Tuve la dificultad para mantener noviazgos largos, mi récord en una relación ha
sido de mes y medio y no recuerdo con quién fue; el más corto, de una
semana. Tenía ventajas y desventajas el
no saber mirar el interior de las personas, a través de sus ojos, allí nació el problema de mis noviazgos. Por ejemplo: las
miradas incómodas no creaban en mí sentimientos de incertidumbre ni celos, la
ventaja es que no me enamoraba a través de miradas, ni sufría a través de indirectas. Tampoco dolía el
rechazo que me expresaban con silencio. Al final de cuentas todas decían:
>Creo
que tú y yo no somos tan compatibles como creí< y así terminaba todo, sin preguntas, ni
explicaciones y de ambas partes sin lágrimas. La desventaja, la más llevadera a mi parecer, era no tener a nadie en casa
esperando por mí.
No recuerdo
la fecha, pero asistí a una conferencia sobre la dinastía de los Rothschild y su plan diabólico de dominar el
mundo usando la economía de la misma
manera que el diablo usó la manzana para seducir a Eva. Me dio mucha risa, cierto
o no, saber que Estados Unidos no emite su propia moneda y que el dólar no es
más que un papel sin valor para quien lo imprime, pero es como el arroz inflado
del cual comen muchas economías. La conferencia la impartió una profesora muy
hermosa de Paraguay. Al final me acerqué a ella y le dije:
-Me
pareció entretenida la información.
- Es
el halago más sincero que he recibido- me respondió algo sarcástica, mientras ordenaba sus
papeles. – ¿Tienes alguna pregunta?-
-Sí,
dos para ser exacto.
-Te
escucho- ahora se detuvo y se recargó en
el escritorio. Me dirigió la mirada.
-Me
preguntaba si se tomaría usted una foto conmigo- le dije y ella soltó una risa muy relajada. Respondió:
-Es lo
menos que puedo hacer por alguien que se animó a escucharme.
Nos acomodamos,
saqué el celular de mi bolsillo y extendí el brazo.
- Y
cuál es la otra pregunta- dijo de
inmediato.
- Me
preguntaba si se tomaría usted un café conmigo- redundé un poco.
Se quedó
callada; la miré fijamente a los ojos, a la espera de su reacción. Me regaló
una sonrisa, una buena.
-Tengo
novio- comentó- pero últimamente ha sido un patán-
así que sin más explicación aceptó, advirtiéndome que aún no encontraba hotel y que le gustaría irse temprano a descansar –no hay de qué preocuparse- le dije.
así que sin más explicación aceptó, advirtiéndome que aún no encontraba hotel y que le gustaría irse temprano a descansar –no hay de qué preocuparse- le dije.
Salimos
del pequeño teatro de la casa de cultura y sin pedir permiso ya nos estábamos
“tuteando”. -Conozco un hotel bueno y
barato- la tranquilicé con ese comentario. ¡Que mentiroso puedo ser en
ocasiones!
Mientras
íbamos en el taxi rumbo a la cafetería, la única del pueblo propiedad de un
escritor que cuatro años más tarde asesinaron,
le mandé un mensaje a Vanesa, la señora que me ayudaba con el aseo, le
pedí de favor que levantara el tiradero de la casa y que cambiara las sábanas
de mi cama.
Llegamos
a la cafetería, pero ella pidió un chocolate y yo un té de manzana con canela.
Nos dieron las cinco y cacho de la tarde en aquel lugar descuidado y viejo.
Seguimos conversando de muchos temas, menos del tema de su conferencia. En mi
cuarto nos dieron las nueve de la noche; nunca me preguntó del hotel y yo nunca
le recordé. Era hermoso contemplarla recostada sobre su brazo izquierdo, medio
tapada con la sábana; la miré fijamente a
los ojos mientras ella decía tantas cosas que por un momento sentí que la
conferencia aun no terminaba. En aquella plática surgió un libertinaje único,
con todas las licencias que dos extraños pocas veces se darían. Mientras ella prometía cocinarme una sopa paraguaya al día siguiente, la interrumpí
bruscamente:
- ¡Te
gusta estar conmigo!- le dije. Ella se
quedó en total silencio pero mirándome fijamente. Le permaneció una sonrisa quieta
junto a esa mirada. El silencio fue suficiente para darme cuenta que caía un leve
aguacero sobre la ciudad y aparté mis ojos de los suyos para ver la lluvia
teniendo un desliz con el vidrio de la ventana. El agua y el sonido que provenía de ella eran muy
apropiados para ese instante.
