Hubo un tiempo que nadie me veía—
comentó la rosa a su amigo —creí que para siempre sería así, que pasaría desapercibida
a los ojos de la gente, que nadie se acercaría a tocar el terciopelo de mis pétalos,
ni a oler el perfume de mi piel. Incluso el pastizal era más feliz que yo, lo
miraba jugar con el aire y reír con el más delicado desliz. —te faltaba
madurar— dijo su amigo —sí, te faltaba madurar, porque eras tan solo un
capullo, por eso nadie te veía ni te prestaba atención. Verás mi querida rosa— hizo
pausa su amigo para aclarar la garganta —el mundo funciona así, todos ven la
belleza expuesta, como la que enseñas hoy, pero nadie puede ver por dentro del
capullo la belleza que se está gestando, solo cuando ese capullo eclosiona
todos admiran lo que en secreto preparaba aquel tímido botón de envoltura verde.
— yo creía que eran mis espinas las que ahuyentaban a mis admiradores— interrumpió
la rosa —intenté quitarlas de mí, pero fue imposible. —hubieras perecido de
haberlo hecho, pues lo que a ti te molestaba a la vez te protegía, la espina no
es otra cosa que un brote más en el tallo, como lo es la hoja, como también lo
es el capullo y finalmente como lo es la flor. — ahora que lo recuerdo suena
demasiado absurdo. —comentó la rosa— también absurda es esta conversación—
declaró su amigo— tuviste éxito, porque sí existe un modo de mirar dentro del
capullo —¿cómo? — exclamó asustada la rosa— pues cuando alguien no quiere
esperar llega un día con una navaja y abre el capullo por la mitad, solo por
el ocio de ver la belleza interna, es un método cruel de admirar lo que a
simple vista no se puede ver. Corriste con suerte — prosiguió su amigo— porque alguien pudo llegar y
destrozarte por fuera y por dentro también y jamás hubieras existido como flor.
—es demasiado inhumano— suspiró la rosa — así funciona el mundo mi querida
amiga, si te descuidas, alguien puede llegar un día y destrozarte y de nada serviría
suspirar porque nadie se fija en ti, entonces sí sería demasiado absurdo
sentirte fea porque en realidad llegarías a serlo, no solo por fuera sino, peor
aún, por dentro también.
La rosa y su amigo vivieron plenamente su etapa de flor, hasta que llegó la mano que trilló la hierba y alargó la hoja que cortó sus tallos, de esa manera también perecieron al igual que la simple hierba que se pisa sin dejar suspiros.
AUTOR: Víctor López (@viktor_reader)
AUTOR: Víctor López (@viktor_reader)