Cuánto puedes soportar? Pienso en todas las
personas que entran y salen en éste instante de mi vida, me veo en el reflejo
del espejo y ya no estoy seguro de reconocerme, aceptar como un pacto la
soledad y seguir adelante como se pueda, aunque sea a rastras. Resignarte a la costumbre.
En éstos días los fantasmas de mi
pasado me han atormentado de sobremanera, recuerdos a los que les abro la
puerta y los invito a mi mesa a cenar mientras yo me siento en este trono de
falsedades con mi corona de alegrías.
Empezamos a creer en el infierno
una vez que vemos el cielo. Yo no creía en muchas cosas, pero creía en ti…creía
en nosotros, en este amor, en todo lo que nos unía y nos separaba. Todo aquello
que anhelé o lo que descubrí contigo.
Amor… esa palabra, sinónimo de tu
nombre y antónimo regular de la distancia y la ausencia.
Te imagino y te pienso de una
forma que ni yo puedo entender, te pienso a futuro pero que pendejada, el
futuro es un lujo que ya no podemos darnos.
Siempre he sido de las personas que
prefieren su mundo interno, su jardín de locuras. Su soledad compartida…
Y entre tanto y tanto aquí me
tienes, besándote de nuevo en éstas palabras, buscando tu recuerdo entre las
soledades y los escalofríos de esta noche y matándome de prisas para no alargar
más la despedida que tú sola has emprendido hace ya unos días. Tus momentos se
van a llenar de amigos, de alegrías nuevas. Quizá dentro de poco habrá alguien
que te acompañe en el camino de tu vida y junto a él compartas el amor que yo
no tenía merecido y a lo mejor también intente, como yo, decirte palabras
burdas de amor mientras tú lo besas y pronuncias su nombre un millón de veces,
y en cada una de ellas será eterno por el tiempo que dure.
Hay que tener un diccionario de
realidad para los sueños imposibles.
Curioso escrito y recuerdo del
pasado sobre lo que podría haber sido y no fue. Después de todo, vivir en un
drama es una manera de existir como cualquier otra y sé que la vida no se tiene
que vivir de recuerdos ni mucho menos confundir esos recuerdos con anhelos. La
felicidad necesita certezas porque la soledad es la peor compañía que puedes
tener.
Dicen que los pensamientos de dos
personas que se quieren siempre terminan por encontrarse, así que me
preguntaba a menudo antes de dormirme por las noches si tú también pensabas en
mí cuando yo pensaba en ti.
No puedo hacerte ninguna pregunta,
porque como siempre se estrellaría entre sonrisas amables y explicaciones a
medias. Aquí trato de expresarme, trato de decir adiós para siempre. Maldita
tendencia de ingeniero a terminar limpiamente todo lo que se empieza, a no
dejar nada inconcluso. ¿Qué vida no es una tragedia?
Eres la persona a la que más
he dejado ver en mi pasado, a nadie más le he confiado tanto, sólo contigo no
me da miedo mostrar mis temores, mis sueños, mis metas, mis sentimientos, mis
pensamientos…mis letras. Soy el que ahora conoces y nadie jamás ha visto, el
que te quiere y te piensa a deshoras, el que escribe sin destinatario, el que
lucha y el que pierde, el que escribe a ritmo de 5/4 de jazz. El que jamás
volverás a ver.
Si
te he dicho lo que sentía es precisamente para que te quedes. Lo sabes bien,
todo lo que nos desune es en el fondo lo que nos deja vivir tan bien juntos. Si
empezáramos a callarnos lo que sentimos, los dos perderíamos la libertad.
No sé si estás líneas sean el adiós
definitivo porque acabo de terminar de escribir y yo me quedé sin poder
pensar, envenenándome con el humo del cigarro, viendo la lluvia caer y
pensando en ti.
Quizá no pude escoger mejor fecha para
honrar a estas ilusiones, a esa fugaz felicidad. Quizá no pude escoger mejor
fecha para poner mi propio altar de muertos.
Quizá no pude escoger mejor fecha
para al fin despedirme de las letras, pues ya no tengo nada más que decir. Me
despido de volver a escribir jamás…De ti.
Yo espero cualquier cosa de esta
noche, hay como una atmósfera de fin del mundo
Te amo.
Te amo.
Escrito Por:
Alguien que ya no está.
Alguien que ya no está.