martes, 10 de marzo de 2015

EL PURITITO INFIERNO

- ¡Y viera aste’ nomás la que se armó de repente…! Así mire… ¡así! En retejijunchinguiza… Nooo… pos si ya desdi endenantitos andábamos con el Jesús en la boca… bien muertos de miedo. Ahí el senior Don Chema, que diosito santo nos lo tenga en su santa gloria… que sólo él sabe por qué se lo comieron y que por estos rumbos era el único que tenía radio, nos contaba lo que dicían los de las noticias… “hartos muertos Doña Chole”, dicía tristiando. Pero lo pior, ora sí que lo mero güeno, fue cuando se nos vino la esa plaga encima… ¿cuándo iba uno a crer que aquí meritito en San Dionisio de los Zopilotes ‘viera uno tamaña calamida? Pos ni para dónde hullirle, que aquies puro cerro y matorral seco… pero la culpa, la culpa oyigame bien, fue de sus compinches… sus pinchis compinches le digo (evocando el recuerdo se ahoga en llanto y luego de un rato se santigua)…
- Ellos no son del mismo escuadrón que nosotros Doñ…

- ¡Me vale madres pinchis puercos! Si bien que todos esos putos armados de traje verde y pistolones son todos iguales… (Lo dice entre sollozos y berridos)…

- Tranquila Doña Chole… mejor sígame usted contando por favor.

- ¡Pos ya le digo…! Vinían esos cabrones soldados en la batea de Don Eulalio con un herido acostado. Nomás bajarlo que lo meten a la casa del doitor, Don Poncho, y pos yo estaba allí pa’ que me recetara unos ungüentos pa’l catarro. Nomás vi que lo metieron y arrumbaron en la mesa. ‘Taba hecho un trapo. Lleno de sangre y tierra… Le juro por diosito santo que fue ese tilichi mal-morido el que empezó todo… por mientras yo mejor dije ¡Ay nanita! Y mire… patitas pa’ que las quiero… pior, vaya ser que pesque el mal aire de ese muerto y al rato hasta las patas me jala. Y ya, pos así pasó un rato, le digo que’ran como ya pasadas las ocho y’a esa ‘ora ya está’scuro. Me juí pa’ mi casa y, nomás entré, que empieza a repiquetear la campana de la iglesia y pos como a ese día no era de misa ni fiesta de nuestro patroncito, ya sabíamos que algo malo avisaba. Casi no era muy frecuente que avisaran así y cuando lo hacían era por un incendio u otro desastre. Entonces que sale disparado mi viejo, pos para hacer juerte con los otros seniores y ayudar pero antes de cruzar el patiecito que pasa el mismo Don Eulalio, ¡hecho la mocha!... pitando el claxon y gritando a viva voz: “¡Sálvese quien pueda!, ¡sálgansen del pueblo que los muertos andan matando! ¡Los que dicía la radio!” Y era de noche pero como ya’ay luz de gobierno, lo vimos pasando también con ropas ensangrentadas y la cara blanca blanca como la de la llorona. Unos vecinos se rieron pero otros se quedaron así como nosotros, muditos y sin saber qué hacer. Yo que me volteo y que le digo a mi viejo: “¡Ay viejo! ¿Y qué tal que si sía cierto? Hace rato vi…” Y que le cuento lo que había divisado anca’l doitor y que replica: “Mmm… pos entre que son peras o manzanas vieja, hay que pelarnos di aquí con el Chavita… total que vamos a casa de mis suegros y si al final no fue nada… pos no pasó nada y punto pero si sí… ya di’ay vemos qui hacer…” Que nos apuramos entonces a hacer un itacatito con unas cosas, mi viejo se fue por su machete y un hacha, agarramos al “Chavis” y nos salimos, ‘ora sí que “como alma que lleva el diablo”. Vivíamos a orilla del pueblo pero con el cerro atrasito del jacal y pos como allí’bia coyotes tuvimos que pasar por el mero pueblo pa’ poder dar con la carretera… y lo que vimos allí en el pueblo… ¡Ay madrecita santa, nomás de acordarme… (Se vuelve a a acordar y se vuelve a santiguar)!

- ¿qué vio Doña Chole?

- ¡Ay mi’jo! El puritito infierno… ¡El puritito infierno te digo!, ¡Gente muerta que caminaba!, ¡Gente muerta comiéndose a los del pueblo!, ¡Gente que ya no era gente…! ¡Eran mostros… mostros en el pueblo (vuelve a llorar a moco tendido)… ay diosito…! ay diosito, diosito diosito… (Luego de un rato se calma y prosigue) Las casas ardían y había lumbre por todos lados cuando llegamos al centro del pueblo. Allí vi como los mostros se estaban comiendo a Don Chema… creyí ver su radio rota a un lado de’l… ya no sé. Luego, así luego luego que oigo atrás de mí como mi viejo gritaba y le pegaba tremendos machetazos a Doña Chayo, la que nos vendía chirimoyas y calabacitas. Le sonaba la choya como si hubiera sido de leña. “¡Agarra el machete vieja! Que yo les pego con l’acha…” Así me gritaba y la virgenciata está de testigo que bajé al chavita, le dije: “Pérese aquí’trasito de mí…”, y que me le voy a los machetazos por sobre uno que le dicían el “tecolote” y que se me quería echar encima pero como siempre jue borrachito, mire nomás uste’ (muestra su voluminoso bíceps)… el pendejo quiso darle machetazo a caballo de espadas… ¡Nombre! Le dejé la cara como cebolla picada. Y así a otras dos vecinas que iban tras mi Chavis… pobrecito ya cuando lo volví a cargar ‘taba todo orinado apestando a sus miados. Mi viejo llevaba en un hombro el morralito de nuestro itacate y yo llevaba en brazos al Chavita, y le dicía: “Usté duérmase mi chavita, que no dilatamos en ir a ver a su abue ¿sí?”, y en eso volví a escuchar a mi viejo gritándome que juera donde’l. La camioneta de Don Ulises (el boticario) se había quedado allí solita a media calle entre la gente que corría y gritaba y pegaba de golpes a los mostros y los mostros queriendo comerse a todo mundo. Ya nos estábamos subiendo cuando escuchamos unos tiros. Era doña Zuleima, la prosti del pueblo, tirando balas desde lejos y corriendo a donde nosotros. “¡Ay viejo! Mejor le dejamos el coche, ésta vieja está loca…” y que me dice mi viejo, mientras arrancaba, echándole el coche encima a la puta esa: “¡Ni madres vieja! Nos pelamos porque nos pelamos…” y así nos fuimos, pasando encima de Doña Zuleima, y luego que mi viejo se bajara en chinga por sus pistolas y carretes, nos seguimos pasando por cuanto cristiano se nos puso enfrente. Ya no supe cuántos fueron mostros y cuántos cristianos cristianos… se nos empezaban a querer montar en la batea pero que agarro uno de los pistolones y mire, que me los voy chingando con medio brazo de fuera. Hasta mi viejo me dijo: “¡Quihubo vieja! Hasta te van a crecen los güevos…” Le juro que de puro milagro salimos vivos de’ay.

-¿Y luego nos encontraron?

- llegamos a carretera pero´bia mucho coche chocado y muertos vivos. Ya mejor nos tuvimos que ir por terracería toda la noche. Lo bueno que la camioneta era de esas de la tele… las “For Lobo”, mi viejo siempre quiso una y mire usté… hasta que se nos hizo (sonríe y al coronel le parece una sonrisa sincera, sin malicia). Ya de mañana mi viejo mató un coyote que vio en los matorrales y nos lo comimos luego luego, andábamos con l’hambre y tiritando de frío. Ya más después nos acercamos a carretera pa ver si estaba dos dos o siguía sin poder usarse y lo bueno que ni tantito tardamos en toparnos con el retén de ustedes…

- (Luego de un silencio no incómodo el coronel dice) ¡Nombre! pues cuanta suerte y valentía tuvieron Doña Chole… Y yo en lo personal le agradezco que nos brindara tan valiosa información sobre el pueblo de donde vienen. Así ya sabemos (un poco mejor) qué tanto se ha extendido la infección de ese lado del país. Ahora sí… váyase usted a recostar y descanse. Se lo merece… ¡a ver usted cabo! Escolte a ésta señora a una tienda desocupada y llévele a su hijo, que ya debe estar limpio y almidonado y preguntando por su madre.

- ¡Sí mi coronel!

Y Doña Chole se fue a acostar, esperando que todo se resolviera con prontitud “pá” poder ir a ver sus pollos que se quedaron sin comer. Y esperando también que el “mal-morido” aquel no le hubiese dejado un mal aire y viniera a jalarle “las patas” mientras dormía. Ese y el resto de los que atropellaron… “Y la puta de la Zuleima”, pensaba… pensaba y se santiguaba.

FIN




Escrito por: Jim Marín Acevedo (@Capitanjms)








No hay comentarios.:

Publicar un comentario