Dos hombres se encuentran
en un entierro. Uno al lado del otro. Cielo gris y lluvia sobre ambos. Un muro
de trajes y paraguas negros a sus espaldas. Lodo bajo sus pies y al frente un
agujero rectangular por el que va descendiendo la caja que contiene el cadáver
de una mujer. Miradas perdidas en ambos rostros y una tristeza que hace juego
con las arrugas calmas y pesadas de sus expresiones. Expresiones de quien no
puede hablar, no porque no quiera sino porque el peso de la lápida cae también
sobre los labios. El frío del agua que cae y arruina sus peinados, ayuda.
Entumece los sentidos y dispersa la congoja. No mucho, pero ayuda. Un suspiro
largo y uno de ellos se encuentra a duras penas en condiciones de articular
frase.
- ¿También la amaste?
- Mjhmm… - asiente
cansinamente el otro.
Silencio. Ambos tratan de
procesar el significado de aquello. ¿Cuándo lo conoció?, ¿cuál será su
historia?, ¿será mejor que la mía…?
… ¿lo habrá amado más a
él?
… ¿Habrá más como él
entre la multitud?
… ¿Habrá amado más a
alguno de ellos?
Cruzan miradas reticentes
a destiempo, como quien trata de ver al otro sin que este se dé cuenta de que
está siendo más que observado. Está siendo analizado. Siendo escudriñado.
Revelado, como un misterio. Y ambos lo saben. Y ambos saben que, de haber más,
están pensando exactamente lo mismo. Una ola de nervios repentinos les recorre
la espalda. Ansiedad. Se sienten observados. Actúan pretendiendo tener control
de sus emociones, de sus movimientos, incluso, de la dirección en la que
observan. Por un segundo se olvidan de la persona frente a ellos y reptan en sí
mismos. Se sumergen en un océano de ideas e imaginaciones incoherentes hasta
que algo los saca violentamente de ahí. Y entonces lo ven. La familia de la
finada consolando a un extraño en abrigo negro. Ambos hombres vuelven a
intentar procesar el significado de lo que ven. No les toma mucho tiempo. Al
unísono dan un suspiro que huele a resignación. Meten las manos en los
bolsillos de los respectivos trajes y, al dar media vuelta, sus miradas se
cruzan intercambiando un atisbo de incómoda comprensión. Tal vez incluso
compasión, pues les ha quedado claro que el destino que comparten es el del
olvido, al no ser siquiera los verdaderos protagonistas de la historia de amor
que en estos momentos está siendo sepultada.
FIN
Escrito por Jim Osvaldo
Marín Acevedo ( @capitanjms )
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