… Era también aquella una bella libreta.
Pasta dura, forrada en piel de un color siena tostado, casi como si la hubiesen
sacado a broncearse. Los protectores de las esquinas reflejaban la luz que se filtraba
por la ventana del dormitorio, adornando el tomo con brillantes destellos
amarillentos. El diario decía lo siguiente, al abrirlo en una página al azar:
Carta a mis alumnos
"Queridos alumnos, llegará un día en
el que se darán cuenta de que el mundo de los adultos es, esencialmente,
ridículo... si no es que ya lo han hecho.
Nos preocupa más nuestro bienestar que el
proveerles de una buena y puntual educación.
Para nosotros tiene más valor un papel que
toda la disposición, capacidad, preparación, ganas y bríos de quien quiere que
ustedes salgan adelante.
Nos preocupa más cumplir con un programa
en lugar de preocuparnos por determinar qué es lo que realmente necesitan
aprender.
Preferimos exigir desde la comodidad de
nuestra pasividad a salir en lugar de esforzarnos por ser realmente escuchados.
Y luego tenemos el descaro de quejarnos del sistema y, en el aula, reprenderlos
por no cumplir con sus responsabilidades... ¡Sepan que salir y alzar la voz
también es una responsabilidad!
Como adultos que somos, preferimos
acaparar bienes en lugar de compartir. Preferimos la competencia en lugar de la
cooperación y tenemos luego la desvergüenza de promover el mismo comportamiento
corrosivo en nuestras aulas y, no conformes con ello, somos aún lo bastante pendejos
como para "enseñarles" a trabajar en equipo, burlándonos de ustedes
al final, demandando el no copiado en un examen individual que lo único que
provoca es la fragmentación de lo que podría ser una prometedora unión de
fuerzas e intelectos.
Somos tan soberbios y arrogantes que
creemos que la edad nos hace adultos cuando la miserable realidad es que
ustedes nunca (salvo unos pocos afortunados) han conocido uno real. Como
inmaduros que somos, nuestras maneras son las de un chiquillo malcriado. Nos preferimos
a nosotros mismos por sobre todo lo demás y sobre todos los demás.
Notarán que entre más gente rodee al caído
en desgracia, menores serán las probabilidades de que ese alguien sea auxiliado
y, cuando sean ustedes quienes finalmente se animen a ayudar, se darán cuenta
de que, nueve de cada diez veces, esa persona querrá aprovecharse. Darán
ustedes la mano y les será mordida. Entonces el brillo en sus ojos se apagará y
serán llamados "adultos conscientes".
Un día se darán cuenta de todo esto... de los
millones gastados en guerras y los millones muertos de hambre... y los millones
muertos en guerras. De los millones pudriéndose en bóvedas costosas y los
millones pudriéndose de pobreza en el mundo. Alrededor suyo, no vayan más
lejos. Se darán cuenta de cómo cazan los viejos y astutos zorros y se
plantearán: "si yo también fui educado, ¿por qué no estoy al nivel?"
y recordarán (si es que aún la recuerdan) toda la mierda y la basura que a
punta de sangre les metieron durante años y años en las escuelas a las que
asistieron, en las que se sentaron, en las que creyeron que por no notar el
profesor que ustedes se hacían "de la vista gorda" eran los tipos más
listos del mundo, que no del aula, y se darán cuenta entonces que nosotros, los
adultos, "nos los jodimos bien"...
...si, acaso, no es que ya lo han hecho.
Si no es que ya lo han hecho dada la inteligencia con que han sido bendecidos y
con la que no ha resultado difícil aprender a odiar a las matemáticas, que más
que henchir el intelecto, esclaviza al ser. Esas matemáticas de las que rara
vez se enteran el cómo, cuándo y dónde han de ser aplicadas en la vida diaria.
