lunes, 8 de junio de 2015

UNA VIDA


Maté a mi padre al nacer.


 No fue mi intención. Tampoco pude evitarlo. Él pareció disfrutarlo, sin embargo. Murió soltando carcajadas al aire. Luego gritos.


Ahora estoy solo. Me alimento, poco al principio. Mi apetito aumenta, sin embargo. Agoto las provisiones de mi lugar de nacimiento.


Comienzo a avanzar. Crezco. Recorro tierras y me maravillo con la belleza del mundo. Me deleito con la vacuidad del silencio que impera en el aire. Me alimento de él.


Busco compañía. Encuentro a uno o dos y les doy muerte. Sus gritos me alimentan por igual. Por más que lo intento, no dejo de matar. Por más que lo deseo, no dejan de gritar. Por suerte son escasos. Desafortunadamente también. Ninguno es capaz de detenerme. Ni siquiera uniendo fuerzas. Son escasos.


Son débiles.


No muero. No hay forma de matarme. Dejo mi rastro por donde piso. Soy enorme. Soy poderoso. 


Soy divino.


Soy Dios.


No hay quien me adore, sin embargo. Solo mi padre. Creo. Y está muerto. Muerto desde hace años. Décadas. Siglos tal vez.


El tiempo es confuso para mí.


Estoy cansado. Recorrer la faz de la tierra sin frenos de por medio no es trabajo fácil. No controlo mis pasos. Jamás lo he hecho, realmente.


Al fin he agotado todos los recursos. Aquí moriré, en esta vieja cabaña. Una muerte simple y aburrida.


No hay más qué consumir en esta deshabitada y vieja tierra.


Creí ser dios.


Mi padre estaba loco.


Soy producto de la locura.


Muerte y locura.


Nací de un bidón de gasolina fecundado por una cerilla.


Soy el último.


Soy fuego.


FIN


Escrito por Jim Osvaldo Marín Acevedo ( @Capitanjms )


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