lunes, 4 de mayo de 2015

AMADA

Dos hombres se encuentran en un entierro. Uno al lado del otro. Cielo gris y lluvia sobre ambos. Un muro de trajes y paraguas negros a sus espaldas. Lodo bajo sus pies y al frente un agujero rectangular por el que va descendiendo la caja que contiene el cadáver de una mujer. Miradas perdidas en ambos rostros y una tristeza que hace juego con las arrugas calmas y pesadas de sus expresiones. Expresiones de quien no puede hablar, no porque no quiera sino porque el peso de la lápida cae también sobre los labios. El frío del agua que cae y arruina sus peinados, ayuda. Entumece los sentidos y dispersa la congoja. No mucho, pero ayuda. Un suspiro largo y uno de ellos se encuentra a duras penas en condiciones de articular frase.

- ¿También la amaste?

- Mjhmm… - asiente cansinamente el otro.

Silencio. Ambos tratan de procesar el significado de aquello. ¿Cuándo lo conoció?, ¿cuál será su historia?, ¿será mejor que la mía…?

… ¿lo habrá amado más a él?

… ¿Habrá más como él entre la multitud?

… ¿Habrá amado más a alguno de ellos?

Cruzan miradas reticentes a destiempo, como quien trata de ver al otro sin que este se dé cuenta de que está siendo más que observado. Está siendo analizado. Siendo escudriñado. Revelado, como un misterio. Y ambos lo saben. Y ambos saben que, de haber más, están pensando exactamente lo mismo. Una ola de nervios repentinos les recorre la espalda. Ansiedad. Se sienten observados. Actúan pretendiendo tener control de sus emociones, de sus movimientos, incluso, de la dirección en la que observan. Por un segundo se olvidan de la persona frente a ellos y reptan en sí mismos. Se sumergen en un océano de ideas e imaginaciones incoherentes hasta que algo los saca violentamente de ahí. Y entonces lo ven. La familia de la finada consolando a un extraño en abrigo negro. Ambos hombres vuelven a intentar procesar el significado de lo que ven. No les toma mucho tiempo. Al unísono dan un suspiro que huele a resignación. Meten las manos en los bolsillos de los respectivos trajes y, al dar media vuelta, sus miradas se cruzan intercambiando un atisbo de incómoda comprensión. Tal vez incluso compasión, pues les ha quedado claro que el destino que comparten es el del olvido, al no ser siquiera los verdaderos protagonistas de la historia de amor que en estos momentos está siendo sepultada.

FIN

Escrito por Jim Osvaldo Marín Acevedo ( @capitanjms )




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