domingo, 24 de mayo de 2015

HORTENSIA

Amaneció frío y con llovizna, con suaves pétalos de brisa deshojados y esparcidos como roció por la hierba. Era viernes y el mundo entero parecía no detenerse, era fin de mes, era invierno. Hortensia no se movía al ritmo del tiempo que transcurría al pasar su ventana, eran las diez de la mañana y seguía dormitando ceñida de tres cobertores y una almohada que no solo sostenía su cabeza sino sus sueños también. No había ruido afuera, más que el ocasional ladrido de unos perros en la distancia. La otra respiración, la del viento, prorrumpía por debajo de la puerta de su casa y se sincronizaba con la respiración de ella, era como dormir acompañada y escuchar su respiración y esa respiración ajena, disertar en murmullos coplas para inducirla a dormir y después extraer en cada letargo hálitos de sueños. Dieron las doce del mediodía y hortensia decidió incorporarse, abrió la ventana y se dio cuenta de la situación; el invierno jugueteaba en el paraje de su época y todo el mundo era indiferente a él, estaban muy ocupados. Ya no se fijaban en el hielo de las mañanas que escaldaba el pasto y la cosecha, confundían el smog con la neblina, y la polución era la nube que les daba sombra en los calores de mayo. Pero era invierno y faltaba poco para la primavera y solo a los ancianos les ocupaba hablar de ello.
 --me zurro en los calzones si mañana no amanece con sol- decía don Vespertino, el abuelo de Hortensia.

 --Todavía es invierno, viejo- le contestó Tachita, su esposa. 

--Las cabañuelas no fallan y ruega para que no lo hagan, porque tú eres quien lava mi ropa- refunfuñaba don vespertino con un abrigo de paño de lana, tiritando de frio.

 Hortensia llegó a la cocina y escuchó platicar a sus abuelos. Se dieron los buenos días y el beso antiguo en la mano que ya poco se practica. Tomaron café con pan y platicaron cosas de familia; que el tío Rogelio volvió al vicio, que el primo Luis Manuel ya va a terminar su ingeniería, mientras que el sobrino David ni estudia ni trabaja y la situación cada día se pone peor. 

--Si tus papás vivieran- dijo doña Tachita 
-- Mis papás viven- contestó Hortensia- Mis papás son ustedes.

 Hortensia trabajaba ocho horas atendiendo una farmacia de genéricos, esa semana le tocaba el segundo turno, de tres a diez de la noche. Para llegar a su trabajo tenia que llegar desde el cerro donde cada mañana al mirar por la ventana tenia una vista magnifica de la ciudad: Allá a lo lejos estaba el caserío, el bullicio se percibía como exhalación. En su morada había paz y tranquilidad ambientada por trinos y trinos de pajarillos con plumas de arcoíris, tenia que caminar media hora por veredas llenas de lodo por las lluvias, caminos tortuosos y despeñaderos, llegar al arroyito alimentado por los manantiales con agua tan clara y límpida que los hombres tenían que cruzar primero y alejarse tres metros de la orilla para no utilizar el agua como espejo y husmear bajo las faldas de las mujeres. Cuando hortensia llegaba a la rotonda de la nueva autopista, esperaba el microbus que la trasladaba hasta el centro de la ciudad. En la parada de la micro el ruido ya taladraba los oídos. Era una ciudad loca donde todos corrían y todos tropezaban o caían; nadie se detenía a ayudar. Como la vez que el cadáver de un indigente ciego estuvo tres dias sobre la banqueta sin que nadie lo notara. Hortensia vivía una semana en la ciudad y otra en la casa de sus abuelos, debido al horario en su trabajo. Esa semana le tocaba en la ciudad, cada viernes era cambio de turno. 

 CAPITULO II MIENTRAS TANTO, EN LA CASA DE LOS ABUELOS 

 Doña tachita era una señora muy amable y hospitalaria, tenía siempre algo de comida que ofrecer a las visitas y si era necesario hospedar, había un cuarto limpio y con olor a albahaca fresca que impregnaba todo la habitación. La casa era sencilla, de tejas y hormigones de tepezil, pero aquella morada sencilla y humilde no envidiaba nada a una habitación lujosa en cualquier hotel. La semana se fue rápido y pronto llegó el viernes con su ajetreo y entre tanto movimiento el cambio de turno de Hortensia. El sábado por la mañana Hortensia fue a casa de sus abuelos. ¡Que día aquel! Le pareció extraño llegar a casa y percibir silencio desde afuera, ni los pájaros cantaban. Cuando entro a casa, encontró en la cocina a sus abuelos acompañados de un matrimonio. 

-buenas tardes- saludó y cuando vio el rostro de aquella señora presente, fue como,si se contemplara ella misma en un espejo, solo que más vieja.

 Fue el día mas largo y complicado en la vida de Hortensia. Enterarse que sus padres estaban vivos, dejaba tantas dudas y sentimientos entrecruzados que todo se resumió en una frase: >> ya no puedo confía ni en mis abuelos<< lloraba desconsoladamente, sus padres veían que era de alegría, su abuelo pensó que era de tristeza y su abuela que era decepción, quizás ni Hortensia conocía la fuente de su llanto. La noche llegó y como buena enseñanza de su abuela Hortensia dejó que se quedaran. --pero solo tenemos un pequeño espacio en el gallinero-- les dijo, mientras que sus abuelos se veía entre ellos, sin decir nada, ni mencionarles de aquel cuarto de huéspedes limpio y acogedor. Hortensia les preparó aquel dichoso espacio rodeado de paja y nidos de gallina, curucos y gorgojos del maíz. Un olor muy fuerte a amoníaco proveniente de las cagadas de gallina y lodo agrio bajo sus pies, se inyectaba en sus narices. Allí pasaron la noche, víctimas del frio y el aire silbante de la montaña. En esa misma noche Hortensia organizaba tantas cosas en el corazón como en la cabeza. A las ocho de la mañana un grito de doña tachita entró en el gallinero, despertando a sus huéspedes 

--¡mi hija, mi hermosa hija! -- gritaba y lloraba desconsolada. Todos llegaron al cuarto de Hortensia. Doña tachita les entregó un recado que decía: "Ustedes me abandonaron veinte años, así que me voy el mismo tiempo que ustedes". Doña tachita desmayó con la noticia y reaccionó media hora después. Al despertar vio en la puerta al matrimonio despidiéndose y se alejaron con la promesa de encontrar a Hortensia y volver a casa. Cuando bajaban serpenteando las veredas de la montaña jamás se percataron que Hortensia estaba agazapada detrás de un montón de tasole y escuchó claramente decir a su madre: "Fue una pésima idea venir en busca de esa hija mal agradecida". Si en el corazón de Hortensia hubiera existido un sentimiento hacia su madre, al escuchar esa frase se le hubiera destrozado el corazón, pero como no fue así, solo dejo que aquellos extraños se alejaran y ni siquiera les regaló la nostalgia de verlos partir. Regresó a su casa, al lado de sus abuelos, a vivir como siempre había vivido. Ignorando la mentira de la familia y siempre teniendo presente la verdad acerca de sus padres

 


 ESCRITO POR: Víctor López (@viktor_reader)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario