Hoy con tanto cielo
nublado, con el frío instalado en cada patio de esta ciudad, el agua portándose
sutil a los rechazos de la gente y aún así recordándoles que no es ella la
llovizna pasajera, sino que el hombre es el efímero. Hoy con todos los
recuerdos me senté a leer, tomar café y maldecir al sistema que ha envuelto al
más débil habitante, sumergiéndolo aún más en su estado intransigente de
individuo. Hasta el café mismo me supo dulce, siendo superado por el amargor de
la alteración, por el desgarro de un error y una derrota ajena, de ese alguien que he llegado
a amar y, antes que nada, respetar. Nada puedo hacer, solo, tal vez, echarle más
sal a la herida para cauterizarla, una herida que duele mucho aun cuando no
supura el divieso en mi piel.
Quise entonces
recordar un día soleado. Comencé por imaginar al sol disimulado en la espalda
del cerro, derritiendo las sombras hasta extenderlas en el piso como una sábana
tejida de noches, ocultando todo y protegiendo al hombre del miedo a la
oscuridad y de los seres que rondan en ella. Se quedó el calor en mi recuerdo y
mi mente en los senderos de la cima de aquella loma que se eleva fastuosa en el
declive de este lugar. Ese recuerdo articuló y me dejó en otro recuerdo:
aquella noche cuando subí a la cima del mismo cerro. Y así sin darme cuenta retocé de
memoria en memoria, la totalidad ya eran callosidades en mi conciencia y no
representaba ningún peligro reposar en ellas. Recordé a Mariana y su sonrisa,
recordé el viaje con ella y el regreso años más tarde solo. Me quedé atorado un
rato viendo sus fotografías y después continué mis recuerdos (sin ella), solo
me hacía falta mirarla para no olvidar su rostro, porque ya había olvidado su
presencia y desde cuando que ignoraba su ausencia. Mientras partía y transitaba
recordando, dos o tres tazas más de café consumí y noté en la última un ligero sabor áspero, hasta que en el trago final distinguí su sabor original: un
tostado oscuro, molido grueso, para hervir, sin leche y sin ningún otro aditamento
absurdo. Cualquier cosa que se le agrega al café, incluso el azúcar, estropea y menoscaba la esencia de un líquido casi igual de vital e
importante que el agua. El café por lo tanto se toma solo, con
nada y con nadie. Me llegó la noche y un posterior recuerdo: una luna nueva en un cielo
totalmente despejado. Si no fuera porque la luna es muy grande, las luces
de esta ciudad también la eclipsarían y nadie voltearía a mirarla porque habrían
olvidado que está allí. Alegremente la luna es demasiado importante, no tanto
por su tamaño sino por su grandeza. —"¿Quién hizo ese hueco en el cielo?"— es la luna, respondí. —“¿Quién hizo la luna?” “¿Quién
la construyó?”— Me volvió a preguntar el niño. Pasó mucho tiempo para poder
responderle a ese pequeño que era yo, pues no encontraba la respuesta,
tristemente siendo algo tan importante en el cielo pocos saben y conocen de la
luna. Para Jaime Sabines era vida y un remedio para todo y para García Lorca
era algo totalmente opuesto. Para mí, aquella noche que contemplé la luna, significó la evidencia clara de las mentiras del hombre. Sentí vergüenza de mí
mismo, quise quedarme sin voz y grité para exiliarla. Recordé las palabras que
en el oído de ella situé: “si me amas, si te quedas cien años a mi lado, la
luna de escabel te pondré”. Prometer la luna no es pecado, no cumplir la promesa
es lo infame, y allí está la luna vigente, demostrando que ningún hombre ha
logrado cumplir su palabra. Tal vez por eso se fue de mi lado, tal vez Mariana
cuando ve la luna me aborrece. Pienso y recuerdo.
Ustedes disculparan
el orden alterado de mis ideas, lo que pasa es que así me llegaron los
recuerdos, no todos porque fueron bastantes, pero los esenciales quise contarles
y el último en especial porque si a alguien le prometí algo que no le pude
cumplir quiero suplicar por su perdón y su comprensión. No hay especial atención
en estas palabras, no hay significado oculto ni altanería en mis dichos, solo quise
escribir para quien guste leer, especialmente porque leer es como jugar al
aire libre en un día de tormenta y aun así no mojarse ni padecer frío, no temer
de los rayos, no temblar por los truenos, y hoy hace frío y llueve. Tampoco deseo parecer un Paulo Coelho que quiere motivarlos y llenarlos de fuerza cósmica
y positivismo, solo quería escribir para dejar de sentir frío, un frío absurdo que me concede dormir un poco, pero me prohíbe totalmente
descansar.
por: Víctor López (@viktor_reader)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario