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¿Cuál es su fantasía?
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Mmm... De tener una, mi fantasía sería... adorar a una mujer.
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¿Qué?, ¿nunca ha adorado a una mujer?
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No, usted no entiende. Hablo de realmente 'adorar' a una mujer. Nos centramos
tanto en los senos, las nalgas y la figura en general que nos olvidamos del
resto.
Una
mujer no es solamente senos o nalgas, curvas y un aroma embriagante. Una mujer
es detalles. Es las curvas más pequeñas que se forman sobre sus talones. Es las
venas que recorren el pronar de sus manos... es las arrugas que entraman sus
rodillas...
Una
mujer no es sólo carne. Tampoco es sólo ideal y romance. Es también los huesos
que tratan de asomar a través de su piel. Es el filo estilizado de su larga
tibia. Es las curvas salientes de sus iliacos y los finos extremos de sus
clavículas. Un salpicón de pecas que trasciende más allá de la vagina,
constelación entre sus piernas… pero hoy por hoy eso carece de relevancia.
Los
gemelos fueron un hito hasta los 40's. Hoy día la idea de su sensualidad ha
sido enterrada bajo la fuerza y enormidad de los muslos. Incluso en el cuerpo
de la mujer, órganos, músculos y demás anatomía, han librado cruentas guerras
por el dominio de la atención y el atractivo físico.
No
dudo de la adoración tan ferviente que los hombres profesan hacia la mujer. Cuestiono,
sin embargo, la falta de visión de que hacen 'gala' al ignorar el resto del
panorama, a veces tan oculto, que hacen como que no existe.
De
adorar a una mujer, yo... me centraría en los grandes olvidados: las líneas
marcadas detrás de las rodillas. Los bultos, a menudo odiados por sus
propietarias, que se posan justo arriba de las anchas y prominentes caderas,
muy a menudo bella y delirantemente acentuadas por las prendas ceñidas.
Supongo
que, más que todo lo anterior, más placentero me resultaría poder escribirle.
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¿Escribirle?
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Es fácil dedicar caricias. Y, si bien es cierto que hay cierta belleza en lo
efímero, creo firmemente que dedicar palabras tiene un peso mucho más
significativo. Al fin y al cabo, no sólo de orgasmos vive el hombre, ¿cierto?
Y
no, por favor no me malinterprete. No estoy tratando de hacerme ver como un
romántico, o un poeta o alguien queriendo alardear. Este soy yo describiendo
aquello que me gusta de las mujeres. Este soy yo, lo más honestamente egoísta
que puedo ser.
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¿Dónde diría que comenzó este particular gusto tuyo por 'adorar', siendo que así
lo llamas, a las mujeres?
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Yo diría que en el momento en que comencé a dibujarlas. Me di cuenta de que uno
en realidad no dibuja o pinta a una mujer, y si lo hace no lo hace a partir del
trazo de líneas ni pinceladas. No. Un verdadero amante de las mujeres sabe que
la única manera de retratarlas es por medio de caricias. El lápiz y el pincel
dejan de ser meras extensiones de las manos para pasar a convertirse en las manos
mismas. En los dedos que, más que la piel, acarician el alma misma de la
modelo. No existe placer de la carne que se le compare. Me di cuenta también,
de que una mujer no es completamente hermosa sin los detalles que he mencionado
con anterioridad y de que las sombras me parecían más placenteras que los
claros. A ese respecto, mucho se ha especulado sobre la definición de
perfección y, peor aún, sobre su existencia o la falta de ella. Yo opino que la
perfección sólo logra alcanzarse en el momento en que uno sabe cuándo y dónde
colocar las imperfecciones necesarias en su obra, sí es que cabe llamarlas así.
Me refiero por supuesto a las arrugas, los pliegues, manchas, lunares, pecas,
curvas, etcétera, etcétera. En resumen, todo lo que la mujer odia hallar
impreso, salvo escasas excepciones, en la propia carne.
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¿Y qué le orilló a dibujarlas?
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El deseo. Puro y duro. Vi una mujer en cierto póster. Cabello negro. Corto. Desnuda
completamente. Espalda tatuada en tribal y flores justo hasta donde ésta pierde
su sacro nombre. Fue esa espalda, esa piel, esa carne… las tres al unísono, las
que mi ser quiso reclamar como suyas. Pero, para mi sorpresa, esas ansias no
provenían ni de mi carne, mi piel o mi lujuria… Provenían de mis manos… y de
los lápices que sostenían. No fue sino hasta que terminé aquel primer desnudo
que lo supe: ninguna otra sensación lograría llenar jamás el vacío que sólo el
dibujo, que más bien, la adoración a la mujer mediante él, podía combatir.
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¿Está usted completamente seguro de ello? ¿Qué hay del amor… o el sexo?
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El correr de los años no ha hecho más que reforzar estos sentimientos mi
estimado amigo. A él se fueron sumando las letras, la soledad. La libertad. El
amor, el sexo, “la vida, el universo y lo demás”, los he disfrutado, por
supuesto… pero no tanto como los sentimientos de que le he hablado.
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¿A qué sentimientos se refiere?
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Satisfacción. Plenitud. Verdadera autorrealización…
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¿Paz?
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Paz.
Nos quedamos callados un buen rato
después de ello. Sumidos en una atmósfera cómoda. Reptando bajo nuestras
pieles, pensamientos y elucubraciones. Sorbemos de nuestras humeantes tazas. Mi
amigo rompe el silencio, mas no la atmósfera. Es su turno de hablar. Mostrarse…
Desahogarse, sí se anima.
Adentro el tiempo parece haberse
detenido. Afuera del café, la noche es joven.
Y ambos ordenamos “refill”.
FIN
Escrito
por: Jim Osvaldo Marín Acevedo ( @Capitanjms )
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