(Estos pensamientos nacieron en un viaje
de los autobuses Teziutecos, en el tramo San José Acateno- Teziutlán- Puebla
Capital)
No
te entiendo cuando leo tus cartas, no es por la ortografía, ni la puntuación.
No es el inicio ni la despedida, no es el punto y coma que pones a merced de
tus caprichos, ni la caligrafía que tienes. Nada tengo en contra del papel y la
tinta, realmente nada por favor créeme. No quise decir todo esto por carta,
caería yo en el mismo vicio del cual me quiero redimir y cómo quedaría yo
después de eso, si después de esto que te digo ahora, sé muy bien que no
querrás jamás volver a verme. Valoro mucho mi pasado, es como una bitácora en
mi biblioteca. De allí retomo muchas
cosas, las recuerdo, las desempolvo y en ocasiones escarbo para guardarlas
más en secreto. Por eso tengo tus cartas de estos dos años que llevamos de
escribirnos y leernos, por eso conservo intactos los sobres blancos de papel
bond con estampillas del tren poblano, resguardo tu fotografía junto a la mía,
en aquella caja de metal que me obsequiaste y que veo cada vez que me siento a
escribirte, situada en la esquina del ropero entre el baúl y el librero. Tu
foto estuvo por mucho tiempo en el cajón
del buró, apenas hace unos días que la atesoré en la caja, el tiempo también
comenzaba a arrugar tu piel en el papel fotográfico.
Bueno,
no sé cómo decirlo y siento pena en verdad, pero hace tiempo que no aprecio la
misma emoción al recibir tu carta, la abro con una rutina impropia y la leo
como una verdad desvelada. La distancia ha cumplido su papel en nuestra
relación y la monotonía llegó a nuestras
vidas prematuramente. No nos abatió de viejos bajo un mismo techo como alguna
vez nos imaginamos, después de pasar la vida juntos, solo le bastaron dos años
y meses para disgregar lo que al principio se unió bajo el cobijo de una
emoción, y ni siquiera vivimos un día en la misma casa. Como todas las emociones,
ésta fue hermosa y en particular ha sido la más duradera en mi vida. Don
Raúl, el cartero que me llevó cada una
de tus cartas durante dos años, hasta hace mes y medio que lo dejé de ver
porque lo ascendieron y movieron para la capital, él alguna vez me dijo:
Es
bueno que se visiten de vez en cuando, que se vean y se platiquen de frente a
frente. Mediante una carta se pueden tocar el alma cuando se leen, pero jamás
podrás tocar su piel con tus letras, ni ver sus ojos, ni acariciar su pelo. No
podrás hacer eso sobre la dura piel de la palabra.
Más
que abordar el autobús, abordé el consejo y viajé cuatro horas hasta aquí. Cuando
llegué a la central de autobuses de Puebla, seguía pensando en qué palabras
decirte. Caminé hasta la fuente de los frailes y me senté a esperarte en el
parque que está a un lado, te vi aparecer en la distancia y te aproximabas con
rapidez, yo seguía sin saber qué decir, lo primero que se me ocurrió fue lo
mismo que te dije en aquella fiesta, cuando te encontré en la sala, en medio de
aquella bulla. Estabas sentada junto a los sillones, atrás de ti había un cuadro pintado al óleo, una copia barata
de Claude Monet…
(Después de pensar tantas cosas que
decir, durante el cansado viaje, se congeló mi voz al verla frente a mí y no
dije nada, ésta vez fue ella quien habló primero y si mal no recuerdo fue la
última ocasión que nos hablamos)
- ¡Hola!
¿Llevas tiempo esperando? Discúlpame. ¿Qué tal estuvo tu viaje?
-
¡Hola! No te preocupes, el viaje estuvo bien ¿Conoces algún lugar donde podamos
tomarnos un café y platicar?
-
Claro, hay uno cerca, no necesitamos tomar la ruta, caminando llegamos en tres
minutos. Perdóname que no haya respondido a tu carta, no he tenido mucho tiempo
para pensar en una buena respuesta.
-
Descuida, la verdad es que hace algún tiempo que no te entiendo cuando leo tus cartas.
-
¿Como?
- No
es por la ortografía ni la puntuación, no es el inicio ni la despedida… Te
explico mejor cuando lleguemos al café…
(Se me enervó la piel, las fuerzas, el
habla y la vista. Todo se consumía en aquel inflexible silencio. ¡Me mintió!
fueron dos minutos con dos segundos hasta aquella cafetería, no los tres que me
dijo; sin embargo en ese tiempo vinieron a mi mente más pensamientos que en las
cuatro horas de recorrido. De haber sabido hubiera disfrutado el viaje)
Por: Víctor López (viktor_reader)