jueves, 28 de julio de 2022

Ella.

 


Cuento con ella, no cuento con ella,
Como aquella frase: “Me acuerdo, no me acuerdo”.
 
Mutuo, recíproco, trivial, producido o fortuito,
cualquier verbo o sustantivo. Cualquier escenario
describiría el surgir de nuestras conversaciones.
 
Le conté de todo y ahora no cuento con ella.
Me confió varias cosas y ahora ni escucharme puede.
Ella, voy a redundar en “ella”.
En la lejanía se forja,
transmuta entre letras y palabras.
Ella ríe, lloró ella, en pretérito ella existe,
un paso adelante y futuro es ella, pero presente no, no está,
no físicamente, no es frente a mí material, tangible.
No es ella.
 
Anda rompiendo neblina y quebrando lluvia.
Cobija al frío y libera tibies de su cabellera.
Duerme debajo de encinos, sobre duraznos y hierbas secas.
Duerme enredada en un lío que al despertar resuelve ella.
 
No está, enfatizo y les recuerdo.
Si la ven no le hablen, ignórenla,
dejen que pase de largo, su voz tiene algo pendiente con mi oído.

Les aviso que se desvanece, pues siempre lleva prisa en su andar.
Pero sí existe y es veraz, lo es.
 
No parpadeen cuando la miren porque así de rápido se va.
Se desvanece, se los aseguro, cuando quise distinguirla se había ido.
Dejé de mirarla, entonces, descubrí su secreto: dejar de mirarla,
así ella evita la responsabilidad de no retornar lo que uno le da. 
Aprendí a escucharla y solo así se quedó:
La escucho a diario, incluso a través de la trama de los kilómetros.
La escucho solo en mis recuerdos.
¡No está! les recuerdo, no está, porque no la miro.
Pero se quedó en mi oído, en la memoria del tímpano.
Se quedó en la charla de un café perdido.
 
Allá está ella, lejos, reservada para cuando lleguen los aguaceros.
Ella no sabe que estamos ante las puertas del invierno,
o quizá sí lo sabe y decide ignorarlo.
pero cuando junio esté por llegar volverá su eco, la escucharé,
entonces la escucharé, en junio la escucharé.
Junio nunca llega tarde.
Si la ven no le hablen, ignórenla,
dejen que pase de largo, su voz tiene algo pendiente con mi tímpano,
dejen que se vaya, es mi mexicana, mi mestiza,

¿acaso ustedes no saben de quién hablo?.



 

domingo, 4 de abril de 2021

 

No tengo nada en la mente que me resulte útil para mostrar, eso desencadena una cascada de banalidades, la boca vacía es una consecuencia. La mayor parte del día la gasto imaginando un futuro difuminado y ambiguo que probablemente nunca llegue a ser realidad. Me atoro a lo largo de la semana en ideales y suspiros, en sueños y utopías que hacen daño, así lo percibo, porque me estanco en una cloaca de pensamientos que al final resultan estar en el lugar correcto, pues el 95% suele ser mierda inodora, incolora, pero con un sabor a jarilla que se aloja en la garganta y allí permanece el resto del día, a veces duerme conmigo y despierta minutos después de que abro los ojos por la mañana.

El divague cuando tengo unas cervezas encima, sin la necesidad de estar borracho, es diferente. Ayer después de cierta película cuestioné algunos asuntos divinos que caben dentro de la palabra, arcaica, herejía. Fue así que me pregunté ¿por qué Dios nos creó mortales? Si él es inmortal, eterno, que no tuvo inicio ni tendrá fin. ¿qué parte de su amor, de su justicia, sabiduría y poder lo llevó a crear al hombre a su imagen, pero mortal? Si cuando veo a mi hijo reír me gustaría que viviera para siempre, que no muriera jamás. La biblia dice que la eternidad está en el corazón del hombre, pero ¿qué pasa con lo inmortal? La respuesta obvia que de inmediato se me presenta es que no fuimos creados así, eso no lo incluye nuestro albedrío y nunca lo incluyó, por lo tanto, no aspiramos a ello como una opción. Allí radica lo divino. Nada aparte de Dios llegó a ser inmortal, vaya, ni siquiera ángeles y en ese contexto también estaba incluido el hijo de Dios, Jesús; sin embargo, de acuerdo con la narrativa bíblica, después del sacrificio de Jesús aquí en la tierra, uno de los beneficios de su obediencia abnegada hacia su padre fue la inmortalidad. Los beneficios se extendieron también a sus apóstoles, excluido Judas, además de un número limitado de ungidos que fueron seleccionados de la tierra para gobernar con Jesús en un reinado milenario con sede en el cielo, los beneficios de ese reinado serían aplicados tanto en el cielo como en la tierra, teniendo concordancia con las palabras del “padre nuestro”: “Hágase tu voluntad tanto en el cielo así también sobre la tierra”. El número de esos escogidos para ser cogobernantes con cristo es de “144 000”, abriendo así un paréntesis extenso con varias preguntas y aclaraciones sobre cómo serían escogidos de entre todos los humanos los candidatos para ser eternos, ¿qué nos sucede al morir? ¿hay vida después de la muerte? ¿qué sucederá con los que no seamos escogidos para dicho galardón?, etc.

