Llevarte a donde quieras. A la espera
de un instante que se había perdido, sabiéndonos que eclosionará en un hálito
de ciega exhalación en el futuro: sin rubores del pasado, sin rencores aguardando,
en el estrujar de mis brazos y el vapor de tu pupila.
Llevarte a donde vaya, a cuestas, por
ejemplo, porque eres mi responsabilidad pendiente. Llevarte, aunque el impuesto
por pagar sea el insomnio. Llevarte con la incertidumbre en la punta de la lengua,
como quien vive con el Jesús en la boca, al no saber si vivo errante en el
profundo sigilo de tu recuerdo, si de vez en cuando, como yo a diario, dejas ir
mi nombre al viento como el amén después de la tormenta.
Llevarte a todas partes de los puntos
cardinales, y al final anclar los pies en el trémulo mundo de los sueños; encontrando
París entre los pliegues de la almohada, descubriéndonos a sorbos entre los
vinos de la vieja España.
Sin embargo, para llevarte a
cualquier lugar donde pueda ir tu mirada, para sostenerte en los hombros mientras
tu vestido va colgando por mi espalda, debo dar un paso e irme para poder
llevarte y dejar tu cuerpo durmiendo tranquilo entre tus sábanas.
Víctor López @viktor_reader