Anoche el sueño escapo de mí. ¿sería la intramuscular de
dexametasona, ketorolaco y ceftriaxona, más los mil miligramos de paracetamol?
Sería la causa tal vez, me pasé de fármacos, eso es algo que nunca hago. Además,
me tomé un café del seven, manejé setenta
y tantos kilómetros y para finalizar la tarde tragué una grajea de hidroxizina pensando que ayudaría;
tal vez no fue suficiente. ¿Qué será? ¿Será que me siento cerca de mi Dios,
pero lo demás me quiere alejar? ¿será que ya lo estoy? ¡no! Es
cierto, no cavilo nada bien las cosas en estas últimas semanas, pero no. Puede ser otra
cosa, el próximo vuelo, por ejemplo, y la idea de no aterrizar, al menos no en
la forma segura. Puede ser la distancia, aunque los kilómetros en sí me son
indiferentes. Entonces, puedo corregir y atreverme a decir que puede ser ella.
¿será ella? Sí, puede ser, además ¿Quién no necesita a una musa? ¿Quién no necesita de cimientos y estructuras para construirse? Es necesario
hacerlo, construirse, para después construir. Cualquier cosa puede ser: un
relato, una historia que le anegue el alma, un poema quizá después de leer “canto general” y mirarla, hacerla parte de este continente, como
un país más con un exótico e incomparable relieve y enajenarla de cualquier otra
patria que no sea la tierra que sus pies pisan. O de manera adyacente apodarla “maga” y en París esperarla por los
puentes, sabiendo que la casualidad también se compone, se escribe con la
mirada. También se puede construir un perdón, para resanar las grietas de su
remiendo y mi descostura. Se pueden decir mil palabras y solucionar las cosas
con ninguna. Me puedo quedar cerca y permanecer inmóvil, aunque haciendo eso yo
mismo me mataría, quieto no puedo quedarme. Tengo una musa, mis amigos; una
musa, mis amigas. Tengo una musa que se esconde en la distancia húmeda de una
selva de orquídeas diminutas que alguna vez le conté. Donde tuve vergüenza de
irrumpir con mis paneles de sol para llevar luz, donde ellas no la necesitan.
Así puede ser con ella, conmigo. Pero tengo una musa, ayer mientras conducía
por las costas de Ensenada escuché su nombre, un locutor de San Diego lo
pronunció por la radio y entonces lo escuché en una canción de Luis Eduardo Aute. La fui cantando hasta
concluir y se quedó, a veces las personas se quedan sin avisar, a veces nos
vamos o se van de manera igual. Pero ayer allí anduvo conmigo, revoloteando
entre los vidrios y el parabrisas, su pelo se escapaba al bajar la ventanilla y
atrapaba brisa. Tengo una musa mis amigos y tiene un nombre, sin embargo,
ustedes pueden ponerle otro, cualquiera que a la mente les venga, porque es
como la perspectiva que nos regala
Magritte, para mí representa algo intangible, que me hace jugar en esa
dimensión la cual para ustedes puede ser otra. ¡Vaya! Perspectiva, dicen que
todo se trata del cristal con que se mira, pero ¡no!, es la perspectiva y sin
cristal la mirada funciona mejor, ¡qué mejor cristal que su pupila!
Así me enerva la distancia y sus kilómetros de puntadas, de
costuras remendadas, de hebras, de suturas, de esas que en la piel no se
llevan. Me calma el ansiolítico, como me calma su palabra, la que tengo
guardada en su libro de Tolstoi. Por
supuesto que es simbólica su palabra porque en ese libro ella no ha escrito
nada, es más bien una traducción que me prestó, que no prefiero, leí otra más
vivaz, pero ella me entenderá si le digo, así es ella. Una musa, si la tienen o
la consiguen por si no la tienen, así será, tal vez no todas, pero hablo en lo
singular: comprensible, atenta a escuchar y platicar, después sabrá callar, tal
vez de menos tal vez de más, de lo justo y en ocasiones callará por algo injusto.
Una musa debe hablar de sus libros y tú debes escribirla en los tuyos, es la
esencia de su existencia, es la recompensa, la tuya por supuesto. Si aquí hablo en
segunda persona es porque es un consejo, una charla pendiente que ya está en un
recoveco de mi maleta, redactada. Un consejo para mí, desde luego, para quién
más podría ser, además de desatinado olvidadizo, solo yo. Para acordarme, para
decir y después contarles que una musa cuando se encuentra, pero cuando llega,
cuando nace cerca de ti y la conoces lejos, cuando te odia o cuando es amiga,
cuando te escucha o te grita, te llora o te ríe, cuando me acuerdo, y no se acuerda. ¿Cuándo? Pregúntense, para que
hallándola no lo olviden, ensayen, redacten, constrúyanse: constrúyanla, escriban
de ella. De lo contrario se borra.
Hasta aquí, entonces, seguiré despierto.
@viktor_reader
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