Cuando adán y Eva quebrantaron el mandamiento en el jardín del Edén, como consecuencia de esa emancipación manifiesta que arrojaron contra Dios al comer de dicho fruto, perdieron la perfección. Negando así a Dios el derecho que tenía para dirigirnos, para ser nuestro gobernante, nuestro Dios. Desde entonces el hombre ha intentado demostrar que es capaz de dirigir su paso, dejando atrás los rastros y la evidencia de su capacidad o de su incapacidad, como muchos lo ven. Nosotros al ser hijos de Adán y Eva hemos heredado ese pecado y con ello la imperfección y la muerte. ¿Quiere decir que antes de dicho evento los padres de toda la humanidad eran inmortales?, no lo creo así. Ellos tenían la juventud eterna y la muerte no los tocaba siempre y cuando ellos no la buscaran, porque si intentaban arrojarse a las entrañas de un volcán era obvio que perecerían, eso lleva a la conclusión de que no eran inmortales. En cambio, nosotros experimentamos la muerte por vejez, asesinato, enfermedades, accidentes, y eso es algo que ellos no conocían y que después de comer del fruto nos heredaron. Todo esto deja como residuo algunas preguntas como:¿Por qué tuvo que ser así? ¿Por qué darnos albedrío y luego poner enfrente la tentación? En este segmento mi fe me dicta que debo dejar de cuestionar.

Cito las palabras del profeta Habacuc “Oh, Jehová, ¿hasta cuándo? “¿Por qué toleras tanta opresión?” ¿Hasta cuando tengo que gritar por ayuda para que tú oigas?

Muchas personas enjauladas en la religión de sus ideas dicen que a Dios no se le debe cuestionar, sin embargo, después de que Habacuc le cuestionó de forma tan desesperada y enérgica, hasta cierto punto, Dios dirigió su atención hacia él y le dio una respuesta. No trato hacer apología de mi discutir. El derecho implícito en nuestra existencia es cuestionar, quedarnos callados es negar la semejanza que tenemos con Dios, rechazar ese aliento de vida que Dios le puso a aquel muñeco de barro desagradecido. Cuando llego a este grado de preguntas me doy cuenta de que me siento perdido, sin rumbo fijo, como ola impelida por el viento. Al final, a veces antes de quedar dormido, me humillo ante mi Dios y le ruego perdón, aunque la mayor parte del tiempo me olvido de él. Hay necesidades espirituales que nuestra imperfección no nos permite saciar. La espiritualidad es algo perfecto. ¿cómo puede un contenedor de barro frágil y fisurado contenerla? Por eso necesitamos aceptar esa parte de nuestro ser: la imperfección. Después podremos comprender que no podemos reflejar una espiritualidad perfecta, pero que sí puede resultar de agrado a Dios, como aquel dibujo que un hijo le hace a su padre como regalo, aun viendo que para nada es una obra de arte que se aproxime a la realidad, sin embargo, el esfuerzo manifiesto es suficiente para el padre. Es como si Dios aceptara nuestros garabatos sobre un papel llamado vida, siempre y cuando estén guiados por sus mandamientos, comprendiendo que somos incapaces de hacerlos de una manera cabal.

No quiero ni pretendo agraviar a alguien, muchas veces por eso me quedo callado, sobre todo porque es difícil andar por esta porción de mundo y encontrar a alguien con quien tener conversaciones de este tipo, triviales quizá, necesarias y olvidadas al mismo tiempo. Dando crédito a Nietzsche es cierto, tal vez, que Dios ha muerto, pero no de muerte natural por supuesto. Claro que para morir primero tuvo que estar vivo. Y si asignamos la muerte de Dios al mismo lugar que la muerte de un ser querido, sabiendo que cuando recordamos a ese ser querido es como si lo mantuviéramos vivo en nuestro interior. Tal vez la muerte de Dios no fue más que una oración para llenar un renglón vacío en una hoja de papel, al igual que lo son las letras en este pequeño texto. Y si quitamos ese Dios individual e interno y lo aceptamos como colectivo y universal, contemplando la vigencia de las religiones, las guerras actuales en nombre de “dios” disfrazadas y respaldadas por la geopolítica, podemos tomar todo eso como una evidencia cotejada ante la expresión de que Dios ha muerto. No, no ha muerto, solo está a la espera para manifestarse.

 Ya para terminar debo mencionar que al decir que Dios puede manifestarse es porque la muerte de Dios mencionada por Nietzsche (esto es un punto de vista muy personal sobre dicha frase, sin tratar de menospreciar a dicho personaje ¿Quién soy yo al final de cuentas?)  cabe dentro de la perspectiva que muchas personas tienen sobre Dios, y es que si comprendemos un poco después de una lectura bíblica notaremos que él tiene personalidad. Sin embargo, denominamos a Dios como una ser mágico, mítico, o una simple invención del hombre como explicación a las cosas metafísicas que hasta la actualidad le es difícil comprender y por lo tanto explicar. Mas yo creo que Dios es un ser real que está conformado de una física que no conocemos, se dice que es un espíritu, invisible por consecuencia, pero no podemos denostar su existencia con nuestra incapacidad de comprensión, hay muchas cosas en nuestro universo comprendido y explicado por la ciencia que no podemos ver y aun así podemos percibir: la luz, el aire, la gravedad, el tiempo, por mencionar algunos.  Creo firmemente que Dios habita en un universo diferente al nuestro, regido por leyes de una física superior a las que conocemos y de otras tantas que no. Tomo como indicio la oración del rey salomón “Si ni los cielos, ni siquiera el cielo de los cielos, pueden contenerte” … de aquí la idea, además de una lectura reforzada con otras obras de consulta. Un ser mágico sí puede habitar en nosotros como habita una idea, pero algo real no.

Muchas de las verdades dictaminadas pueden resultar ser una falacia, solo basta comer del fruto y querer demostrarlo. Lo imperfecto solo puede dar a luz cosas imperfectas. ¿hasta cuándo, entonces, seguiremos con esta existencia heredada, incompleta y precaria?

domingo, 26 de abril de 2020

BOSQUE DE CEDROS

Y nos cayó la tarde en aquel bosque de cedros.
Había un olor amargo de varas quebradas recientemente y un ligero olor a madera seca desprendiéndose de la alfombra de hojas tendidas en el suelo.
No había más lugar que el bosque entero, nos sentamos en el mejor lugar y comenzó la brisa a mover las ramas.
Si no han visto caer las semillas de cedro no podrán comprender la aerodinámica de su descenso, no saben de la gracia con que se siembran, no podrán comprender por qué quedé sumida en el embeleso. Seguían cayendo hojas y semillas, seguía cayendo la tarde. Permanecimos sentados, él recargado en el tronco de un cedro viejo y yo recostada en la mezclilla de su pantalón.
Cayeron tantas semillas y él sembró en mí tantos besos. Cayeron hojas y después cayó la lluvia.
No miramos las nubes por estar mirándonos, no volteamos hacia el cielo, se nos olvidó, él y yo decidimos ser terrenales, no vimos, más allá de las copas de los árboles no quisimos ver. Debajo permanecimos él y yo.
El agua nos obligó a escapar de allí, era una lluvia de junio. No había tanta prisa pues no había lugares para escamparse del chubasco. Caminamos con rumbo a encontrar la carretera principal para abordar el autobús que pasaría más tarde. Escurrió tanta agua sobre nosotros que nuestros dedos se arrugaron, casi como ahora está nuestra piel.
Durante el viaje no hubo nada, ni palabras ni besos ni miradas. No era necesario, ya había sucedido: me refiero a su entrega. Entré a la casa sabiendo que aquel improbable suceso se había vuelto probable: probé sus labios. Sin buscar la forma de que sucediera hallé la horma y me acomodé en ella. Sin planear nada aterricé en su cuerpo, en lo cóncavo de su abdomen.
Ahora, ya después de tantos años, él viejo y yo once años menor, no quedó nada de aquella tarde, solo el recuerdo, pero permítanme agregar que eso es más que suficiente. No hace falta una vida, a veces la vida se siembra en un momento que se queda y no se olvida, tal vez con los episodios de alzhéimer se me nuble la memoria y sé que con el tiempo toda la memoria me fallará, pero ahora, por el momento, me place recordarlo, aun sabiendo que nunca llegamos a entablar relación alguna, que nunca compartimos vida.
La historia, la nuestra, es más complicada, la vida no lo es tanto.
Escribo de él porque al atardecer se me olvidará cómo sujetar el lapicero, dónde guardo la libreta, dónde estoy y de dónde vengo, se irán desprendiendo mis recuerdos como hojas en aquella tarde, como semillas, también por eso escribo: ¿Dónde germinarán?.

Lo bueno de la lucidez es saber a dónde voy. Me dice Nora, quien me cuida, que los episodios de olvido tardan más, de cualquier manera nada quedará en el olvido, todo será recordado, pues creo en la utópica idea de que toda la vida pasa frente nuestros ojos antes, justo antes, de morir. 
Pero esa, la muerte, es otra historia.

por: @viktor_reader

miércoles, 1 de abril de 2020

TÚ, AGUACERO


La lluvia solo existe cuando la ves caer, cuando sientes la frialdad hosca, ajena a los poros de tu piel correr a trote libre hasta que la humedad es residuo y se vuelve huésped de tu cuerpo.

Si por casualidad a mitad de noche te despierta el sonido impetuoso de un aguacero solitario, vagabundo y bohemio, (sin truenos o rayos que iluminen el cielo), podrás percibir, al asomarte por la ventana, que se escucha el sonido líquido de las goteras golpeteando la tierra, buscando durante el breve espacio en el que atraviesan el aire rumbo al suelo, un cause posible rumbo al mar. Pero abre bien los ojos, busca a través del vidrio de tu guarida, escudriña la oscuridad en busca de la lluvia y te darás cuenta que no existe. No podrá existir mientras tu curiosidad esté basada en el sonido emitido por algo que no puedes ver. 

Desde el utópico lugar de tu descanso no puede haber más que una tregua risible con tu ego. Ese mismo ego procura aislar todo lo tangible que tu cuerpo es capaz de percibir y enfrascarlo dentro de paredes de concreto que te inyectan el placebo pensamiento de que estás a salvo. 

Así como lluvia camuflada resulta ese nombre tuyo. Puedo escucharlo resonar en mi tímpano, pero no puedo distinguirlo a plenitud. Conozco cada letra, la he sentido recorrer el aire, la he creído atravesar las paredes y adherirse a ellas y me gusta contemplar las marcas que dejan las sílabas kamikaze de tu nombre. Y no puedo más que echar aire en lo más recóndito de mis pulmones y dejarlo allí. 
Puedo resumir entonces que eres mi lluvia, escondida y desapercibida provocando fríos y sueños.

Por: Víctor López (@viktor_reader)




viernes, 15 de marzo de 2019

INOCUIDAD


Entre tanto andar sin hacer nada, entre estar sentado y pensar en blanco, entre estar esperando a lo tonto y que pase el tiempo y que la misericordia de las siete de la tarde le otorgue la salida de su silla, de su lugar cerca de la frontera del delirio. Entre tantas cosas que son insípidas y triviales, por ejemplo, la huida por crímenes de rabietas, como si esa historia no fuera ya conocida por los anales familiares de la historia. En medio de pocas cosas relevantes sobre las que escribir, es decir, en medio de todo esto que no es nada complicado de sobrellevar, sino que solo es un intento burdo de explicar las cosas o de comprenderlas, como un grito de desesperación para encontrar una salida. En medio de asuntos vacíos que esperan adelante listos para aporrear su cuerpo. Siempre buscaba la respuesta a las cosas, por ejemplo, yo lo notaba trabajando a diario detrás del monitor corrigiendo faltas de ortografía, tomando sorbos de un vaso vacío de café, mirando las noticias de la bolsa y de reojo enterándose de la última exhalación del popocatépetl. Lo veía aburrido y transparente, neutral y afectado por las circunstancias, ubicado en medio de una situación de rechazo, de repudio, tal vez porque se sentía despreciado por las personas de su entorno, sentirse así por no poder responderles de la mejor manera, en pocas palabras se sentía rechazado por no hacerles sentir bien con su presencia, siendo de esa manera un hombre inútil e innecesario para alguien. Eso es terrible desde cualquier lugar de la existencia, solamente vivir y estar así sin significado para nadie, ser un bueno para nada. Eso agota a cualquier mente, desecha cualquier pensamiento de felicidad, agobia y deprime. Sentirse así es en ocasiones innecesario pues, de hecho, él tiene las cosas que bastarían para no experimentar ese estado degradado de la no materia mental, pero no era suficiente, pues después de sus motivos para no sentirse así, tenía episodios de ira, de una rabia incontenible del tipo que se trasfiere a la masa cerrada de sus puños y quiere golpear cualquier realidad tangible. Así es más fácil desahogarse, gritando mientras se golpea algo que no pueda gritar de dolor. Debe no poder gritar para que no se mezclen sus gritos con los suyos, porque eso sería confuso, escuchar gritos de desahogo y al mismo tiempo escuchar gritos de dolor eso genera confusión en más de uno. Estrictamente es que lo golpeado no se queje, no grite, no llore, hace falta un estado completo de sumisión. Hace falta encontrar la materia que pueda ser golpeada hasta la inconsciencia y que solo se levante y agradezca.


Esa parte de "malo" habita en él, así como habita en todos, pero mirarlo y comprender que le era demasiado urgente explorar con los golpes de sus manos esa realidad inequívoca, me llevó a querer ser golpeado, a anhelar el dolor y sentir el adormecimiento que precede a la inconsciencia, imaginar ese lugar oscuro, sentirme envuelto por la nada, por la indiferencia de mi Dios, eso me transmitió tranquilidad, me imaginé un ser panóptico postrado en una esquina de la destrucción de mi existencia. Me sentí tranquilo siendo aniquilado, palpé la satisfacción experimentada al deshacer un nudo, pues eso significaba el fin de dolores de cualquier índole; deshacer nudos es satisfactorio. Pero mirarlo a él, frustrado por todo lo que encorvaba su espalda, me llevaba a sentir dolor aun sin experimentar un golpe directo en mi cara, entonces conflictuaba mi interés, porque en ideales quería ser golpeado hasta la inconsciencia, pero al ver la física de sus puños el dolor se presentaba no solo como una idea sino como la obvia consecuencia de su reacción cavernícola. Entonces cuando comprendí eso, automáticamente el deseo se volvió estéril y desapareció como cualquier representación verbal o estructurada en el pensamiento primitivo de la mente. Solo quedaba seguir mirándolo a diario, sentado en la esquina derecha de mi visión, y quedaba seguir mirándolo como un boceto de carboncillo que a diario intentaba corregir los trazos del camino, de sus decisiones, de sus palabras, de su destino, de ese destino que se dice nadie nos pone, sino que se infringe desde nuestro interior. Me quedaba mirarlo, forzándose a fingir y poner un rostro rígido y acartonado. Me quedaba verlo como un reflejo inocuo e inservible que no sirve para explorar nada, que no sirve ni siquiera para contemplar el cristal pulido, mucho menos para ver la luz que atraviesa por las grietas y que dejan ver al otro lado. Sé que cuando lleguen las siete de la tarde no se irá, va a quedarse esperando hasta que sea yo quien se mueva, quien se levante de esta silla de ruedas y salga corriendo.


@viktor_reader


domingo, 10 de marzo de 2019

6:00 a.m.


Anoche el sueño escapo de mí. ¿sería la intramuscular de dexametasona, ketorolaco y ceftriaxona, más los mil miligramos de paracetamol? Sería la causa tal vez, me pasé de fármacos, eso es algo que nunca hago. Además, me tomé un café del seven, manejé setenta y tantos kilómetros y para finalizar la tarde tragué una grajea de hidroxizina pensando que ayudaría; tal vez no fue suficiente. ¿Qué será? ¿Será que me siento cerca de mi Dios, pero lo demás me quiere alejar? ¿será que ya lo estoy? ¡no! Es cierto, no cavilo nada bien las cosas en estas últimas semanas, pero no. Puede ser otra cosa, el próximo vuelo, por ejemplo, y la idea de no aterrizar, al menos no en la forma segura. Puede ser la distancia, aunque los kilómetros en sí me son indiferentes. Entonces, puedo corregir y atreverme a decir que puede ser ella. ¿será ella? Sí, puede ser, además ¿Quién no necesita a una musa? ¿Quién no necesita de cimientos y estructuras para construirse? Es necesario hacerlo, construirse, para después construir. Cualquier cosa puede ser: un relato, una historia que le anegue el alma, un poema quizá después de leer “canto general” y mirarla, hacerla parte de este continente, como un país más con un exótico e incomparable relieve y enajenarla de cualquier otra patria que no sea la tierra que sus pies pisan. O de manera adyacente apodarla “maga” y en París esperarla por los puentes, sabiendo que la casualidad también se compone, se escribe con la mirada. También se puede construir un perdón, para resanar las grietas de su remiendo y mi descostura. Se pueden decir mil palabras y solucionar las cosas con ninguna. Me puedo quedar cerca y permanecer inmóvil, aunque haciendo eso yo mismo me mataría, quieto no puedo quedarme. Tengo una musa, mis amigos; una musa, mis amigas. Tengo una musa que se esconde en la distancia húmeda de una selva de orquídeas diminutas que alguna vez le conté. Donde tuve vergüenza de irrumpir con mis paneles de sol para llevar luz, donde ellas no la necesitan. Así puede ser con ella, conmigo. Pero tengo una musa, ayer mientras conducía por las costas de Ensenada escuché su nombre, un locutor de San Diego lo pronunció por la radio y entonces lo escuché en una canción de Luis Eduardo Aute. La fui cantando hasta concluir y se quedó, a veces las personas se quedan sin avisar, a veces nos vamos o se van de manera igual. Pero ayer allí anduvo conmigo, revoloteando entre los vidrios y el parabrisas, su pelo se escapaba al bajar la ventanilla y atrapaba brisa. Tengo una musa mis amigos y tiene un nombre, sin embargo, ustedes pueden ponerle otro, cualquiera que a la mente les venga, porque es como la perspectiva que nos regala Magritte, para mí representa algo intangible, que me hace jugar en esa dimensión la cual para ustedes puede ser otra. ¡Vaya! Perspectiva, dicen que todo se trata del cristal con que se mira, pero ¡no!, es la perspectiva y sin cristal la mirada funciona mejor, ¡qué mejor cristal que su pupila!

Así me enerva la distancia y sus kilómetros de puntadas, de costuras remendadas, de hebras, de suturas, de esas que en la piel no se llevan. Me calma el ansiolítico, como me calma su palabra, la que tengo guardada en su libro de Tolstoi. Por supuesto que es simbólica su palabra porque en ese libro ella no ha escrito nada, es más bien una traducción que me prestó, que no prefiero, leí otra más vivaz, pero ella me entenderá si le digo, así es ella. Una musa, si la tienen o la consiguen por si no la tienen, así será, tal vez no todas, pero hablo en lo singular: comprensible, atenta a escuchar y platicar, después sabrá callar, tal vez de menos tal vez de más, de lo justo y en ocasiones callará por algo injusto. Una musa debe hablar de sus libros y tú debes escribirla en los tuyos, es la esencia de su existencia, es la recompensa, la tuya por supuesto. Si aquí hablo en segunda persona es porque es un consejo, una charla pendiente que ya está en un recoveco de mi maleta, redactada. Un consejo para mí, desde luego, para quién más podría ser, además de desatinado olvidadizo, solo yo. Para acordarme, para decir y después contarles que una musa cuando se encuentra, pero cuando llega, cuando nace cerca de ti y la conoces lejos, cuando te odia o cuando es amiga, cuando te escucha o te grita, te llora o te ríe, cuando me acuerdo, y no se acuerda. ¿Cuándo? Pregúntense, para que hallándola no lo olviden, ensayen, redacten, constrúyanse: constrúyanla, escriban de ella. De lo contrario se borra.

