lunes, 12 de marzo de 2018

EXTRAMARITAL




Hoy tocaba salir a las siete de la mañana mujer, se supone que a esa hora salía, ¡maldita hora!, era segura. No había día que dando las siete, cuando tocaba el tercer turno, no saliera con dirección a la casa, así como fue durante once años contigo mujer. Pero hace un año cambió la rutina. No te molestes en ir a preguntar al trabajo si me presenté o no; sería inútil, ni le preguntes a mis compañeros; se harán los tontos y desentendidos y nada te dirán. Puedes confiar en mí, confía, aunque en estas palabras resalte la desconfianza. Quizá lo más difícil de explicar sea la sangre en la camisa, estoy consciente de eso, y sabiendo que no entenderás, por favor no me preguntes. Ya mañana te enterarás, en un par de horas tal vez. ¿Qué hora es? Es importante que te acuerdes de la hora. Se supone que no debo llegar a casa sino hasta las siete cuarenta y cinco. Acuérdate mujer, no estuve aquí hasta cuarto para las ocho.

— pero son seis veinte. Tranquilízate, ¿Qué tienes? ¿qué te pasó? ¿Por qué resoplas como toro de lidia?

— es que mujer, desde hace un año que no me toca trabajar en tercer turno. Solo primero y segundo. Aprovechando que tú trabajas desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, llego a la casa después del supuesto tercer turno sabiendo que ya no estás. Perdóname por enterarte de esta manera, pero las cosas cuando se tensan demasiado solitas se rompen como acero destemplado. No sé qué cambió anoche, no sé cómo inició todo, pero mírame, ¡mírame mujer!, lleno de sangre.

— ¡me estas espantando más de lo que ya estoy, ya dime qué sucede!

— es que hace un año la conocí, hace un año, después de la conmemoración del once de julio. La conocí y llegué a quererla y ella a mí. Mujer, no, no me digas eso. No mujer, no se trata de ti. Es que nos entendimos bien y se nos hizo fácil.

— ¿de qué me estás hablando? ¡deja de decir tonterías! Dime de una buena vez por qué vienes lleno de sangre.

— es que nunca imaginamos que él llegara temprano. Tal vez se sintió mal y salió antes del trabajo. Es que todo se fue al caño. Es que tarde o temprano te ibas a enterar. Pero valió la pena mujer, y perdónamelo, no es por restregarte en la cara mis justificaciones. Pero valió la pena lo sucedido. Has sido buena conmigo. Dios te pagará y se encargará de mí también. ¡Vaya! cómo es posible que en este momento me acuerde de Dios. Seguro él desaprueba todo lo que he venido haciendo. No sé cómo me hará pagar. No sé mujer, no sé, talvez desvarío.

— ¿qué hiciste? ¿a quién mataste?

— no mujer, no he matado a nadie, todavía no, espero que no. Es que esta sangre me está mareando, ha de ser su olor. No recuerdo bien. Pero por favor, si vienen preguntando por mí diles que llegué hasta cuarto para las ocho. Normal, como la rutina de los doce años que llevamos juntos, y diles que me fui a correr o diles cualquier otra mentira que me dé tiempo y que no te inculpe. Diles mujer que ya no nos amábamos, que yo dormía en el sillón y que ni siquiera te tocaba, no estaría tan lejos de la verdad. échame la culpa de la esterilidad, que nunca pude darte un hijo y que nos aburrimos de revolcarnos sin sentido. Por favor mujer, diles que llegué cuarto para las ocho y que me fui a correr sin decir a dónde. Es que no me acuerdo bien, ya los pasos me recordaran. Lo siento mucho mujer, quiero darte un abrazo, ven, acércate, será el último, ya sé que estoy lleno de sangre, pero aunque no puedo hacer que uno solo de mis cabellos se vuelva blanco o negro, ven abrazame, te puedo jurar que esta sangre es mía.

Por: Víctor López @viktor_reader

martes, 6 de marzo de 2018

TIEMPOS CONTIGO



No dimitas, espera hasta que el tiempo acabe,
porque nosotros seremos eternos.
Entonces el reloj envidiará tus lustros de vida,
jamás podrá contar tus años y se cansará de girar en vano.
Lo único viejo serán los caminos, y después de andarlos,
de levantar el polvo por lugares trazados,
una tarde al azar del invierno,
nos encontraremos en la mirada sin el rubor del pasado.
Me invitarás un té de manzana y lo rechazaré pensando en café.
La tarde se volverá noche en tu palabra
y del verbo saldrá el sol mientras se guarda la luna en tu piel.

No habrá pasado del cual hablar ni recuerdos que añorar,
en aquel momento seremos sin importar lo que fuimos.

Y ahora que ya no escucho ni veo ni palpo tu personalidad,
ahora que ya no hay tiempos contigo
ni mascullo ni ruidos,
al silencio hablo virando tu nombre en palabras
que apaciguan esta sórdida algarabía y me dan tranquilidad.

Por: Víctor López (@viktor_reader)