Ayer, conversando con un arrepentido me contó y lloró...
Habrá días
en los que no podré contener la espina de mi mano y rozará la delicada piel del
pecado. Habrá días en los que seré perdonado y litigar será un proceso en
silencio y un momento de profunda paz. Emprenderé un camino por donde se me
conduzca preso hasta una región más allá de la física. Entonces se volverá
controversia desde el punto de vista ajeno, porque comparecer o no hacerlo,
jamás será motivo de anuncio o de declaración de boca o voz alguna, sin
embargo, se me verá caminar de regreso al sendero y callaran los labios y
voltearan las miradas indignadas. Se me
acusará de desafuero, seré señalado por los mismos dedos de aquellas manos que
me estrecharon felices. También existe un cabildo al que pertenezco, allí
lidiamos contra la corrupción de nuestra carne y la mayor parte del tiempo
ganamos las batallas debido, y gracias, a poderío especial.
Pero si un
día no regreso y en su lugar me alejo más y más, entonces con justa razón me
habré ganado el repudio de los que me señalan y corroen con sus lenguas. Cuando
las gentes de las naciones me estrechen como uno de los suyos, entonces habré
ganado el corazón de la tercera parte de la tierra e iré de un lugar a otro,
siendo llevado a rastras y trasegado, impelido por el viento hostil de un mar
embravecido que me llevará a los confines de la tierra mítica donde caeré por
la orilla de ese apocalíptico fin del mundo. Seré devorado vivo con justa razón
y nadie recordará mi nombre, no velarán mis restos, ni habrá polvo que quede de
mí.
Por lo tanto,
sigo caminando con espinas en los pies, trastabillando el dolor y sacudiéndolo de
lo cotidiano. Queda pendiente la aclaración de por qué hablo ahora lo que había
callado, y queda probado que no hay nada que me impida mejorar y corregir el
rumbo, ni llevo a cuestas de mis culpas la negrura ni el pensar de una cognición
acribillada de secretos. Por lo tanto, estoy tranquilo, tomo café en paz y a
sorbos de suspiros, puedo mirar a los ojos con confianza a cualquiera que se
ponga frente a mí. Sin embargo, voy con sigilo encaminando el pensamiento,
porque así de fácil puedo pensar en sus cabellos enredados y en la luz atrapada
en su pupila, y recordar su mirada que me petrifica la conciencia y fosiliza la
razón que me vuelve humano. Entonces soy devorado vivo, no por nada, solo por
su voz y su presencia.
Escrito por: Víctor López (@viktor_reader)
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