domingo, 27 de marzo de 2016

FRÍOS

Sintió frío de regreso a casa, la piel se le cuarteaba al entrar en contacto con el aire gélido que golpeaba su cara, se cristalizaban sus poros, el dióxido que exhalaba se congelaba a la intemperie. Pero no quiso averiguar si era el invierno despidiéndose o simplemente se encontraba sola.

Víctor López @Viktor_reader



lunes, 21 de marzo de 2016

REDUNDANCIAS DE UN ERROR, EL CAFÉ, LA LUNA Y EL FRÍO.



Hoy con tanto cielo nublado, con el frío instalado en cada patio de esta ciudad, el agua portándose sutil a los rechazos de la gente y aún así recordándoles que no es ella la llovizna pasajera, sino que el hombre es el efímero. Hoy con todos los recuerdos me senté a leer, tomar café y maldecir al sistema que ha envuelto al más débil habitante, sumergiéndolo aún más en su estado intransigente de individuo. Hasta el café mismo me supo dulce, siendo superado por el amargor de la alteración, por el desgarro de un error y una derrota ajena, de ese alguien que he llegado a amar y, antes que nada, respetar. Nada puedo hacer, solo, tal vez, echarle más sal a la herida para cauterizarla, una herida que duele mucho aun cuando no supura el divieso en mi piel.

Quise entonces recordar un día soleado. Comencé por imaginar al sol disimulado en la espalda del cerro, derritiendo las sombras hasta extenderlas en el piso como una sábana tejida de noches, ocultando todo y protegiendo al hombre del miedo a la oscuridad y de los seres que rondan en ella. Se quedó el calor en mi recuerdo y mi mente en los senderos de la cima de aquella loma que se eleva fastuosa en el declive de este lugar. Ese recuerdo articuló y me dejó en otro recuerdo: aquella noche cuando subí a la cima del mismo cerro. Y así sin darme cuenta retocé de memoria en memoria, la totalidad ya eran callosidades en mi conciencia y no representaba ningún peligro reposar en ellas. Recordé a Mariana y su sonrisa, recordé el viaje con ella y el regreso años más tarde solo. Me quedé atorado un rato viendo sus fotografías y después continué mis recuerdos (sin ella), solo me hacía falta mirarla para no olvidar su rostro, porque ya había olvidado su presencia y desde cuando que ignoraba su ausencia. Mientras partía y transitaba recordando, dos o tres tazas más de café consumí y noté en la última un ligero sabor áspero, hasta que en el trago final distinguí su sabor original: un tostado oscuro, molido grueso, para hervir, sin leche y sin ningún otro aditamento absurdo. Cualquier cosa que se le agrega al café, incluso el azúcar, estropea y menoscaba la esencia de un líquido casi igual de vital e importante que el agua. El café por lo tanto se toma solo, con nada y con nadie. Me llegó la noche y un posterior recuerdo: una luna nueva en un cielo totalmente despejado. Si no fuera porque la luna es muy grande, las luces de esta ciudad también la eclipsarían y nadie voltearía a mirarla porque habrían olvidado que está allí. Alegremente la luna es demasiado importante, no tanto por su tamaño sino por su grandeza. —"¿Quién hizo ese hueco en el cielo?"— es la luna, respondí. —“¿Quién hizo la luna?” “¿Quién la construyó?”— Me volvió a preguntar el niño. Pasó mucho tiempo para poder responderle a ese pequeño que era yo, pues no encontraba la respuesta, tristemente siendo algo tan importante en el cielo pocos saben y conocen de la luna. Para Jaime Sabines era vida y un remedio para todo y para García Lorca era algo totalmente opuesto. Para mí, aquella noche que contemplé la luna, significó la evidencia clara de las mentiras del hombre. Sentí vergüenza de mí mismo, quise quedarme sin voz y grité para exiliarla. Recordé las palabras que en el oído de ella situé: “si me amas, si te quedas cien años a mi lado, la luna de escabel te pondré”. Prometer la luna no es pecado, no cumplir la promesa es lo infame, y allí está la luna vigente, demostrando que ningún hombre ha logrado cumplir su palabra. Tal vez por eso se fue de mi lado, tal vez Mariana cuando ve la luna me aborrece. Pienso y recuerdo.


Ustedes disculparan el orden alterado de mis ideas, lo que pasa es que así me llegaron los recuerdos, no todos porque fueron bastantes, pero los esenciales quise contarles y el último en especial porque si a alguien le prometí algo que no le pude cumplir quiero suplicar por su perdón y su comprensión. No hay especial atención en estas palabras, no hay significado oculto ni altanería en mis dichos, solo quise escribir para quien guste leer, especialmente porque leer es como jugar al aire libre en un día de tormenta y aun así no mojarse ni padecer frío, no temer de los rayos, no temblar por los truenos, y hoy hace frío y llueve. Tampoco deseo parecer un Paulo Coelho que quiere motivarlos y llenarlos de fuerza cósmica y positivismo, solo quería escribir para dejar de sentir frío, un frío absurdo que me concede dormir un poco, pero me prohíbe totalmente descansar.

por: Víctor López (@viktor_reader)

miércoles, 9 de marzo de 2016

APOLOGÍA

Hoy que tantas cosas han llegado, entre todo un poco de cinismo mezclado, disfrazado con olor a bravura, me animo a decirte una verdad inexistente hasta esta línea. Quiero expresar que en parte ha sido el efecto del lúpulo, la malta y la levadura lo que me ha orillado a empellones a decirte todo esto que vergüenza y apocamiento producen en mi paladar y en la boca del estómago. Allí mismo quedan los sedimentos y el sabor a penitencia, allí escondidos como un tesoro para mí, pero para ti como escoria. 
  
Me hace daño verte, es la verdad en la que tanto he redundado, me hace daño porque te veo feliz y no sé si realmente así eres. En verdad ¿qué me incumbe tu placidez? me pregunto y yo mismo me ignoro con un nuevo pensamiento donde resides. Por otro lado, yo luzco feliz en mi reflejo y por dentro reconozco que lo soy, lo estoy cada día desde hace años. Entonces no comprendo la tensión en tu presencia. Ese bochorno en tu rubor y la candidez de tu pupila, me siembran ideas parasitarias como pequeños tardígrados imposibles de erradicar. Si fuera tu recuerdo añil, poco a poco en la languidez de cualquier tarde se iría desvaneciendo como agonizante rayo de sol, si fuera de porcelana, con la torpeza de mis dedos al querer ser lisonjeros, terminaría por hacer añicos tu sutil memoria de ingenuidad y sustento. Anclado a ese cuerpo tuyo no dejo miradas, sino miríadas de hálitos pendientes, santiamenes de vida desperdigados por la corteza de esa existencia tuya, perfumada de galimatías y muy bien engalanada por tu sonrisa. Si verte me provoca tanto, hablarte me despoja de todo, incauta la singularidad de mi persona y me vuelve huésped de intangibles y etéreos escenarios.


¿Quién fuera tu trovador? Dice Silvio Rodríguez en sus anhelos. Haré uso descarado de la sinceridad para decir: ¿Quién fuera aquel que es? ¿Quién fuera el que va a ser? Porque yo soy el que no será. No me saques de la duda porque he de perderte.

Víctor López (@viktor_reader)