- Eres
el único que ha podido ver a través de mis ojos- fue su respuesta,
seguida de un séquito de caricias y besos que rompieron fila en cada
célula de mi piel. Llovió toda la noche sin percatarnos de ello,aunque no dijimos palabra pero tampoco había silencio en aquella habitación.
Cabe
mencionar que después de tantos años la dichosa sopa paraguaya no sabe igual
sin la harina fresca del maíz que solo se cultiva en aquel país. Y ni siquiera
tiene aspecto de sopa, es más bien un tipo de pay (tarta), la primera vez que la
probé fue en la visita oficial a la casa de los suegros.
Aquella
ocasión, después de la conferencia impartida y repartida, perdió su boleto de regreso a Paraguay, específicamente renuncio a él cuando aceptó mi invitación al café. El viaje de trabajo se convirtió
para ella en un viaje de placer que duró año y medio hasta que, debido al formalismo, fue necesario viajar a la casa de
sus padres. Eran unos viejos muy agradables. Al poco tiempo, y de regreso en México,
se me hizo rutina ver a través de sus ojos, así que aprendido el método comencé
a husmear en la mirada de otras mujeres; encontré muchas vivencias, aventuras
que daban la explicación más convincente de sus miradas. Aunque me convertí
en un tipo sinvergüenza, jamás me quité
el anillo de matrimonio, y nunca oculté mi historia a nadie. Siempre me preguntaba: ¿dónde estará ella? ¿Con quién?
Nuestro hijo ya tiene un año más que la última vez que lo vi.
En las
vacaciones de verano, mientras descansaba yo en una banca del parque, la vi a
los lejos saliendo del mercado Victoria. Corrí hacia ella como atleta que corre
a la meta. Fue difícil convencerla, pero ya de cerca y minuciosamente pude ver
en sus ojos las ganas de un reencuentro. Nos fuimos a la misma cafetería que
visitamos la primera vez, estaba vacía, No pasaba de las 8: 30 de la mañana. Nos arrinconamos en la misma mesa. Hicimos un tipo de reconstrucción de los hechos como alguien que rebobina todo para reencontrar su camino. Lo primero que le pregunté fue de mi hijo, hubo muchas cosas que no me dijo, pero no fue
necesario que lo hiciera. Nos dieron las 9: 45 am. Pagué la cuenta mientras un
cliente, el único aparte de nosotros, que había llegado unos veinte minutos
antes, nos miró de una forma algo rara e incómoda. Aquella mañana estuvo llena
de una cadena de sucesos muy afortunados para mí. Desde el capricho de nuestro
hijo de querer jugo de naranja fresco; lo que la condujo al mercado, el cambio
de decisión que me llevó a bajar por la calle Cuauhtémoc y no por la Hidalgo; lo que me llevó a sentarme en aquella banca donde nunca me sentaba y me permitió verla, y
para cerrar con broche de oro el salir a tiempo de la cafetería; pues unos
minutos más tarde unos hombres armados acribillaron el negocio asesinando al escritor,
dueño de aquel lugar. (Hasta la fecha no se sabe quién mató al escritor) El resto
del día fue magnifico, pues darme cuenta que ella no había permitido
que nadie más leyera su ojos y viera lo necesitada que estaba de una caricia,
me hizo recapacitar que hay cosas que hay que aprender y después olvidar, pues
el conocimiento seduce muy fácil y la práctica desarrolla en uno mañas. Hoy, después de tanto mirarla a ella, me he
dado cuenta que lo que una mirada deja es lo que estás dispuesto a cosechar. Por
supuesto sembrar de más acarrea problemas.
Por:
Víctor López (@viktor_ reader)
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