Hasta aquí, entonces, seguiré despierto.


@viktor_reader

merito a su diseñador







martes, 24 de julio de 2018

Julio de 2018

Desde que salí la universidad no he parado de trabajar, de hacerme un nombre; no ser el bueno, o de los mejores sino el único. La referencia.
Dos años de salir de aquel pueblo viejo donde la vida me trató tan mal para seguir mi camino. 
Y la verdad es que esos dos años han dado sus frutos, y aunque mucha gente me lo reconoce la realidad es que esas ganas de ser más que los demás es solo un impulso por llenar un vacío que existe en mi desde siempre, pocos lo saben pero sigo siendo aquel chico tímido, solitario y decadente de toda la vida. 

Hace poco cumplí 24 años y dos años seguidos sin descanso pasan factura así que decidí viajar con mi familia a la playa para pasar un fin de semana largo, pero dentro de mi sabía que ese viaje iba a ser diferente, sabía perfectamente que en ese viaje iba a confirmar algo que vengo sospechando desde hace tiempo. Algo iba a pasar y no era para nada bueno. Y aún así me subí a ese avión, y a pesar de las veces que he pisado ese aeropuerto, aquella tarde lucía diferente, todo era más caótico, todo era más abrazos y bienvenidas, despedidas con amor y enamorados reiniciandose la vida en un beso...todo era y yo solo observaba. 

Y pasó...que me di cuenta que no importa el lugar ni las personas (Inclusive mi familia), me sigo sintiendo solo y vacío. Ya lo sospechaba, pero siempre existe la estúpida esperanza que no sea así, que sea el cansancio, el estrés...pero no, sé que no tengo remedio, que estoy en un punto de no retorno. Porque en esta vida ya tuve suficiente de lo mismo, porque he corrido detrás de una persona solo para abrazarla y decirle que la quiero, porque he recibido portazos en la cara después de llegar empapado por la lluvia y llorando, porque he sentido la felicidad de un abrazo en la cama por las mañanas, porque he sentido la traición y la mentira en carne propia, o porque he robado los suficientes besos. Por lo que sea, estoy en un fondo más bonito que los anteriores, pero fondo al fin con toda la mierda de siempre. 

Y ojalá nadie lea esto, porque es una formal despedida, y porque si alguien que me conoce lo leyera sabría de lo que hablo: Soy una bomba de tiempo....Sé hasta donde puedo herir a las personas. 


Es mejor así, es mejor irme sin más. 

Así que, a manera de despedida:




Acojo en mi lugar palabras que he encontrado abandonadas en mi palabrera. Examino cada jaula y allí, ladrando vocales y consonantes, encuentro a sucios verbos que lloran después de ser abandonados por un sujeto que un día fue su amo y de tan creído que era prescindió del predicado
Esta misma semana han encontrado a un par de adjetivos trastornados, a tres adverbios muertos de frío y a otros tantos, de la raza pronombre, que sueñan en sus jaulas con ser la sombra de un niño
Señalo entonces a las palabras que llevan más días abandonadas y me las llevo a casa: las vacuno de la rabia y las peino a mi manera como si fueran hijas únicas, porque en verdad todas son únicas
Acto seguido y antes de integrarlas en un parvulario de relatos o canciones, les doy un beso de tinta y les digo que si quieres ganarte el respeto nunca hay que olvidarse los acentos en el patio
A veces, les pongo a mis palabras diéresis de colores imitando diademas y yo solo observo cómo juegan en el patio de un poema
Casi siempre te abandonan demasiado pronto y las escuchas en bocas ajenas, y te alegras y te enojas contigo mismo, como con todo lo que amamos con cierto egoísmo Y uno se queda en casa, inerte y algo vacío, acariciando aquel vocablo mudo llamado “silencio”, siempre fiel, siempre contigo. Pero todo es ley de vida. Como un día me dijo el poeta Halley: “Si las palabras se atraen, que se unan entre ellas y a brillar ¡que son dos sílabas!”