La misma inteligencia que les hace sentir repulsión hacia el uniforme. Ese
amasijo de trapos cuyo horrendo diseño está destinado a opacar el brillo de
vida que los hace jóvenes. El mismo que, usado para mantener las clases
sociales a un mismo nivel, provoca precisamente el efecto contrario de tres a
cuatro p.m. en adelante y ya resguardado en el armario. Ni siquiera necesita
ser usado para que, en las calles, ustedes, mis queridos jóvenes, critiquen,
desprecien y envidien las prendas y atavíos ajenos, y todo debido a que, como
docentes expertos en la educación y los procesos de enseñanza-aprendizaje que
somos, preferimos dejar la enseñanza de la igualdad y la equidad en manos de un
horrendo amasijo de trapos. Y esa es tan sólo la punta del iceberg, quien mejor
que ustedes para saberlo y quien mejor que nosotros para ignorarlo o imponerlo.
Nunca se han visto batallas más cruentas y salvajes entre máscara y cabellera
que en el pórtico de una escuela. Las cabelleras que ustedes, orgullosos
caballeros, tanto defienden, contra nuestras máscaras, hechas con toda la
hipocresía de que el maestro es capaz. Huecas y vacías de toda razón que
justifique, con razones válidas e inteligentes, el uso del "casquete
corto"... el uso de las uñas pintadas y de las cejas extremadamente
depiladas, como si en verdad nos escandalizara la "Mona lisa" y su
carencia total de vello facial, al punto de querer sacarla de Louvre e
incendiarla por pérfida atrevida...
...Pues les tengo noticias, al
"graffitero", al "mohawk", a la de uñas
"kruegerianas", al "distraido", a la
"desmadrosa", al "duro de mollera", al que siempre llega
tarde, al que falta, al que no entrega la tarea, al que come dentro del aula,
al "burro", al "caso perdido", al vándalo, al que "se
las truena", a quien lleva el uniforme incompleto, a las
"sk8ers", al "dancer", al "poser", al
"dealer", al briago, a la "hija de papi", a las
"buenotas del basquet", al "carita" del fut, a los jefes de
grupo, al "barbero, al "nerdo", al "frijol", a la
"maruchan", al "cuatrojos", a la "ballena", a la
"pelota", al "Chorizo", al "babas", al
"patas", a la "pizza", al "carbón", al
"perro", al "gato", al "mono", al que raya las
bancas y los baños y hasta a las de la escolta: Si se identifican con
cualquiera de los puntos tratados con anterioridad, congratúlense, pues son
ustedes y sólo ustedes, quienes han utilizado su inteligencia como sólo la
gente inteligente la usa (valga, favor de disculpar, la redundancia). Son
ustedes quienes saben, conocen y experimentan día con día lo desastroso del
sistema y no se dejan absorber por él.
No les puedo decir que está en ustedes
cambiar las cosas porque, simplemente... ¿con qué cara se los digo?, ¿con qué
cara juzga el profesor para luego heredarle sus errores al alumno? No les diré
que el cambio está en ustedes, sin embargo, deben saber que el cambio es un
poder que pueden y que bien vale la pena ejercer, y que se ejerce mediante
decisiones. A sabiendas de lo ya expresado, sólo puedo decir que trato, que no
me quedo de brazos cruzados y que, como adultos ridículos que somos, les hemos
mentido una vez más. Ustedes no sólo son el futuro, son también el presente.
Ustedes no necesitan buscar "ser alguien en la vida", porque ya lo
son. No usen su inteligencia como nosotros la usamos, pues llegará un día en
que se darán cuenta de que el mundo de los adultos es, en esencia,
peligrosamente ridículo... si no es que, acaso, ya lo han hecho."
Con mucho cariño
Ese maestro “que les tiene mala fe”
Nunca había estado muy al
pendiente de la situación educativa del país, ni de cualquier otro problema de
tipo social que de momento recordara. De hecho, ahora que lo pensaba, no le era
posible recordar su propio trabajo…
Escrito por: Jim Osvaldo
Marín Acevedo (@Capitanjms)
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