miércoles, 27 de mayo de 2015

AY VIEJA, TE JURO QUE YO NO QUERÍA.


Ay vieja... ¿Por dónde empiezo?... Tal vez por el principio, como dijeran. Quizá deba comenzar cuando desde temprano me levante y me fui a hacer la jornada; debiste ver como nos saludo el nuevo día.

Bajo los rayos del sol y los últimos vestigios de la noche, se mostró la pequeña luz de la mañana; qué hermoso paisaje mujer, qué hermosa la tierra a esa hora.

Justo en ese momento pasó mi compadre Alfonso «¡Ponte a trabajar güevon, que la tierra es de quien la trabaja!» dijo. Lancé un silbido a manera de saludo, similar al canto de las aves, como se saludan los jilgueros; como se saludan los arrieros, o al menos eso me gusta pensar.

Tal vez deba ir más adelante... ¿Como te explico mujer? tal vez debiera empezar cuando terminé la jornada, a eso de las 11:30 de la mañana; cuando el calor comienza a llaga la piel y el cuerpo respira sudor y el suelo se evapora hacia las nubes. Ahí corrí hacia el mercado y hubieras visto el mar de gente, de sólo pensar en llegar a nuestro puesto se me hacia muina la cabeza. Compre unos frescos con Doña Vicenta, la que tiene a su hijo malito, a la que le vendió el poeta por 20 jugos naturales esa frase que cuelga frente a su negocio que dice:

«Para aguas las de Vicenta,
no hay más frescas en el rumbo
el que diga que no le gustan
de un madrazo me lo tumbo»

Pedí dos aguas de jamaica, yo siempre pienso en ti viejita, pero había tanta gente que, gracias a la canasta de una de las yermas, mi vaso salió disparado y cayó sobre Vicenta, para evitar el madrazo me tuve que ir disimulando, así como si la virgen me hablara; llegué al puesto con tu agua y me lleve la sorpresa de que no estabas ahí. 

La muchacha me dijo que tuviste que correr a la casa porque nos faltaba mercancía, lo único bueno de la multitud fue que nos compraron todo; te esperé durante un rato pero me tenía que ir, me había dicho el compadre Alfonso que le ayudara con su cerco, pues los pinches cuatreros ya andaban tras su ganado.


¿Por qué no me contestas querida? ¿Es qué sigues enojada? ¿Se debe tu muina a la hora de mi llegada? ¿Es acaso que mi historia ya te dio aburrimiento? Tal vez tengas razón y deba ir al grano, no quiero que mi historia se convierta en explicaciones.

Ay vieja... No sé cómo sucedió. Fíjate que acabado el trabajo con el compadre, me propuso echarme un trago de a tiro. Yo le dije que no quería pero que te puedo decir, en el fondo tenía sed pues el agua te la deje a ti y no había tomado nada... Ríete un poco querida, al menos muéstrame que estás atenta... el caso es que nos fuimos a tomar mezcales a la cantina de Don Norberto, nos tomamos unos cuantos, quizá hayan sido 10, ya pasaba de la media cuando le dije al compadre que nos fuéramos, ya era muy de noche y debíamos cruzar el río.

Salimos de la cantina con más ton que son, bajamos por la calzada para cruzar la parte más sencilla de ese río desgarrador, ya sabes que baja recio y se ha llevado animales más pesados que yo. 

Cual sería nuestra sorpresa; justo en el filo del río se encontraba de píe la silueta de una mujer... te juro vieja que yo no quería y te pido perdón por lo sucedido. El compadre Alfonso me dijo que le habláramos a la muchacha; a esas horas ni quien supiera lo que podríamos hacerle... yo no quería mi vieja... Yo no sabía...

Caminamos hacia ella sin ningún disimulo, los mezcales ya nos habían hecho perder lo discretos; tropecé un poco con las piedras del río y a pesar de que las más filosas nos lastimaban las suelas, seguimos caminando; caminamos y caminamos, la sorpresa era mayor pues parecía que la chamaca se moviera al mismo tiempo que nosotros, como si se alejara; haciendo imposible alcanzarla al paso nuestro. El compadre y yo no decíamos nada, simplemente seguimos, pensé por un momento que ya se había percatado de nuestra presencia y que huía de nosotros por el peligro que representábamos... ay vieja, pero quien hubiera dicho... perdí la noción del tiempo por un momento, como a los 20 minutos volví en mí y me di cuenta de que ya nos habíamos alejado del pueblo. Ella de repente se detuvo, no lo notamos hasta que estuvimos a un par de metros; te pido disculpas mi vida, te juro que yo no quería. Me quedé hipnotizado con su forma, no era una muchacha del pueblo, era alta y muy fina, su cabello largo y azabache se cortaba en su cadera, su piel hecha lejía desprendía una blancura que iluminaba la noche.

Sin darme cuenta la abracé por la espalda; te ruego me perdones mi vida, te juro que yo no quería. Al momento de agarrarla ella no dijo nada, su fragancia impregnó mi ser; pero que dulce aroma, qué fragancia tan linda; qué delicia de perfume; qué olor de vida. Era un olor a jazmín... ¡JAZMÍN Y MAR!.

Sus brazos estaban fríos, cubiertos con piel desnuda; en las manos tenía unos anillos que disimulaban unos delgados dedos y tan sedoso era su pelo que el viento lo mecía. Ay vieja... entiendo tu silencio, mi compadre que miraba como un niño hizo un gesto de despabilo «Qué linda muchacha y qué confianzuda eres» le dijo. Ella volteo de repente y pudimos ver su cara.

Me apartó de un solo golpe , con una fuerza desmesurada, miramos completamente la faz de aquella misteriosa dama y qué sorpresa me llevé. El aroma de vida que la acompañaba pronto se transformó en un olor putrefacto, sus ojos pareciera que hubiesen sido arrancados, al igual que sus parpados y labios, lo que hacía aparentar una sonrisa eterna con unos dientes plata como perlas y filosos como de hiena; la piel blanca se tornó gris oscuro con manchas negras como rasgaduras. Un escalofrío recorrió mi espalda, sentí como si hielos invadieran mis piernas y el invierno sostuviera mis brazos, no pude moverme, mucho menos correr. 

Todo se  detuvo un instante, todo quedó en silencio; y de golpe lanzó un ensordecedor lamento, un grito que provenía de las profundidades del dolor y del infierno, tan desolado y tétrico que me hizo reaccionar y correr rápidamente lejos de ella. Crucé la oscuridad y al voltear me percaté que sujetaba a Alfonso de los hombros, mientras que con sus dientes devoraba, como sólo puede hacerlo un animal, la piel de su rostros. Alfonso gritaba y trataba de zafarse; yo seguía corriendo a través del bosque, me incrusté en el río y sin darme cuenta me encontré entre las casas del pueblo, todo estaba callado y en silencio, caminé hasta acá pensativo sin poder creer lo que acababa de pasar.

Igual y fueron los mezcales, Don Norberto ya vende pura porquería o simplemente imaginé todo y mañana mi compadre me saludará como todas las mañana... incluso quizá... digo... a lo mejor... no sé que más pueda pensar... discúlpame vieja, te juro que yo no sabía, te juro que yo no quería.

Ay chula, entiendo que no me quieras hablar; entiendo que te encuentres enojada, entiendo que ni siquiera quieras voltear a verme, pero déjame acostarme a tu lado, necesito tu cariño, tuve miedo; qué cosa tan extraña ha pasado, necesito sentir tu cuerpo. Entraré en la cama y prometo no decir más, deja que rodeé mis brazos en ti. Qué pelo tan sedoso tienes; mira qué blanca se ve tu piel esta noche, qué cuerpo tan frío ¿Estás sonriendo? No me había percatado de lo filosos que se sienten tus dientes... ¿Quién eres y qué has hecho con mi mujer? ¿Qué es ese aroma, qué es esa esencia tan divina? es, es jazmín... ¡JAZMÍN Y MAR!.



Escrito por: Emir Dassaet (@Dxssir)




domingo, 24 de mayo de 2015

HORTENSIA

Amaneció frío y con llovizna, con suaves pétalos de brisa deshojados y esparcidos como roció por la hierba. Era viernes y el mundo entero parecía no detenerse, era fin de mes, era invierno. Hortensia no se movía al ritmo del tiempo que transcurría al pasar su ventana, eran las diez de la mañana y seguía dormitando ceñida de tres cobertores y una almohada que no solo sostenía su cabeza sino sus sueños también. No había ruido afuera, más que el ocasional ladrido de unos perros en la distancia. La otra respiración, la del viento, prorrumpía por debajo de la puerta de su casa y se sincronizaba con la respiración de ella, era como dormir acompañada y escuchar su respiración y esa respiración ajena, disertar en murmullos coplas para inducirla a dormir y después extraer en cada letargo hálitos de sueños. Dieron las doce del mediodía y hortensia decidió incorporarse, abrió la ventana y se dio cuenta de la situación; el invierno jugueteaba en el paraje de su época y todo el mundo era indiferente a él, estaban muy ocupados. Ya no se fijaban en el hielo de las mañanas que escaldaba el pasto y la cosecha, confundían el smog con la neblina, y la polución era la nube que les daba sombra en los calores de mayo. Pero era invierno y faltaba poco para la primavera y solo a los ancianos les ocupaba hablar de ello.
 --me zurro en los calzones si mañana no amanece con sol- decía don Vespertino, el abuelo de Hortensia.

 --Todavía es invierno, viejo- le contestó Tachita, su esposa. 

--Las cabañuelas no fallan y ruega para que no lo hagan, porque tú eres quien lava mi ropa- refunfuñaba don vespertino con un abrigo de paño de lana, tiritando de frio.

 Hortensia llegó a la cocina y escuchó platicar a sus abuelos. Se dieron los buenos días y el beso antiguo en la mano que ya poco se practica. Tomaron café con pan y platicaron cosas de familia; que el tío Rogelio volvió al vicio, que el primo Luis Manuel ya va a terminar su ingeniería, mientras que el sobrino David ni estudia ni trabaja y la situación cada día se pone peor. 

--Si tus papás vivieran- dijo doña Tachita 
-- Mis papás viven- contestó Hortensia- Mis papás son ustedes.

 Hortensia trabajaba ocho horas atendiendo una farmacia de genéricos, esa semana le tocaba el segundo turno, de tres a diez de la noche. Para llegar a su trabajo tenia que llegar desde el cerro donde cada mañana al mirar por la ventana tenia una vista magnifica de la ciudad: Allá a lo lejos estaba el caserío, el bullicio se percibía como exhalación. En su morada había paz y tranquilidad ambientada por trinos y trinos de pajarillos con plumas de arcoíris, tenia que caminar media hora por veredas llenas de lodo por las lluvias, caminos tortuosos y despeñaderos, llegar al arroyito alimentado por los manantiales con agua tan clara y límpida que los hombres tenían que cruzar primero y alejarse tres metros de la orilla para no utilizar el agua como espejo y husmear bajo las faldas de las mujeres. Cuando hortensia llegaba a la rotonda de la nueva autopista, esperaba el microbus que la trasladaba hasta el centro de la ciudad. En la parada de la micro el ruido ya taladraba los oídos. Era una ciudad loca donde todos corrían y todos tropezaban o caían; nadie se detenía a ayudar. Como la vez que el cadáver de un indigente ciego estuvo tres dias sobre la banqueta sin que nadie lo notara. Hortensia vivía una semana en la ciudad y otra en la casa de sus abuelos, debido al horario en su trabajo. Esa semana le tocaba en la ciudad, cada viernes era cambio de turno. 

 CAPITULO II MIENTRAS TANTO, EN LA CASA DE LOS ABUELOS 

 Doña tachita era una señora muy amable y hospitalaria, tenía siempre algo de comida que ofrecer a las visitas y si era necesario hospedar, había un cuarto limpio y con olor a albahaca fresca que impregnaba todo la habitación. La casa era sencilla, de tejas y hormigones de tepezil, pero aquella morada sencilla y humilde no envidiaba nada a una habitación lujosa en cualquier hotel. La semana se fue rápido y pronto llegó el viernes con su ajetreo y entre tanto movimiento el cambio de turno de Hortensia. El sábado por la mañana Hortensia fue a casa de sus abuelos. ¡Que día aquel! Le pareció extraño llegar a casa y percibir silencio desde afuera, ni los pájaros cantaban. Cuando entro a casa, encontró en la cocina a sus abuelos acompañados de un matrimonio. 

-buenas tardes- saludó y cuando vio el rostro de aquella señora presente, fue como,si se contemplara ella misma en un espejo, solo que más vieja.

 Fue el día mas largo y complicado en la vida de Hortensia. Enterarse que sus padres estaban vivos, dejaba tantas dudas y sentimientos entrecruzados que todo se resumió en una frase: >> ya no puedo confía ni en mis abuelos<< lloraba desconsoladamente, sus padres veían que era de alegría, su abuelo pensó que era de tristeza y su abuela que era decepción, quizás ni Hortensia conocía la fuente de su llanto. La noche llegó y como buena enseñanza de su abuela Hortensia dejó que se quedaran. --pero solo tenemos un pequeño espacio en el gallinero-- les dijo, mientras que sus abuelos se veía entre ellos, sin decir nada, ni mencionarles de aquel cuarto de huéspedes limpio y acogedor. Hortensia les preparó aquel dichoso espacio rodeado de paja y nidos de gallina, curucos y gorgojos del maíz. Un olor muy fuerte a amoníaco proveniente de las cagadas de gallina y lodo agrio bajo sus pies, se inyectaba en sus narices. Allí pasaron la noche, víctimas del frio y el aire silbante de la montaña. En esa misma noche Hortensia organizaba tantas cosas en el corazón como en la cabeza. A las ocho de la mañana un grito de doña tachita entró en el gallinero, despertando a sus huéspedes 

--¡mi hija, mi hermosa hija! -- gritaba y lloraba desconsolada. Todos llegaron al cuarto de Hortensia. Doña tachita les entregó un recado que decía: "Ustedes me abandonaron veinte años, así que me voy el mismo tiempo que ustedes". Doña tachita desmayó con la noticia y reaccionó media hora después. Al despertar vio en la puerta al matrimonio despidiéndose y se alejaron con la promesa de encontrar a Hortensia y volver a casa. Cuando bajaban serpenteando las veredas de la montaña jamás se percataron que Hortensia estaba agazapada detrás de un montón de tasole y escuchó claramente decir a su madre: "Fue una pésima idea venir en busca de esa hija mal agradecida". Si en el corazón de Hortensia hubiera existido un sentimiento hacia su madre, al escuchar esa frase se le hubiera destrozado el corazón, pero como no fue así, solo dejo que aquellos extraños se alejaran y ni siquiera les regaló la nostalgia de verlos partir. Regresó a su casa, al lado de sus abuelos, a vivir como siempre había vivido. Ignorando la mentira de la familia y siempre teniendo presente la verdad acerca de sus padres

 


 ESCRITO POR: Víctor López (@viktor_reader)

jueves, 21 de mayo de 2015

SINCRETISMO MENTAL.





