martes, 24 de julio de 2018

Julio de 2018

Desde que salí la universidad no he parado de trabajar, de hacerme un nombre; no ser el bueno, o de los mejores sino el único. La referencia.
Dos años de salir de aquel pueblo viejo donde la vida me trató tan mal para seguir mi camino. 
Y la verdad es que esos dos años han dado sus frutos, y aunque mucha gente me lo reconoce la realidad es que esas ganas de ser más que los demás es solo un impulso por llenar un vacío que existe en mi desde siempre, pocos lo saben pero sigo siendo aquel chico tímido, solitario y decadente de toda la vida. 

Hace poco cumplí 24 años y dos años seguidos sin descanso pasan factura así que decidí viajar con mi familia a la playa para pasar un fin de semana largo, pero dentro de mi sabía que ese viaje iba a ser diferente, sabía perfectamente que en ese viaje iba a confirmar algo que vengo sospechando desde hace tiempo. Algo iba a pasar y no era para nada bueno. Y aún así me subí a ese avión, y a pesar de las veces que he pisado ese aeropuerto, aquella tarde lucía diferente, todo era más caótico, todo era más abrazos y bienvenidas, despedidas con amor y enamorados reiniciandose la vida en un beso...todo era y yo solo observaba. 

Y pasó...que me di cuenta que no importa el lugar ni las personas (Inclusive mi familia), me sigo sintiendo solo y vacío. Ya lo sospechaba, pero siempre existe la estúpida esperanza que no sea así, que sea el cansancio, el estrés...pero no, sé que no tengo remedio, que estoy en un punto de no retorno. Porque en esta vida ya tuve suficiente de lo mismo, porque he corrido detrás de una persona solo para abrazarla y decirle que la quiero, porque he recibido portazos en la cara después de llegar empapado por la lluvia y llorando, porque he sentido la felicidad de un abrazo en la cama por las mañanas, porque he sentido la traición y la mentira en carne propia, o porque he robado los suficientes besos. Por lo que sea, estoy en un fondo más bonito que los anteriores, pero fondo al fin con toda la mierda de siempre. 

Y ojalá nadie lea esto, porque es una formal despedida, y porque si alguien que me conoce lo leyera sabría de lo que hablo: Soy una bomba de tiempo....Sé hasta donde puedo herir a las personas. 


Es mejor así, es mejor irme sin más. 

Así que, a manera de despedida:




Acojo en mi lugar palabras que he encontrado abandonadas en mi palabrera. Examino cada jaula y allí, ladrando vocales y consonantes, encuentro a sucios verbos que lloran después de ser abandonados por un sujeto que un día fue su amo y de tan creído que era prescindió del predicado
Esta misma semana han encontrado a un par de adjetivos trastornados, a tres adverbios muertos de frío y a otros tantos, de la raza pronombre, que sueñan en sus jaulas con ser la sombra de un niño
Señalo entonces a las palabras que llevan más días abandonadas y me las llevo a casa: las vacuno de la rabia y las peino a mi manera como si fueran hijas únicas, porque en verdad todas son únicas
Acto seguido y antes de integrarlas en un parvulario de relatos o canciones, les doy un beso de tinta y les digo que si quieres ganarte el respeto nunca hay que olvidarse los acentos en el patio
A veces, les pongo a mis palabras diéresis de colores imitando diademas y yo solo observo cómo juegan en el patio de un poema
Casi siempre te abandonan demasiado pronto y las escuchas en bocas ajenas, y te alegras y te enojas contigo mismo, como con todo lo que amamos con cierto egoísmo Y uno se queda en casa, inerte y algo vacío, acariciando aquel vocablo mudo llamado “silencio”, siempre fiel, siempre contigo. Pero todo es ley de vida. Como un día me dijo el poeta Halley: “Si las palabras se atraen, que se unan entre ellas y a brillar ¡que son dos sílabas!”








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