domingo, 22 de marzo de 2015

EN PIEL Y HUESOS

La primera vez que la vi le sujeté  la falda. Jamás habría hecho eso de no ser por la mirada que me fijó desde que cruzó la calle hasta que  pasó frente a mí. Era un viernes caluroso y yo descansaba en la barda del parque, fue instinto, debía hacerlo o de lo contrario se iría y quizá sería para siempre. La primera vez que dormimos juntos le sujeté la mano toda la noche, y así dormí completamente quieto, plácido y lleno de paz. 

Han sido  cortos los años que llevamos compartiendo y ha sido difícil convivir con ella. Su complicado carácter me ha llevado a ser alguien totalmente distinto, en ocasiones al borde de la locura, pero al final siempre hay aire en mis pulmones para dejar escapar todo y ahogarlo en el silencio de mi almohada, mientras ella duerme junto a mí. Hemos peleado tantas veces, pero han sido más las reconciliaciones, más los besos que los gritos, aún más el sudor que las lágrimas. Nos despedimos infinidad de ocasiones, molestos después de una pelea y completamente seguros de no volver a vernos jamás. La primera vez  solo fue una semana la que soportamos separados, fue la semana más larga, más que los años que llevamos de casados. Me hizo volver a la casa con el argumento de que una llave de la regadera se había roto, cuando la revisé,  era completamente evidente que la llave fue rota a martillazos y no por el uso que habitualmente se le da. No pedí explicaciones, ni ella  las dio, los dos entendimos la urgencia de una reconciliación. Aunque no lo creas, aquella fue la primera ducha que tomamos juntos, de eso han pasado demasiados años. La segunda ocasión que nos corrimos yo regresé a humillarme, nuestros hijos, los gemelos  Aristeo y Aranza, tenían dos años y un mes de edad, no aguanté ni un día fuera y lejos de sus vidas. Ella no me humilló ni se ensalzó con mis ruegos, se tiró al suelo conmigo y me acompaño en silencio.
Fuimos envejeciendo juntos en piel y huesos, mientras nuestros hijos crecían nosotros nos encorvábamos. Han cambiado tantas cosas, no solo en nosotros, pero sigo afirmando y coincido con ella que la vejez es hermosa cuando en  la juventud se es racional. Y allá viene la mujer de la que te hablo, mi mujer, al compás de su bastón; procuro ya no hacerla enojar desde que usa ese pedazo de palo, me ha tocado esquivarlo un par de veces. Espero haber contestado tu pregunta, y aunque solo me preguntaste que tiempo llevo de casado, no podía solo decirte una cifra, sin tratar de explicarte lo que  67 años de matrimonio significan para mí.

ESCRITO POR: Víctor López (@viktor_reader)



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