Es
aquí, al final de todas las cosas, que me golpea, igual que incontables veces
en el pasado y, sin embargo, tan duro como la primera vez. Es esa única cosa a
la que ningún humano puede acostumbrarse, no importando la cantidad de veces que
haya pasado por ello. Es el dolor que surge del arrepentimiento. Es la vida que
te cuentan pasa frente a tus ojos, sólo que no es precisamente como lo cuentan.
No son imágenes sino dolores, esos que vienen de los errores, de las malas
decisiones y de las estupideces del pasado… esos dolores que escuecen el alma y
hacen brotar lágrimas, son esos los que pasan a través de los ojos. Es el
viacrucis previo a un paraíso incierto. Purgatorio dantesco concentrado en un
momento de insana lucidez. Caigo de rodillas con el sol frente a mí, gigante,
hambriento y cercano. Tanto que siento puedo tocarlo. Todo lo va llenando con
su luz naranja refulgente. Ese naranja que se funde con la negrura del cosmos
porque el azul del cielo hace mucho que hubo de extinguirse. Me hallo rodeada
por gigantescas tormentas desérticas que remueven los nervios mismos del
estéril planeta en que me encuentro. El ruido es tan atronador, tan
ensordecedor… y aun así, me siento demasiado cansada como para mover un ápice
de mí misma… demasiado… derrotada. No hay a dónde correr, de cualquier manera.
Entonces ella aparece. Se inclina a mi lado. Acerca su índice, falanges
desnudas, hacia mi mejilla y toma una de mis lágrimas. La acerca a su rostro y
la escudriña con cuencas vacías en lugar de ojos.
-
Éstas… son en verdad sorprendentes.
-
… ¿Has llorado alguna vez?
-
Una o dos veces, “en una eternidad”. Lo dice pensativa, como recordando algo.
“La Muerte llorando”, no me sorprende que el pensamiento me parezca extraño. –
Lo que has experimentado con el correr del tiempo es una fracción nimia de mi
vivir diario y, sin embargo, creo que eres la única que puede comprender mi
pesar… *suspiro* Como sea, creo que es hora de irnos. ¿Estás lista?
-
No… como me gustaría poder volver y remediarlo todo.
-
No puedes. No tienes ese poder. Tantos años insistiendo y sigues negándote a
morir. ¡Qué testaruda eres!
-
¿Tendré paz si al fin me voy contigo?
-
… No. La consciencia es indestructible.
-
¿Así que no hay un reinicio?, ¿no hay resurrección…? mis únicas opciones son
esto *señalo el suelo* o el Infierno…
-
El Infierno fue tu elección desde el inicio.
-
Dime… sí no me voy ahora, ¿sobreviviría?
-
… Si. Pero, una vez que la Tierra sea
devorada, sufrirás la agonía perpetua de
cualquiera que trate de sobrevivir en el vacío del espacio. Si te sirve de
consuelo, al irnos te unirás a la Consciencia Colectiva. Ello hará más
llevadero tu tormento. Y el Creador obrará acorde a Su voluntad.
Una horda de preguntas marcha sobre mi mente. No hay tiempo para plantear cada una. El calor se intensifica a mi alrededor. Me concentro en tratar de comprender lo que me dice.
-
… Nunca quisiste responderme eso. El después de la vida… ¿Por qué ahora?
-
Mmm… Has habitado la Tierra desde su infancia y los años no pasan en vano… Tal
vez llore por ti cuando mueras.
Aquello
no responde mi pregunta... Supongo que simplemente se ha permitido conmoverse. Ambos
nos ponemos de pie.
-
Mira nada más… no pensé que el fin del mundo luciría tan hermoso… ¿qué harás de
ahora en adelante?
-
Siempre hay trabajo por hacer.
-
…
Un
nuevo tumulto de preguntas se atora en mis labios. La tierra comienza a temblar
bajo mis pies. Mi cuerpo siente la gravedad del Sol que atrae mi planeta hogar
hacia sí.
- ¿Volveré a saber de ti?
-
No. Pero eso no importa. Seguir tu vida ha sido bueno en tanto ha durado. Lo
eterno… lo eterno pierde esencia.
-
Dicen que si una se arrepiente es aceptada por Él…
-
Tu caso es distinto. Tú sólo tienes tu arrepentimiento… y no es un
arrepentimiento encaminado a la redención.
-
*suspiro lento*… En fin, hablar ya no mejorará las cosas… y creo… creo que ya
estoy lista.
-
Entonces disfrutemos del espectáculo.
La
Muerte posa su mano sobre mi hombro y ambas observamos el estremecer de la
tierra en sus últimos instantes. El temblor insoportable de un planeta aterrado
por la imagen arrobadora de su inminente muerte se filtra en cada intersticio
de mis células. Mi respiración se entrecorta y acelera. Mi pulso se dispara y el
torrente de sangre que atropella mi cerebro lo satura de recuerdos, nostalgias,
arrepentimientos, dolores, fracasos, ira, impotencia, tristeza y unas anhelantes
ansias de autodestrucción. Un grito final se me escapa sin que pueda hacer nada
por contenerlo y por primera vez escucho mi propia voz. La Tierra es puro suelo
estéril y arena vieja y, sin embargo, todo a mi alrededor está ardiendo con la feroz fuerza de las pasiones acumuladas en todas las eras de la vida sobre la faz de
este orbe que alguna vez fue azul. Ya ni siquiera siento las lágrimas correr
por mis mejillas pues éstas se evaporan al apenas salir. Al fin la superficie
del Astro Rey toca la de su subordinado. Los temblores se intensifican y la
vida nos es arrebatada de las ardientes carnes…
Mi
último pensamiento va para todas las dudas que una eternidad de vida no bastó
para resolver…
…
Y entonces la madre Tierra y yo morimos al mismo tiempo.
Escrito
por: Jim Osvaldo Marín Acevedo ( @Capitanjms )