Cierro la puerta y comienza el navío por la angustia soledad, descubro que es un encuentro conmigo mismo, con el ardor de mis sueños y cenizas de leña verde cortadas hace 23 años.

Arreglo la cortina de la ventana para evitar rayos de luz que puedan interrumpir el rito del sacrificio, dos fortunas en coalición,  una del infierno mortal llena de caricias y placer inolvidable, más una de pureza viviente y gracia contemplativa.

Enciendo el primer cebo del axomiate e inhalo su fresco placer, después el cebo almixclado; comienzo a sudar, termino con las jacarandas y el viaje comienza...

Me encuentro en la vida del holocausto donde la comida y el agua nacen de la tierra, las bestias y los hombres se rinden a mis pies, basta con imaginar el deseo, el mana comienza a florecer, basta con acariciar mi cuerpo y el placer no se puede detener.

Despierto de inmediato, los cebos se han terminado, las jacarandas son cenizas, solo quedan los tepalcates y las ramas de encino.

Respiro, enciendo los encinos, mi cuerpo se llena de luz, las paredes cambian de color, el piso desaparece, es como la teoría del caos. Mi cuerpo explota y sólo  queda mi espíritu, respiro nuevamente, me lleno de plenitud y sabiduría. Ahora comprendo la incapacidad del amor, nada duele, las acciones no dan vuelta en mi cerebro, llegan a mí los pensamientos de todas las mentes y corazones impuros.

Estoy constituido por materia que no es de este mundo, ni de otros, la actividad de vivir en mí no aplica, tampoco se denomina existir, no soy luz ni oscuridad, soy inteligencia y emoción, soy actividad y manjar, soy EF.

Escrito por: Psicólogo. Ramiro Tepox.








lunes, 18 de mayo de 2015

UNO MÁS

Después de muchos intentos fallidos, uno de los ángeles cercanos a Él sugirió:

- Señor, ¿acaso no sería mejor, en lugar de rehacer todo de nuevo y con una nueva creación a Tu imagen y semejanza a la cabeza, tomar a una de las anteriores y colocarla en el nuevo universo? Con la experiencia de la vida pasada tal vez obtendrá mejores resultados…

A Él dicha idea hubo de agradarle. Así pues, viajó entre dimensiones, tiempos, eventos, universos, Tierras. Recorrió Paraíso, Purgatorio e Infierno, buscando. Al fin encontró a una que satisfizo sus deseos y expectativas. En el Neutro, un lugar sin ser lugar, desconocido para todas las criaturas del espectro creacional divino, fue invocada tal creación y así se dirigió nuestro Señor a ella:

- Una vida humana has vivido. Posees los conocimientos, la sabiduría y la experiencia del hombre ordinario. Ni más ni menos. Te he seleccionado porque, al igual que este lugar, has aparecido neutro ante Mis ojos. Te otorgaré una segunda vida a partir de la flor de tu juventud y tendrás poder sobre todo ser viviente y objeto inerte que se halle sobre el nuevo cosmos que He preparado. Tú te encargarás de llevar este Ahora por el buen camino. Ese es mi deseo. Como parte del mismo consentiré que me pidas algo. Lo que sea que consideres útil para con la tarea que te He encomendado.

- ¿Lo que sea?

- Lo que sea. Sabiduría, riquezas y recursos, poder más allá de los límites humanos. También consentiré que elijas un compañero a quien consideres apropiado.

- Puedes quedártelo. – Dijo la creación – Prefiero pedirte dos cosas pero necesito que me asegures que, sin importar lo que pida, confiarás en que sé lo que hago.

- Así lo he dispuesto y para ello te He elegido.

- Primero, no será necesario un cosmos nuevo. Devuélveme a mi tiempo bajo las condiciones que has dispuesto para mí.

Así fue como la creación reapareció en su propio tiempo, en la cúspide de su civilización. Joven, jovial, vital. En la flor de su juventud. Se encontraba de pie en la acera, justo al frente de un camino atestado por el tráfico vehicular, rodeada de edificios y gente yendo de un lado a otro, inmersos en sus propias vidas. Contemplaba alrededor suyo, sonriendo al darse cuenta del lugar y momento en que se hallaba, notando el inicio de la lluvia, cuando escuchó la voz del Señor que le decía:

- Pídeme una cosa más.

Ella pidió.

- Me darás un cuerpo y una mente que aguanten la soledad a la perfección.

El Señor cumplió. Arqueó una ceja, pero cumplió. La joven respiró profundo, una sonrisa se dibujó en su rostro. Un hombre se acercó, paraguas en mano, y se ofreció a protegerla del agua. Ella se negó y comenzó a caminar, alejándose de él. Apenas había dado unos pasos cuando escuchó nuevamente:

- ¿Qué harás ahora?

- Vivir… otra vez.

- ¿Qué hay del plan que te encomendado?

- ¿Qué hay con él?

- Como creación mía que eres, es tu deber cumplir Mi voluntad.

- Mmm… ¿No se te ha ocurrido pensar que no soy tu creación? No soy más Tu creación que la creación de mis padres. Y ellos tampoco pueden tomar mucho crédito ahora. Tal vez al principio. Luego fue la vida misma la que me fue moldeando y por un tiempo fui creación suya. Ahora se me ha dado la oportunidad de ser mi propia creatriz. Como puedes ver he tomado esa oportunidad.

- Tuviste el bienestar de dos humanidades en tus manos y decidiste actuar de manera egoísta. ¿Por qué lo has hecho?

- Esa oportunidad también la tuve y te estoy muy agradecida por ello, de verdad, pero como yo veo las cosas, lo que me pides es, en esencia, que les quite la oportunidad de crearse a ellos mismos. Me pediste actuar como Tú. Me lo pediste sin pedírmelo. Y he decidido no arrebatarles eso…

No volvió a recibir respuesta.

- Mi Señor, ¿está Usted bien?- Preguntó el ángel a su lado. Había presenciado todo.

- Necesito un tiempo a solas…

- ¿Qué quiere que se haga con este cosmos?, ¿debería deshacerme de él?

- No, no… sólo… deja que siga su curso.

- A la orden.

El Señor se alejó entonces, tratando de ordenar en lo que el limitado entendimiento humano consideraría Su mente, tanto pensamientos como conjeturas dispersas de los eventos que acababan de acaecer. Concluyó, atropellada y apresuradamente, que los humanos, como hijos suyos, poseían también algo de divino en su naturaleza. Algo de dioses. Y de pronto se sintió cansado. Tan cansado como el día en que culminó su primera creación.

FIN


Escrito por: Jim Osvaldo Marín Acevedo ( @Capitanjms )




domingo, 17 de mayo de 2015

PARADOJAS DEL CORAZÓN

He aquí ante ustedes la historia de un hombre malo, el más terrible villano, Fortino Cabañas era su nombre. Lo hacía  más terrible el hecho de medir dos metros, pesar ciento veinticuatro kilos y odiar a todo mundo. Bravucón a decir basta, a todo hombre quería golpear a la menor provocación y se decía de él que tan sanguinario era, que se mudaba de pueblo cada vez que mataba a alguien >> es la quinta vez que se mueve en lo que va del año y vamos en la segunda semana de febrero. << murmuraban lo habitantes del lugar. Arriesgando el propio pellejo al decir tales cosas. 

CAPÍTULO ll 

Carlita era una mujer de apenas un metro con sesenta centímetros. Bonita como todas las mujeres y tan agradable y empática que a todo mundo le caía bien. Sus pecas más que estorbar en el rubor natural de su cara, le adornaban esa piel blanca y pulida como piedras de rio. Había tenido la más difícil de las infancias, quedando huérfana a los cinco años y conservando en sus pupilas el asesinato de su padre a manos de su tío para quedarse con su esposa, es decir su cuñada. Fue esclava de su madre y de su tío-padrastro, siendo castigada severamente y sin misericordia por errores como estornudar a la hora de comida.

CAPÍTULO III 

"El que a hierro mata a hierro muere", es el dicho que entre lenguas se conoce, así se hereda, y desde tiempos inmemoriales se dice en cada situación que lo amerita. Así se cumplió esta palabra en Fortino, pues todas sus víctimas perecieron por el cañón  de su colt 38, no se sabe cuántos, pero se habla de decenas. Fortino recibió  siete disparos en el pecho de una insignificante 9 mm semiautomática, a quemarropa. Otro dicho se efectuó en él: "El valiente vive hasta que el cobarde quiere", pues el presunto homicida resultó ser un betunero del parque que jamás había detonado arma alguna, pero con la suficiente fuerza para cerrar los ojos, jalar el gatillo y salir corriendo. El arma era prestada y la deuda por cobrar eran diez nuevos y devaluados pesos.

CAPITULO IV

 Con razón murió al instante- dijo uno de los doctores al quitar la camisa de fortino- si de los siete disparos, seis fueron directo al corazón. Estaban preparando el cuerpo para abrirlo y realizar los estudios postmorten
La autopsia  va a tardar- le dijo la mamá de Fortino a Carlita- debes comer algo. Desde ayer que no pruebas bocado.
La suegra de Carlita era doña Amalia, una señora con tanto tiempo vivido en el corazón pero con sesenta años de edad, que al saber la tragedia de su hijo no lloró, pero siempre estuvo del lado de su nuera, pues a decir verdad y con mucha razón, Carlita estaba inconsolable pues aquel gigante albergaba en el pecho el sentimiento más fiel que pocos hombres guardan. Fortino realmente amaba a Carlita, a su lado era el caballero mas educado y valiente pero al mismo tiempo el guerrero más sanguinario cuando de proteger a Carlita se trataba. Ante la gente eran una pareja rara, pero en lo secreto de sus aposentos eran la pareja ideal. Es extraordinario saber que Fortino jamás maltrató de forma alguna a Carlita, ni verbal y menos físicamente, al contrario, la acariciaba y la cuidaba como a él mismo, como a su propio cuerpo. Realmente se podía notar el amor profundo que aquel gigante le tenia a esa muñeca frágil y adorable.

CAPITULO V

A la cárcel Ramón el betunero, acusado de homicidio en primer grado y aunque la pena por tal delito era cadena perpetua, debido a los supuestos antecedentes criminales del abatido, a Ramón le dieron solamente 10 años de encierro. En eso estaba el juez de explicar los asuntos judiciales, cuando la suegra de Carlita interrumpió la sala y pidió hablar con su nuera.

Con todo respeto, su señoría, es muy importante para a aclarar este caso de la muerte de mi hijo- dijo doña Amalia.

Cinco minutos otorgo- contestó el señor juez- sin salir  de esta corte.

Carlita y su suegra conversaron y al terminar el tiempo Carlita habló.
-Quiero retirar los cargos señor juez, pues Ramón el betunero no mató a mi amado esposo y aquí tengo las pruebas de mi afirmación.

Se asombraron todos en la sala y murmuraban tanto que el juez ordenó silencio. 

Presente las pruebas- ordenó el juez.

El doctor que hizo la autopsia a mi marido, les explicará mejor. Pase usted por favor -dijo Carlita.

Buenas tardes, soy el doctor Federico navas. Y doy fe de las palabras de la señora. Este es mi testimonio. Cuando vimos el cuerpo, antes de abrirlo, siete disparos había en él. Seis de ellos en la zona del corazón y uno en el lado derecho del pecho.  El corazón ha de estar acribillado- nos dijimos estre mi colega y yo- pero que sorpresa nos esperaba cuando al abrir el pecho y querer retirar los proyectiles no encontramos el corazón, solo las balas incrustadas. - ¿Cómo es posible?- nos preguntábamos- es inaudito que un hombre no tenga corazón y pueda vivir. Pero entonces exploré el lado derecho del esternón  y fue en ese lugar donde hallé lo que buscábamos. El corazón de ese hombre estaba muy desplazado hacia la derecha, cuando lo normal es que se ubique entre el centro y el lado izquierdo del pecho. Fue entonces que pensamos, que la única bala que le impactó el lado derecho le había dado al corazón y lo había matado, pero señoras y señores, señor juez, este hombre era uno de enorme apariencia, un gigante sobre nosotros y nació con una deformidad, pues el corazón era muy pequeño para abastecer a ese enorme cuerpo y esa anomalía evitó por  un centímetro que la bala dañara el corazón, unos centímetros más grande y el disparo pudo haber dado en tal órgano vital. Cuando analizamos el corazón de este hombre, estaba intacto, sin ninguna perforación de bala. Ninguno de los siete proyectiles fue la causa del deceso.

-¿Entonces de qué murió?- Replicó el juez

-¡Ah! Eso mismo nos preguntamos. Con mucho cuidado estudiamos el tejido y las fibras del corazón y nos dimos cuenta de que un infarto fue lo que mató a ese hombre, un infarto consecuencia de su anomalía. Cuando las balas impactaron en su pecho, el corazón ya se había detenido por completo. En pocas palabras, ya estaba muerto.

Es completamente extraordinario lo que me cuenta, pero de cualquier manera necesito pruebas que confirmen sus palabras, señor doctor. - dijo el juez.

Aquí las traigo- contestó el doctor y le entregó un sobre amarillo al juez.

El juez analizó los papeles y las fotografía y después de un rato concluyó la sesión diciendo:
Debido a este acto caprichoso de la naturaleza, el sospechoso queda libre de toda acusación mayor, pero como actuó por venganza, pasará tres meses recluido, pues es algo que nadie debe tomar como solución. Que le sirva de ejemplo y queda libre su conciencia de la muerte de un hombre.

Pido que la condena sea más suave- dijo carlita al juez- pues es bien sabido que Ramón el betunero tiene seis hijo que mantener y ninguno de ellos está en edad de trabajar, no quiero ser la culpable de que los niños pasen hambre sin deberla. Quiero, si se me permite sugerir, que haga servicio comunitario.

Analizó la propuesta el juez y después de unos segundos aceptó la opción. Quedó cerrado y resuelto este caso.

Ramón el betunero paso seis meses haciendo servicio comunitario sin descuidar a su familia. Cierto dia después de la  sentencia, Ramón barría las calles y sin notarlo fue a parar a la casa de Carlita y con toda la pena del mundo platicó con ella.

- vengo a ofrecerle mis más sinceras disculpas.
-El salario que el pecado paga es la muerte. Mi esposo ya está libre de todo, jodidos nosotros los vivos que seguimos endeudados en cada respiro- le dijo Carlita a Ramón. - si tu conciencia se tranquiliza con esto, entonces sigue tu camino en paz. Ve a casa y enseña a tus hijos las buenas costumbres, para que no haya vengadores de sangre ni vengados. Mi esposo tenía el corazón chiquito, pero le alcanzaba para guardar el suficiente sentimiento para quererme de verdad. Por mi parte inculcaré buenos modales a mi hijo, uno que desde hace dos meses crece en mí y espero que herede el corazón de su padre, pero el carácter mío. Pues este es hijo de Fortino, pero será más hijo mío.




Escrito por: Víctor López (@viktor_reader)


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domingo, 10 de mayo de 2015

AYER Y HOY

Viviré siempre con dos mujeres, con la mujer que habita mi casa y la de mis recuerdos. Ambas lo saben y no guardan celos, ni absurdos rencores, toda esa tacañería de sentimientos son regurgitados por las personas incapaces de amar de verdad y luego perdonar. Qué sería de  la noche sin ella y qué sería de la noche sin nosotros enclavados en las sábanas limpias de la conciencia y el amor. Por otro lado, con la memoria vacía y sin un recuerdo que abrigar, mis días serían totalmente una mentira. Allí ocupa ella la habitación abierta  de mis memorias, es decir, la mujer de mis recuerdos. Siempre irrumpiendo cuando descanso en la hamaca, mientras leo, cuando no quiero recordar. Ella entra a sacudir el polvo que se acumula naturalmente sobre las cosas viejas, y dejo de hacer todo y no gasto el tiempo a lo tonto, simplemente me detengo a pensarla y verla caminar sigilosamente en la industriosa  retentiva de mis charcas de tiempo. Le gusta andar  con los pies descalzos, con pasos de gato sigiloso. Ella piensa que anda jugueteando en habitaciones vacías, cuando en realidad están llenas de salpicadura de sus palabras.

Por las noches, de vez en cuando, mi esposa y yo conversamos de nuestro amor equilátero y de este triángulo que surge solo en retrospecciones mías. Hablamos de quién habita en mis recuerdos. Largo y tendido por hasta dos horas le cuento y le explico y mi esposa me dice que nunca le prohíba entrar. Es la única manera, le contesto, de seguirnos viendo, de extender el perdón y colocarlo a la par del olvido. - Esta será siempre su casa - agrega mi esposa. Cuando la mujer de mis recuerdos me viene a visitar, mi esposa nos deja solos, en ocasiones se va de la casa,  y no dice hora de llegada. Sin embargo, ella y yo tenemos una regla, nunca entrar a la casa cuando mi esposa no esté, así es que muchas veces decidimos platicar bajo la sombra de la guácima, a la merced del acervo del arrepentimiento y no a disposición de las tentaciones. Porque, para ser sinceros, hay diferentes formas de amar a dos mujeres al mismo tiempo. En mi caso por ejemplo: a mi esposa la amo conjugando mi presente con el tiempo que nos falta juntos, y a la mujer que habita mis recuerdos, la amo con toda la ternura y la gratitud de mi pasado, pero sobre todo, con un respeto más profundo que el que se le otorga a una persona que se ausentó de la vida. Aunque no necesariamente ella, la mujer de mis recuerdos, esté muerta. En ocasiones se materializa frente a mí como una figuración real, pero que se desvanece al estirar la mano y quererla por lo menos rozar con la yema de mis dedos, o arañarla con el tajo de mis uñas.
Cuántas veces te encontré - le digo a ella, la mujer de mis recuerdos- pero siempre fui incapaz de hablarte. Mi esposa dice que  reserve las palabras para la última conversación con ella. Sería contraproducente desde mi punto de vista, además tanto tiempo ha pasado y dejar que el silencio gangrene un dialogo tan necesario y urgente, pero jamás consumado, puede dejar consecuencias, como correr el riesgo de volverme mudo y a ella dejarla sorda de los dos oídos.

Le conté a un amigo mi situación hace años, le dije que amaba a dos mujeres, pero una era real y la otra pronto llegaría a ser mi esposa  - no te entiendo - me dijo.  - lo que pasa es que la que va a ser mi esposa entró a mi vida un día  de Noviembre de hace dos años; nos enamoramos y pronto nos casaremos, pero la otra mujer de la que te hablo, entró en mis recuerdos como una brisa que se cuela por las rendijas de una ventana, y al igual que la brisa no la puedo sacar, pues entre más abro la ventana, más entra en mi memoria. Aquel falso amigo soltó la carcajada y me esparció su burla en la cara, yo me quedé serio y callado, pero cuando se levantó y se alejó riéndose, me encrespé.  A mí nadie me desprecia un trago en medio de burlas- le advertí y agarré el tequila y se lo aventé por los pies. Él giró solo la cabeza y con su burla me contestó - no acostumbro a beber con locos, ni a emborracharme con dementes.
Aquella misma tarde lo encontré saliendo de la tienda de Antíoco Juárez y no tuve otra opción que matarlo. Esta vez estaba de frente, fue una pelea igual, pero mi guaparra tenía más filo que la suya y mi mano mejor tino. Aquella mañana que afilé mi fierro, jamás imaginé que al término del día se mancharía de sangre de un cristiano. Allí comencé a huir, aunque a decir verdad nadie me perseguía. Aquel hombre era tan odiado que nadie levantó los pedazos de su cuerpo y dejaron que los perros se comieran los trozos de carne desperdigados. A nadie le dolió su muerte y nadie me juró venganza  sobre su nombre. La verdad comencé a huir con la intención de dejar a la mujer de mis memorias en la finca, para ver si se malgastaba la reminiscencia de su nombre en las caballerizas, o se ahogaba en la represa del potrero. Le dejé la finca para ella sola, para ver si desocupaba la habitación de mi recuerdo y se mudaba a los cuartos de aquella casa abandonada. Pero cuando llegué a mi primer escondite, en  la casa de un amigo,  antes de abrir la puerta escuché sus pasos de gato sigiloso y al encender la luz del cuarto allí estaba ella, tumbada sobre la cama hilvanando besos y caricias para sembrarlas en mi mente. Fue la última vez que rehilé mis manos en los tejidos de su cuerpo. Allí le dije que pronto me casaría  y ella se puso igual de contenta que yo. Desde entonces nos prometimos no quedarnos a solas dentro de cuatro paredes, por respeto a la que llegaría a ser mi esposa.

En mi boda ella estuvo presente y lloró conmigo de alegría, me refiero por supuesto a la mujer de mis recuerdos. Me dijo al oído mientras el vals nos bailaba: - dile de mí, tu esposa va a entender-  aun así esperé un mes para contarle de su presencia, cuando me asedió el valor le expliqué todo mi pasado y mi esposa, ella tan hermosa, me comprendió; desde entonces mi alma se fundió con la de ella. Hemos pasado varios años coexistiendo así los tres, a nadie le conté mi situación sentimental, para no matar a nadie más.

He aprendido a vivir con dos mujeres, con mi esposa, la mujer que habita mi casa, la que amo. Y con la mujer que habita en mi memoria, que ya no es tangible para mí, pero no por eso deja de ser real. Ambas lo saben y a las dos les debo la vida de hombre de hueso y médula. Ambas quedaran ennoblecidas en la perpetuidad etérea de mi memoria. Dejo esta historia escrita con tinta indeleble que no se borra con agua ni con sangre, tal vez con tiempo.  Y dejo la vida colgada de una soga pues sentido alguno ya no le encontré. Aprendí a vivir sin tocar a la mujer de mis recuerdos, pero desde que mi esposa ya no ronda los pasillos y habitaciones de la casa, ha sido realmente miserable cualquier intento de existir.


ESCRITO POR: Víctor López (@viktor_reader)



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lunes, 4 de mayo de 2015

AMADA

Dos hombres se encuentran en un entierro. Uno al lado del otro. Cielo gris y lluvia sobre ambos. Un muro de trajes y paraguas negros a sus espaldas. Lodo bajo sus pies y al frente un agujero rectangular por el que va descendiendo la caja que contiene el cadáver de una mujer. Miradas perdidas en ambos rostros y una tristeza que hace juego con las arrugas calmas y pesadas de sus expresiones. Expresiones de quien no puede hablar, no porque no quiera sino porque el peso de la lápida cae también sobre los labios. El frío del agua que cae y arruina sus peinados, ayuda. Entumece los sentidos y dispersa la congoja. No mucho, pero ayuda. Un suspiro largo y uno de ellos se encuentra a duras penas en condiciones de articular frase.

- ¿También la amaste?

- Mjhmm… - asiente cansinamente el otro.

Silencio. Ambos tratan de procesar el significado de aquello. ¿Cuándo lo conoció?, ¿cuál será su historia?, ¿será mejor que la mía…?

… ¿lo habrá amado más a él?

… ¿Habrá más como él entre la multitud?

… ¿Habrá amado más a alguno de ellos?

Cruzan miradas reticentes a destiempo, como quien trata de ver al otro sin que este se dé cuenta de que está siendo más que observado. Está siendo analizado. Siendo escudriñado. Revelado, como un misterio. Y ambos lo saben. Y ambos saben que, de haber más, están pensando exactamente lo mismo. Una ola de nervios repentinos les recorre la espalda. Ansiedad. Se sienten observados. Actúan pretendiendo tener control de sus emociones, de sus movimientos, incluso, de la dirección en la que observan. Por un segundo se olvidan de la persona frente a ellos y reptan en sí mismos. Se sumergen en un océano de ideas e imaginaciones incoherentes hasta que algo los saca violentamente de ahí. Y entonces lo ven. La familia de la finada consolando a un extraño en abrigo negro. Ambos hombres vuelven a intentar procesar el significado de lo que ven. No les toma mucho tiempo. Al unísono dan un suspiro que huele a resignación. Meten las manos en los bolsillos de los respectivos trajes y, al dar media vuelta, sus miradas se cruzan intercambiando un atisbo de incómoda comprensión. Tal vez incluso compasión, pues les ha quedado claro que el destino que comparten es el del olvido, al no ser siquiera los verdaderos protagonistas de la historia de amor que en estos momentos está siendo sepultada.

FIN

Escrito por Jim Osvaldo Marín Acevedo ( @capitanjms )