La primera
vez que la vi le sujeté la falda. Jamás
habría hecho eso de no ser por la mirada que me fijó desde que cruzó la calle
hasta que pasó frente a mí. Era un
viernes caluroso y yo descansaba en la barda del parque, fue instinto, debía hacerlo
o de lo contrario se iría y quizá sería para siempre. La primera vez que
dormimos juntos le sujeté la mano toda la noche, y así dormí completamente
quieto, plácido y lleno de paz.
Han sido cortos los años que llevamos compartiendo y
ha sido difícil convivir con ella. Su complicado carácter me ha llevado a ser
alguien totalmente distinto, en ocasiones al borde de la locura, pero al final
siempre hay aire en mis pulmones para dejar escapar todo y ahogarlo en el
silencio de mi almohada, mientras ella duerme junto a mí. Hemos peleado tantas
veces, pero han sido más las reconciliaciones, más los besos que los gritos, aún
más el sudor que las lágrimas. Nos despedimos infinidad de ocasiones, molestos después
de una pelea y completamente seguros de no volver a vernos jamás. La primera vez solo fue una semana la que soportamos separados,
fue la semana más larga, más que los años que llevamos de casados. Me hizo
volver a la casa con el argumento de que una llave de la regadera se había roto,
cuando la revisé, era completamente
evidente que la llave fue rota a martillazos y no por el uso que habitualmente se
le da. No pedí explicaciones, ni ella las
dio, los dos entendimos la urgencia de una reconciliación. Aunque no lo creas, aquella
fue la primera ducha que tomamos juntos, de eso han pasado demasiados años. La segunda ocasión que nos corrimos yo
regresé a humillarme, nuestros hijos, los gemelos Aristeo y Aranza, tenían dos años y un mes de
edad, no aguanté ni un día fuera y lejos de sus vidas. Ella no me humilló ni se
ensalzó con mis ruegos, se tiró al suelo conmigo y me acompaño en silencio.
Fuimos
envejeciendo juntos en piel y huesos, mientras nuestros hijos crecían nosotros
nos encorvábamos. Han cambiado tantas cosas, no solo en nosotros, pero sigo
afirmando y coincido con ella que la vejez es hermosa cuando en la juventud se es racional. Y allá viene la
mujer de la que te hablo, mi mujer, al compás de su bastón; procuro ya no
hacerla enojar desde que usa ese pedazo de palo, me ha tocado esquivarlo un par de
veces. Espero haber contestado tu pregunta, y aunque solo me preguntaste que
tiempo llevo de casado, no podía solo decirte una cifra, sin tratar de
explicarte lo que 67 años de matrimonio significan
para mí.
ESCRITO POR: Víctor López (@viktor_reader)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario