Maté
a mi padre al nacer.
No fue mi intención. Tampoco pude evitarlo. Él
pareció disfrutarlo, sin embargo. Murió soltando carcajadas al aire. Luego
gritos.
Ahora
estoy solo. Me alimento, poco al principio. Mi apetito aumenta, sin embargo. Agoto
las provisiones de mi lugar de nacimiento.
Comienzo
a avanzar. Crezco. Recorro tierras y me maravillo con la belleza del mundo. Me
deleito con la vacuidad del silencio que impera en el aire. Me alimento de él.
Busco
compañía. Encuentro a uno o dos y les doy muerte. Sus gritos me alimentan por
igual. Por más que lo intento, no dejo de matar. Por más que lo deseo, no dejan
de gritar. Por suerte son escasos. Desafortunadamente también. Ninguno es capaz
de detenerme. Ni siquiera uniendo fuerzas. Son escasos.
Son
débiles.
No
muero. No hay forma de matarme. Dejo mi rastro por donde piso. Soy enorme. Soy
poderoso.
Soy divino.
Soy
Dios.
No
hay quien me adore, sin embargo. Solo mi padre. Creo. Y está muerto. Muerto
desde hace años. Décadas. Siglos tal vez.
El
tiempo es confuso para mí.
Estoy
cansado. Recorrer la faz de la tierra sin frenos de por medio no es trabajo
fácil. No controlo mis pasos. Jamás lo he hecho, realmente.
Al
fin he agotado todos los recursos. Aquí moriré, en esta vieja cabaña. Una
muerte simple y aburrida.
No
hay más qué consumir en esta deshabitada y vieja tierra.
Creí
ser dios.
Mi
padre estaba loco.
Soy
producto de la locura.
Muerte
y locura.
Nací
de un bidón de gasolina fecundado por una cerilla.
Soy el último.
Soy
fuego.
FIN
Escrito por Jim Osvaldo Marín
Acevedo ( @Capitanjms )
No hay comentarios.:
Publicar un comentario