- ¡Y viera aste’ nomás la
que se armó de repente…! Así mire… ¡así! En retejijunchinguiza… Nooo… pos si ya
desdi endenantitos andábamos con el Jesús en la boca… bien muertos de miedo.
Ahí el senior Don Chema, que diosito santo nos lo tenga en su santa gloria… que
sólo él sabe por qué se lo comieron y que por estos rumbos era el único que
tenía radio, nos contaba lo que dicían los de las noticias… “hartos muertos
Doña Chole”, dicía tristiando. Pero lo pior, ora sí que lo mero güeno, fue
cuando se nos vino la esa plaga encima… ¿cuándo iba uno a crer que aquí
meritito en San Dionisio de los Zopilotes ‘viera uno tamaña calamida? Pos ni
para dónde hullirle, que aquies puro cerro y matorral seco… pero la culpa, la
culpa oyigame bien, fue de sus compinches… sus pinchis compinches le digo (evocando
el recuerdo se ahoga en llanto y luego de un rato se santigua)…
- Ellos no son del mismo
escuadrón que nosotros Doñ…
- ¡Me vale madres pinchis
puercos! Si bien que todos esos putos armados de traje verde y pistolones son
todos iguales… (Lo dice entre sollozos y berridos)…
- Tranquila Doña Chole…
mejor sígame usted contando por favor.
- ¡Pos ya le digo…! Vinían
esos cabrones soldados en la batea de Don Eulalio con un herido acostado. Nomás
bajarlo que lo meten a la casa del doitor, Don Poncho, y pos yo estaba allí pa’
que me recetara unos ungüentos pa’l catarro. Nomás vi que lo metieron y
arrumbaron en la mesa. ‘Taba hecho un trapo. Lleno de sangre y tierra… Le juro
por diosito santo que fue ese tilichi mal-morido el que empezó todo… por
mientras yo mejor dije ¡Ay nanita! Y mire… patitas pa’ que las quiero… pior,
vaya ser que pesque el mal aire de ese muerto y al rato hasta las patas me
jala. Y ya, pos así pasó un rato, le digo que’ran como ya pasadas las ocho y’a
esa ‘ora ya está’scuro. Me juí pa’ mi casa y, nomás entré, que empieza a
repiquetear la campana de la iglesia y pos como a ese día no era de misa ni
fiesta de nuestro patroncito, ya sabíamos que algo malo avisaba. Casi no era
muy frecuente que avisaran así y cuando lo hacían era por un incendio u otro
desastre. Entonces que sale disparado mi viejo, pos para hacer juerte con los
otros seniores y ayudar pero antes de cruzar el patiecito que pasa el mismo Don
Eulalio, ¡hecho la mocha!... pitando el claxon y gritando a viva voz: “¡Sálvese
quien pueda!, ¡sálgansen del pueblo que los muertos andan matando! ¡Los que
dicía la radio!” Y era de noche pero como ya’ay luz de gobierno, lo vimos
pasando también con ropas ensangrentadas y la cara blanca blanca como la de la
llorona. Unos vecinos se rieron pero otros se quedaron así como nosotros,
muditos y sin saber qué hacer. Yo que me volteo y que le digo a mi viejo: “¡Ay
viejo! ¿Y qué tal que si sía cierto? Hace rato vi…” Y que le cuento lo que
había divisado anca’l doitor y que replica: “Mmm… pos entre que son peras o
manzanas vieja, hay que pelarnos di aquí con el Chavita… total que vamos a casa
de mis suegros y si al final no fue nada… pos no pasó nada y punto pero si sí…
ya di’ay vemos qui hacer…” Que nos apuramos entonces a hacer un itacatito con
unas cosas, mi viejo se fue por su machete y un hacha, agarramos al “Chavis” y
nos salimos, ‘ora sí que “como alma que lleva el diablo”. Vivíamos a orilla del
pueblo pero con el cerro atrasito del jacal y pos como allí’bia coyotes tuvimos
que pasar por el mero pueblo pa’ poder dar con la carretera… y lo que vimos
allí en el pueblo… ¡Ay madrecita santa, nomás de acordarme… (Se vuelve a a
acordar y se vuelve a santiguar)!
- ¿qué vio Doña Chole?
- ¡Ay mi’jo! El puritito
infierno… ¡El puritito infierno te digo!, ¡Gente muerta que caminaba!, ¡Gente
muerta comiéndose a los del pueblo!, ¡Gente que ya no era gente…! ¡Eran
mostros… mostros en el pueblo (vuelve a llorar a moco tendido)… ay diosito…! ay
diosito, diosito diosito… (Luego de un rato se calma y prosigue) Las casas
ardían y había lumbre por todos lados cuando llegamos al centro del pueblo.
Allí vi como los mostros se estaban comiendo a Don Chema… creyí ver su radio
rota a un lado de’l… ya no sé. Luego, así luego luego que oigo atrás de mí como
mi viejo gritaba y le pegaba tremendos machetazos a Doña Chayo, la que nos
vendía chirimoyas y calabacitas. Le sonaba la choya como si hubiera sido de
leña. “¡Agarra el machete vieja! Que yo les pego con l’acha…” Así me gritaba y
la virgenciata está de testigo que bajé al chavita, le dije: “Pérese
aquí’trasito de mí…”, y que me le voy a los machetazos por sobre uno que le
dicían el “tecolote” y que se me quería echar encima pero como siempre jue
borrachito, mire nomás uste’ (muestra su voluminoso bíceps)… el pendejo quiso
darle machetazo a caballo de espadas… ¡Nombre! Le dejé la cara como cebolla
picada. Y así a otras dos vecinas que iban tras mi Chavis… pobrecito ya cuando
lo volví a cargar ‘taba todo orinado apestando a sus miados. Mi viejo llevaba
en un hombro el morralito de nuestro itacate y yo llevaba en brazos al Chavita,
y le dicía: “Usté duérmase mi chavita, que no dilatamos en ir a ver a su abue
¿sí?”, y en eso volví a escuchar a mi viejo gritándome que juera donde’l. La
camioneta de Don Ulises (el boticario) se había quedado allí solita a media
calle entre la gente que corría y gritaba y pegaba de golpes a los mostros y
los mostros queriendo comerse a todo mundo. Ya nos estábamos subiendo cuando
escuchamos unos tiros. Era doña Zuleima, la prosti del pueblo, tirando balas
desde lejos y corriendo a donde nosotros. “¡Ay viejo! Mejor le dejamos el
coche, ésta vieja está loca…” y que me dice mi viejo, mientras arrancaba,
echándole el coche encima a la puta esa: “¡Ni madres vieja! Nos pelamos porque
nos pelamos…” y así nos fuimos, pasando encima de Doña Zuleima, y luego que mi
viejo se bajara en chinga por sus pistolas y carretes, nos seguimos pasando por
cuanto cristiano se nos puso enfrente. Ya no supe cuántos fueron mostros y
cuántos cristianos cristianos… se nos empezaban a querer montar en la batea
pero que agarro uno de los pistolones y mire, que me los voy chingando con
medio brazo de fuera. Hasta mi viejo me dijo: “¡Quihubo vieja! Hasta te van a
crecen los güevos…” Le juro que de puro milagro salimos vivos de’ay.
-¿Y luego nos
encontraron?
- llegamos a carretera
pero´bia mucho coche chocado y muertos vivos. Ya mejor nos tuvimos que ir por
terracería toda la noche. Lo bueno que la camioneta era de esas de la tele… las
“For Lobo”, mi viejo siempre quiso una y mire usté… hasta que se nos hizo
(sonríe y al coronel le parece una sonrisa sincera, sin malicia). Ya de mañana
mi viejo mató un coyote que vio en los matorrales y nos lo comimos luego luego,
andábamos con l’hambre y tiritando de frío. Ya más después nos acercamos a
carretera pa ver si estaba dos dos o siguía sin poder usarse y lo bueno que
ni tantito tardamos en toparnos con el retén de ustedes…
- (Luego de un silencio
no incómodo el coronel dice) ¡Nombre! pues cuanta suerte y valentía tuvieron
Doña Chole… Y yo en lo personal le agradezco que nos brindara tan valiosa
información sobre el pueblo de donde vienen. Así ya sabemos (un poco mejor) qué
tanto se ha extendido la infección de ese lado del país. Ahora sí… váyase usted
a recostar y descanse. Se lo merece… ¡a ver usted cabo! Escolte a ésta señora a
una tienda desocupada y llévele a su hijo, que ya debe estar limpio y
almidonado y preguntando por su madre.
- ¡Sí mi coronel!
Y Doña Chole se fue a acostar,
esperando que todo se resolviera con prontitud “pá” poder ir a ver sus pollos
que se quedaron sin comer. Y esperando también que el “mal-morido” aquel no le
hubiese dejado un mal aire y viniera a jalarle “las patas” mientras dormía. Ese
y el resto de los que atropellaron… “Y la puta de la Zuleima”, pensaba… pensaba
y se santiguaba.
FIN
Escrito por: Jim Marín Acevedo (@Capitanjms)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario