miércoles, 19 de octubre de 2016

Despidiendo el Silencio



Hace tiempo que escribí esto...Hace dos años para ser exacto. No pondré esas 20 páginas donde relato mi agonía porque considero a este texto mi epitafio. Disfruta, pues, lo que podré compartir. 




Hay noches las que puedes resumir como un abrazo que no puedes dar, un grito que nadie escucha o palabras que te tragas en tu contra. 

Siempre he salido herido cuando escribo como me muero. 

A veces quisiera relacionar los sentimientos sin llegar a la propia crueldad pero tendría que matar mi honestidad. Es más fácil hablar de cosas alegres que de cosas tristes. 

Todos los días con mi tormenta de presagios y el recuerdo que se escapa en forma de humo, como un instante que nunca ves aproximarse pero que siempre llega.
Aprendí de esas cosas que se aprenden haciéndolas. Fugaces recuerdos de infancias perdidas y difuntas, el orgullo inservible de sentirse elegido por la nostalgia.

Y así se van esos días en los que sonreír podría parecer un atentado contra los principios por los cuáles se están escribiendo estas líneas. Heridas tan verdaderas que solo les falta corona para estar más muertas que yo.
Miradas calladas, sueños torpes y sin completar, promesas que jamás llegan y se oxidan. Todas las mañanas le preguntaba a mis ojeras ¿Hasta cuándo la felicidad? Y me decía a mí mismo que nunca más, y nunca más llegaba en la noche. Todas las noches. La derrota asumida sin más por este odio alargado, ese jamás constante y único, del siempre nunca.

¿Qué será más inútil?, ¿Las palabras o la esperanza? No lo sé, pero a estas alturas ya ni siquiera puedo sorprenderme de mi propia miseria.
Porque aquí es donde uno empieza a sonreír a las personas mientras les dices “Estoy bien, que te valga madre porque estoy llorando”. Toda esta mierda no es por las mentiras que digo, aquí se aprende a mentir aunque no te guste. Pero no, no son por las mentiras que digo, sino por las verdades que me callo y que intento escribir como si eso les pudiera dar un sentido. ¿De quién es la culpa, del que falla el tiro o del que no dispara? Pero claro, no vengo aquí a cambiar mis heridas por trofeos, a veces quisiera levantar un maldito muro entre yo y los demás, con una pequeña plaquita que diga “No necesitas a nadie”. Qué bien se siente creerte tus propias mentiras, ¿no? Es tan fácil cortarme cuando las palabras son de cristal, mis heridas están abiertas así que puedes pasar.

Llevo días limpiando recuerdos y lamiendo mis propias heridas. He pensado en dejar de escribir en pro de la victoria de mi derrota.
Pero no, aquí sigo dándome de puñaladas para ver hasta donde aguanto, o hasta donde ya no importe.

Me hubiera gustado pasar este día contigo, a tu lado. En cambio lo haré sólo con mis recuerdos, como casi siempre, con tan mala compañía como suelo ser yo. Mi familia quizá cenando a ocho horas de aquí, en la casa una cama vacía en el cuarto que es mi espacio a momentos. Yo en mi departamento tan chico, tan frío y lleno de melancolías. 

Y tal vez tendría que festejar la incertidumbre, tratar de callar los recuerdos y dejar que este silencio me diga algo entre las líneas que escribo. Lo bueno es que probablemente aún haya ojos para verlo, aunque no me lo pueda explicar ni yo mismo. Maldita tormenta de letras, no sé si lo que hago es desahogarme o todo lo contrario. A veces lo peor de ti es precisamente lo mejor.

Cortázar decía que hasta lo inesperado acaba en costumbre cuando se ha aprendido a soportar. Tiene algo de razón, pero aquí la pregunta es ¿Cuánto puedes soportar? Pienso en todas las personas que entran y salen en éste instante de mi vida, me veo en el reflejo del espejo y ya no estoy seguro de reconocerme, aceptar como un pacto la soledad y seguir adelante como se pueda, aunque sea a rastras. Resignarte a la costumbre.
En éstos días los fantasmas de mi pasado me han atormentado de sobremanera, recuerdos a los que les abro la puerta y los invito a mi mesa a cenar mientras yo me siento en este trono de falsedades con mi corona de alegrías.

Empezamos a creer en el infierno una vez que vemos el cielo. Yo no creía en muchas cosas, pero creía en ti…creía en nosotros, en este amor, en todo lo que nos unía y nos separaba. Todo aquello que anhelé o lo que descubrí contigo.
Amor… esa palabra, sinónimo de tu nombre y antónimo regular de la distancia y la ausencia.

 Te imagino y te pienso de una forma que ni yo puedo entender, te pienso a futuro pero que pendejada, el futuro es un lujo que ya no podemos darnos.
Siempre he sido de las personas que prefieren su mundo interno, su jardín de locuras. Su soledad compartida…
Y entre tanto y tanto aquí me tienes, besándote de nuevo en éstas palabras, buscando tu recuerdo entre las soledades y los escalofríos de esta noche y matándome de prisas para no alargar más la despedida que tú sola has emprendido hace ya unos días. Tus momentos se van a llenar de amigos, de alegrías nuevas. Quizá dentro de poco habrá alguien que te acompañe en el camino de tu vida y junto a él compartas el amor que yo no tenía merecido y a lo mejor también intente, como yo, decirte palabras burdas de amor mientras tú lo besas y pronuncias su nombre un millón de veces, y en cada una de ellas será eterno por el tiempo que dure.
Hay que tener un diccionario de realidad para los sueños imposibles. 


Curioso escrito y recuerdo del pasado sobre lo que podría haber sido y no fue. Después de todo, vivir en un drama es una manera de existir como cualquier otra y sé que la vida no se tiene que vivir de recuerdos ni mucho menos confundir esos recuerdos con anhelos. La felicidad necesita certezas porque la soledad es la peor compañía que puedes tener.
Dicen que los pensamientos de dos personas que se quieren  siempre terminan por encontrarse, así que me preguntaba a menudo antes de dormirme por las noches si tú también pensabas en mí cuando yo pensaba en ti.
No puedo hacerte ninguna pregunta, porque como siempre se estrellaría entre sonrisas amables y explicaciones a medias. Aquí trato de expresarme, trato de decir adiós para siempre. Maldita tendencia de ingeniero a terminar limpiamente todo lo que se empieza, a no dejar nada inconcluso. ¿Qué vida no es una tragedia?

 Eres la persona a la que más he dejado ver en mi pasado, a nadie más le he confiado tanto, sólo contigo no me da miedo mostrar mis temores, mis sueños, mis metas, mis sentimientos, mis pensamientos…mis letras. Soy el que ahora conoces y nadie jamás ha visto, el que te quiere y te piensa a deshoras, el que escribe sin destinatario, el que lucha y el que pierde, el que escribe a ritmo de 5/4 de jazz. El que jamás volverás a ver.


Te escribo esto pues porque como dice una canción: "porque no me verás mas y porque resulta preciso que sigamos separados"

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