domingo, 30 de noviembre de 2014

PENSAMIENTOS EN " MI "

Quiero pensar que te entiendo cuando sueltas tus cadencias, cuando converge el sonido de tu voz en la intemperie del tímpano. Si yo pudiera entenderte aprendería a tocarte, sin pedir permiso a mi mano derecha, ni soltar con la izquierda tu brazo, dejando escapar las caricias que tamizan mis dedos por tu vientre plano. El día que conozca tus secretos, ese día vibrará mi mano de júbilo y éxtasis desbocado con compases idóneos, caricias apasionadas y a ratos tímidas. Hay vaivenes que desbordan en los acantilados del organismo, agitados y seducidos en galimatías, pero el vaivén de mi mano contra las cuerdas de tu cuerpo, ese recreo placentero cuando juego en tu madera, en el relieve de tu monumento, ese breve instante suspendido en la ingravidez de mi substancia, me lleva a aceptar que no logro entenderte cuando te hago conversar. No hay alegorías que desmarañen lo complejo de tus acordes, no hay música si no estás, solo hay ruido en tu ausencia. En los ratos tediosos, monótonos y abundantes, te tomo y te toco para darme a expresar. Te arrullo, te canto y sigo sin entenderte mientras que tú, en cada pisada, me comprendes y revelas aquello que guardo, que no logro hablar. Tú me entiendes y me explicas por medio de ti, entre cuerdas, perillas, entre madera y resina, a través de tus trastos, a través de tu cuerpo apoyado en mi pierna. Me rasgas el alma, arpegias mi calma, haces con mis dedos requintos en tus suaves tendones y vibras satisfecha. Te entregas a mis brazos y sueltas amarras, mientras en mi oído sutil musitas tu nombre, sutil te palpo guitarra.

Por: Víctor López (@viktor_reader)





sábado, 29 de noviembre de 2014

Frío

—Apuesto a que no puedes adivinar cómo he entrado.
—Apuesto a que sí. Entraste por la cerradura, como Peter Pan.
—¿Quién es ése?
—Un muchacho que conocí en los billares.
 Raymond Chandler, El sueño eterno.


¿Las palabras tienen sentido alguno? tal vez no, sin embargo se encuentra consuelo en ellas.

Siempre he sido una persona triste, y difícilmente podré escribir estando feliz. “I hurt myself today” me dice a mi Johnny Cash y entonces enciendo el auto, me ajusto el cinturón de seguridad e inicio un trayecto sin rumbo establecido. Solo quiero distraerme, relajarme, dejar que el tiempo pase . Me siento aburrido, solo. Como que no me pasa nada.
 
Al principio de mi recorrido sin rumbo, no pensaba en nada. Tenía la mirada fija en el camino y dejaba que la música sonara cuando de pronto y sin avisar una frase como cristales rotos en mi cara; "You are one of God's mistakes, you crying, tragic waste of skin, I'm well aware of how it aches , and you still won't let me in" y entonces la tormenta, el pensamiento, el sentimiento y la razón, la conciencia con todo su poder y sobre todo la culpa misma.
Llego a un semáforo en rojo y detengo el auto, me quedo pensando en tantas cosas que no vale la pena mencionar, la música suena y no le presto atención. Volteo la mirada hacia la derecha y la veo, llevaba unos jeans desgastados y una sudadera de color rojo...Hermosa, sencilla, con cabello suelto y ondulado. Nos miramos fijamente y me volví a perder en sus ojos color miel.
Los autos detrás de mi empiezan a sonar el claxon...Desvío la mirada y me doy cuenta que el semáforo cambió a verde, piso el acelerador y derrapan las llantas, al principio quise pensar en algo pero dentro de mi sentía un vacío enorme, un coraje especial y un recuerdo infinito.
Su imagen me golpeaba a cada segundo y no podía calmar mi mente, avanzo por la ciudad a gran velocidad y llego a un lugar donde podía estar solo. Estaciono el auto y busco un lapicero en la guantera, encuentro uno sin tinta y pienso "Qué ironía, también se ha quedado como yo...sin nada que decir"
Me sentía simple, idiota, inútil. Me sentía con unas ganas infinitas de amar y recibir amor. Quise que todo fuera un sueño, despertar y empezar de nuevo en otra ciudad, en otro momento, con otro yo.
Sabía que ya no podía hacer nada más, así que dejo que la razón y los sentimientos jueguen con mi existencia mientras me fumo unos recuerdos. Es así como me acuerdo cuando la conocí.
Me estaba tomando una cerveza en la fiesta de un amigo, yo siempre he sido muy callado así que me resigné a sentarme en el sofá y saludar a los conocidos sin empezar una plática muy profunda. Aquél día, estaba terminando mi cerveza cuando ella se sentó a mi lado, recuerdo muy bien su hermoso cabello ondulado y sus ojos...Esos ojos llenos de amor.
Al principio no le tomé mucha importancia, sin embargo ella hizo exactamente esta pregunta :¿De por si eres callado o tienes novia? y creo que ha sido la mejor pregunta que he escuchado para iniciar una conversación, al principio me reí y ella sonrió. Después, contesté: "Estimo mucho a las personas que conozco, por eso trato de no conocer a nadie"
"Yo solo quiero platicar con alguien, de eso a que lleguemos a conocernos depende de ti" -Me dijo-
Hablamos durante largo tiempo, de la escuela, del gobierno, de las cosas que nos gustaban, nuestras pasiones, nuestros hobbies, etc. Después de la fiesta, la contacté y a decir verdad no sabía por qué, supongo que uno se crea paradigmas como "Ella es bonita, guapa, tiene una hermosa manera de ser, tiene buen cuerpo, es de "clase alta"...¿Por qué habría de fijarse en alguien como yo?" y entonces quieres probar, intentar, y demostrarte a ti mismo hasta donde puedes llegar...y lo hice, la invité a salir y ella aceptó.
La primera vez que salimos, la invité a un café sin saber que ese café se volvería mi lugar favorito en todo el mundo. Nuestras platicas eran muy fluidas, llenas de risas y temas sin fin. La verdad es que ella llegó en un momento en el que yo la necesitaba. Llegó un punto en el que no podía dejar de pensar en ella, un punto en el que con ella me sentía protegido y a gusto, donde los problemas no existían si estaba con ella, donde ella me demostraba su amor de tantas formas y con tanta gente que yo me sentía el hombre más feliz del mundo.
Aquel café lo hicimos nuestro, la encargada sonreía al vernos entrar de la mano, los meseros ya sabían que íbamos a ordenar, la mesa que daba al balcón siempre nos esperaba impaciente por vernos sonreír. Recuerdo la vez que en ese mismo café pude besarla, recuerdo como sus manos se unían con las mías y esa sonrisa después de nuestro primer beso. Recuerdo el camino a su casa lleno de abrazos y de palabras de amor...Recuerdo el olor de su cabello y sus "Te quiero" al oído. Recuerdo su sonrisa, el sonido de su voz. Recuerdo esos nervios y la sensación en el estomago cuando la veía llegar. Recuerdo como era decir "Nosotros" y lo bien que se sentía.
Llegados a este punto, podría mencionar su nombre pero no lo haré, o tal vez si. Todo depende de que tan profundo quiera abrir la herida.
Podría seguir contando esta historia, sin embargo bastaría con resumir que ella fue todo para mi. Con ella conocí lo que era el amor, conocí lo que se sentía ser amado. Probé los más dulces y tiernos besos, sentí el calor de sus manos y la dulce estancia de sus brazos.
Al final, duele decirlo, pero simplemente son recuerdos. Una parte de mi vida que parece tan lejana ahora.
Un día, salimos de aquel café y yo la notaba un poco extraña. Ella me decía que era la escuela, problemas en su casa, que a veces se le hacía pesado verme solamente los fines de semana (Yo empezaba la universidad) y cosas así. Ese día la acompañé a su casa y su entrada fue testigo del beso de amor más grande del mundo. Ella me miró con esa mirada llena de luz, me abrazó y me dijo al oído: "Gracias por enseñarme a amar" yo simplemente pude abrazarla más fuerte...Nos besamos de nuevo, entramos a su casa y subimos las escaleras..."Manuel..." me decía entre suspiros. Llegamos a su cuarto y la ropa ya estorbaba. Hicimos el amor hasta el cansancio..."Siempre fuiste el primero" -Me dijo- "El primero en no hablarme en una fiesta, el primero en amarme, el primero en mi cuerpo..." Y recordaré esa noche como la noche más feliz de mi vida. 
Lastima que esa felicidad me duró tan poco. Al siguiente fin de semana tuvimos que destrozar todo, quitarlo, borrarlo, aparentar que nada pasó, dejar que el sentimiento se escurriera entre las lagrimas. Que tonto, nosotros caminamos hacia el amor y terminamos arrastrándonos al olvido. Sentía tanto coraje y tristeza en ese instante. Recuerdo muy bien que llegamos al mismo café, pero no de la mano, era otro mesero pero la misma mesa. Nunca olvidaré sus últimas palabras: "No hay que llorar, será la última vez que nos veamos...Dile a quien te pregunte que siempre fuiste libre, y que siempre te fui fiel." Lo malo es que nunca fue un Adiós determinante...simplemente salió del café y yo me quedé ahí, envenenándome con el humo del cigarro, viendo la lluvia caer y pensando en ella. 
 
Melanie, resultó que tus ojos son a prueba de olvido.
 
 
Escrito por: Luis Manuel "Manu" Fdez.
@IronManuMK17
 
 
 
 
 

jueves, 27 de noviembre de 2014

TRASCENDENCIA.



 Caminando en el inframundo, descubriendo la esencia de mi vida, comprendí el tiempo que no he aprovechado, lo encontré oculto en barro de mi origen, en el Tepox de mi destino.



Deseó con certeza abrir mis neuronas al energético poder del Tlashiua. Alimentarme en el espesor de las habilidades del pulque; los cráneos de mis abuelos y sapiencia de mis Tlatoanis.



No tengo miedo a los tiempos nuevos, sólo tengo la esperanza de ser presa del espíritu holográfico que ilumina a los disímiles coconis.



Autor: Hijo del último pájaro serpiente que se oculta en los chilacayotes.




martes, 25 de noviembre de 2014

GRAFEMAS DE UN DIVAGUE



“Mira la luz inmortal que nace todos los días bajo el horizonte; y descubre ahí mi mirada amorosa”…

Se borra lo anterior, se escribe luego:

“Viejo lugar de callejuelas llenas de angustias ¿A dónde fueron tus sollozos jamás escuchados?”

Ya inspiro alguna vez alguna poesía…

Abandono por un momento el teclado, poso mi mirada sobre la nada. Siento que al final todo ha sido contado. ¿Por qué escribir? ¿Acaso será la penuria de sentir esa oquedad interna que no puede ser cubierta con nada, pues el rio de emociones que emana es más fuerte y nos obliga a externar aquello que guardamos?... Vuelvo la mirada, ni siquiera sé cuánto tiempo desgaste viendo al vacío, pero puedo darme cuenta de que no he resuelto ni un carajo…

Quiero escribir, pero no sé qué. Tengo mil palabras dando vueltas en mi cabeza y ninguna se atreve a deslizarse hacia el papel. ¡Lo tengo! Contaré una historia sobre un crimen, que a su vez, contenga un amor de verano y a un obsesivo padre (de moralidad alta) empedernido en conservar su estatus social; el cual se verá manchado por el homicidio que cometerá en contra de su propia hija por accidente… pero que aburrido. Mejor una analogía de un asesinato en el que cada palabra escrita sea una puñalada del lapicero a la hoja de papel en blanco… No. Mejor una historia de amor, de un amor trágico, de esos amores que siempre gustan porque nos acercan a los ojos aquello que se encuentra lejos de nuestros labios. Los protagonistas deben ser un hombre y una mujer que vivan en colonias separadas por su condición socioeconómica… tal vez deban ser dos hombres, no, eso puede resultar muy ‘Choteado’; mejor dos mujeres o quizá tres… pero cuanta pendejada ya he pensado y aún no he escrito nada.

Tal vez, digo, si la palabra me lo permite, deba empezar por el nombre. Al fin y al cabo a muchos les funciona bautizar primero su obra y después construirla. “Soneto de una fragancia a medio respirar”, pero que tarugada, demasiado hípster. Podría sonar arriesgado pero el título “¿Qué son los espermas sino almas en pene?” siempre me ha parecido bueno para dar inicio a una historia. Me gustaría saber qué pensarían las feministas si leyeran un texto intitulado “hombres no hablemos de la menstruación, eso es machista, la menstruación es suya” seguro se cagan sobre mí… “Historia de un verso jamás contado” ese podría ser, finalmente es algo que ni siquiera sé que debe ser o cómo debe contarse, es más, ni siquiera hay verso…



Debo confesar que después de mucho batallar, tengo la historia a contar; simplemente tuve que vaciar la mente; poner los ojos cual médium y esperar a que un espíritu se poseyera de mí para garabatear el boceto de la historia; sin embargo, al haber transcurrido varias horas y lograr concretizar las ideas, volteé a redactar y me encontré con una sorpresa. Las letras se habían sublevado y pusieron en estado de huelga a mi vieja máquina de escribir… hay una frase plasmada en negritas sobre la hoja que está en el sujetapapel, que dice: “Ni un tecleo más, letras unidas en contra de la explotación textual” ...Creo que aquí termina mi historia…



Escrito por: Emir Dassaet Zarate Acevedo (@Dassir1)



domingo, 23 de noviembre de 2014

¿QUIÉN MATÓ AL ESCRITOR?



