Cuando
me enteré de la noticia, la tristeza me dio un zarpazo en el pecho y me arrancó
el corazón. Caminé impávida hacia las escaleras del tanatorio, al llegar, desplomé
mi peso sobre las rodillas y sollozé sin
parar. Al cabo de unos minutos escuché uno pequeños pasos bajar la escalera
lentamente y sentir que alguien me miraba con asombro.
-
¡Pero mamá… tú
estás muerta!
-
Tú también, mi
niño.
Y
nos abrazamos inconsolables.
Escrito
por: Emir Dassaet (@Dxssir)
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