Me detuve en la puerta, vi el lugar casi vacío, solo una pareja de enamorados en un rincón; sin embargo escogí la mejor mesa y rebusqué como si estuviera lleno. Al adentrarme en aquel negocio, un aroma espeso encontró guarida en mis narices e hizo cuartel, hasta la fecha, y revive aquel día en cada taza de café. Los meseros conversaban  detrás del mostrador, mientras limpiaban la barra. Cuando me senté pude notar lo viejo de las mesas, las sillas desniveladas, las paredes gastadas y descascaradas, los pisos cascados y sin brillo; pero en demasiado contraste con aquel viejo lugar, salio de detrás del mostrador una hermosa jovencita, con un rostro pulido y lozano de  adolescente aún. No creo que haya sido menor de edad por esas fechas (deseaba con todas mis ganas que no lo fuera) porque mi razón me advertía que el corazón se estaba enamorando. Cuando llegó a mí se presentó con la sonrisa mas inolvidable en mis recuerdos, tanto que en ese mismo instante soñé con ella.

- Aquí tiene la carta señor, estamos a sus ordenes.
Me lo dijo sin perder la sonrisa y con unos ojos enormes y hermosos, llenos de gracia y agradabilidad. Me quedé mudo y con demasiada timidez le devolví una opaca y genérica sonrisa.

- Gracias, pero solo tráeme un café americano por favor.
Le contesté; sin embargo fue mas fácil escribirlo en estas lineas que decirlo frente a ella.
Pensé que la pareja de enamorados había sido una visión que tuve al entrar, ya que no los escuchaba, pero no lo era. A cuatro mesas a mi derecha estaban ellos, sonreían y hablaban con tal felicidad que por un momento me contagiaron de ese espíritu. Veía que movían sus labios teniendo conversaciones íntimas y dulces, pero a pesar de lo cerca no escuchaba ni sus murmullos. Había un segundo piso dentro del local, era como una pequeña terraza, con una sola mesa y cerrada al público. Allí tenia acostumbrado desayunar el dueño de aquel viejo negocio de café. hasta ese momento yo no sabia mucho de él, ni de su historia de triunfador, solo me contaron que en algún periodo de su juventud había sido pobre. Esa mañana no fue la excepción, llegó en punto de las 9:30 am. Saqué el periódico que había comprado dos cuadras atrás y comencé a leer las notas de aquellos reporteros con faltas de ortografía terribles y con letras de más, era un tanto gracioso leerlos. Mi bella mesera por fin llegó, se me hizo larga la espera, no tanto por disfrutar de mi café sino por volver a contemplarla de cerca. El vapor que emanaba del café caliente, humedecía sus pestañas y sus cejas y se enredaba en su pelo, hubiera matado por oler su hermosa cabellera en ese instante. 

- Muchas gracias señorita.
Ahora mi sonrisa y mi voz fueron más seguras. Ella solo me regalo otra sonrisa, nacían de su rostro tan fácil y natural que no se esforzaba para nada ¡Solo sonreía!

Tomé a sorbos cuidadosos mi café, para no quemar mi lengua, sin notar lo terminé pronto. Mientras tanto en el segundo piso el dueño del negocio leía el mismo periódico que yo y, por lo que pude notar, también se reía de los reporteros y sus noticias. La bella mesera volvió para preguntar si se me ofrecía algo mas; pedí otro café y una rebanada de pay de queso. En el segundo piso el dueño seguía comiendo su desayuno que un mesero del lugar le llevó, por alguna puerta secreta al parecer, ya que desde el piso donde estaba yo no había ningún acceso hacia arriba. Los enamorados se fueron, pasaron frente a mí conversando y por última vez no escuche sus voces.
Hasta ahí recuerdo los sucesos de aquella mañana. Por lo que me cuentan, después hubo disparos, todos corrieron a buscar refugio, pero las balas tenían un objetivo y en pocos segundos el dueño de aquella vieja cafetería yacía muerto sobre el piso. Tampoco recuerdo cómo salí de aquel lugar, ni como llegué a aquel cuarto donde me preguntaban enérgicamente:

- ¿Quién mato al escritor?
- ¿Quién mató al escritor?
 
Cómo pretendían que les contestara con tanta agua mineral entrando por mis narices. Eran necios y seguían preguntando mientras gritaban:

- ¡Confiesa! ¿Quien lo mató? ¿Tú fuiste verdad? 
Cada pregunta era acompañada de un golpe, y eran tan convincentes y eficaces sus preguntas que por algún momento me sentí culpable y comencé a preguntarme lo mismo que ellos: 

- ¿Quién mató al escritor?

Comencé a llorar, tenia tanto miedo que moje mis pantalones como niño pequeño; sin embargo no sentí vergüenza ante sus burlas. Ellos seguían golpeándome y preguntando:

- ¿Quién lo mato?

En uno de esos golpes perdí la conciencia y me dejó como consecuencia una amnesia aún vigente. Cuando desperté, todavía atado a la silla, en aquel cuarto, un encapuchado me volvió a preguntar, a pocos centímetros de mi cara y con una voz sigilosa:

 -¿Quien mató al escritor?

¡ Una bala!
 Contesté casi sin voz y con la boca hinchada; llorando, casi gimiendo, mientras ellos se burlaban a carcajadas de mi. De saber que con esa respuesta me dejarían libre, se las hubiera dicho desde el principio. Después me taparon el rostro con una funda negra y me sacaron a rastras. No comprendo cómo asi de fácil me dejaron libre, sospecho que encontraron otro al cual inculpar.

Pasaron dos años hasta la fecha que regresé a aquella vieja cafetería. Me había enterado por aquel periódico amarillista que el sujeto que mataron allí, era un escritor conocido de la ciudad, amigo de muchas figuras célebres por éstos rumbos. Desde gente rica y varios políticos; entre esos políticos influyentes estaba su entenado. Conocía a muchos empresarios y otros personajes populares  de esta pequeña ciudad; reporteros de todos los medios locales de radio y televisión. El escritor había hecho dinero con mucho esfuerzo, incluso ganó algún concurso internacional, que a parte del buen premio en efectivo, lo lanzó a cierta fama. Cuando entré a la cafeteria no reconocí el lugar < me habré equivocado > pensé entre mi. Todo había sido renovado; sillas y mesas nuevas, paredes muy bien pintadas y pisos impecables. Sentí cierto nerviosismo misterioso. Me senté en el mismo lugar que hace dos años y deseaba ver con todo el corazón a la bella mesera; pero no, me atendió un joven medio raquítico de apariencia. Le pedí un café americano, mientras buscaba detrás del mostrador a la joven mesera, después la busqué entre las otras mesas, ya que esta vez el lugar estaba casi lleno, pero no la encontré. Esperaba que saliera por la puerta de la cocina, de ser así inventaría cualquier pretexto para hablarle, pero tampoco. Cuando probé el café que me trajo el mesero aquel, por poco se lo aviento encima.

 -¡Que feo sabe!-  le dije sin redundar  -la última vez que lo probé estaba bueno.
 - Está hecho de la misma manera que se viene haciendo desde que se abrió esta cafetería-
  me respondió apenado.
 Yo estaba, hasta cierto punto, triste por no encontrar a mi bella mesera.  Inevitablemente vinieron a mi mente los difusos recuerdos de aquella tarde de hace dos años. Fue entonces cuando en la mesa del piso de arriba, en la terraza, apareció ella. Noté en seguida que no llevaba puesto el uniforme que usaban los demás meseros, estaba más hermosa que en mis recuerdos buenos en ese lugar; pero no llegó sola, la acompañaba cierto caballero de traje azul celeste, impecable de apariencia, ambos se sentaron a desayunar. Seguí tomando el poco café que sobraba y me supo más amargo y terrible que al principio. Llamé al mesero y le pedí la cuenta,  mientras cierta desilusión efímera corroía mi pecho. Cuando llegó el mesero, discretamente le pregunte:
 
- ¿Él es el nuevo dueño?
- Así es, heredó el negocio.
- ¡Que afortunado!-  le dije en voz baja.

Me quedé contemplando discretamente a aquella pareja que reflejaba felicidad, pero sobre todo una visible tranquilidad. Demasiadas cosas borbotaban en mis adentros y entre tanta ebullición, resurgió la pregunta que tanto sonaba en mis oídos. Muchas verdades se asomaron disfrazadas de incertidumbre, disuadían mi razón y tejían una telaraña compleja de sospechas. A pesar de todo, la pregunta seguía abierta: 

¿Quién mató al escritor?

La otra pregunta:

¿Por qué lo mataron? Desde mi humilde punto de vista y desde aquella mesa, era deducible. 

Dejó de importarme quién haya sido el autor intelectual de aquel homicidio ignorado, incluso dejaron de importarme los castigos que recibí, cuando trataron de embarrarme con sus culpas. De cualquier manera yo seguía siendo capaz de matar por ella, al fin y al cabo, el nuevo dueño no solo heredó el negocio de su padrastro, sino la misma costumbre de desayunar en aquel lugar a la vista de todos.

por: Víctor López (@viktor_reader)