martes, 17 de marzo de 2015

UN CIEGO MÁS

La gente se dio cuenta de que algo iba mal con aquel sujeto en cuanto comenzó a empujarlos a todos en un urgente afán por quitarse los obstáculos del camino. Llevaba ya un buen trecho caminando rápida y decididamente por aquella acera. Iba con la cabeza gacha pero marchaba con decisión hacia el frente. Su primer encontronazo fue contra un transeúnte distraído que golpeó su hombro contra el del hombre aquel, quien, impulsado por el impacto, giró trescientos sesenta grados y continuó caminando como si nada hubiese pasado, dejando al transeúnte enfadado y rezongando tras de sí. Conforme la acera se llenaba de más y más gente, los golpes a los hombros y a los costados en general se hicieron más frecuentes, más duros, más malintencionados y, por supuesto, más dolorosos. El sujeto iba ensimismado que no se dio cuenta del accidente que ocasionó al pasar por un cruce peatonal cuyo semáforo frontal estaba en rojo. A duras penas escuchó un chirrido de llantas frenando y los gritos que pegaba la gente al escuchar el estruendo de los metales que se tuercen al colisionar. Prosiguió, abriéndose paso torpemente y molestando a los transeúntes de quienes parecía no percatarse.  Por poco se golpea contra un poste que pasó casi rozando, sin embargo no ocurrió lo mismo con el segundo con el que se topó. Fue un golpe seco que lo aturdió por momentos y, dada la velocidad a la que caminaba, terminó tumbado en el suelo, sólo para levantarse con el mismo ímpetu y proseguir la precipitada marcha. Así continuó por espacio de unos quince minutos, apretando el paso, chocando con la gente y demás obstáculos: botes de basura, ciclistas, perros mascota y lazarillos, más gente… La acera llegó a estar tan atestada que el hombre aquel no pudo más que abrirse paso a empujones y, en última instancia, a puñetazos. Empujaba, lanzaba golpes al aire y gritaba. La gente comenzó a agredirlo de igual manera hasta que ocurrió lo peor. Entre jaloneo y forcejeo, el hombre aquel fue empujado fuera de la acera hacia un cruce peatonal por el que pasaba cierto automóvil a toda velocidad. Los curiosos no tardaron en cerrar la escena del accidente en un círculo, algunos gritando, otros tomando fotos y videos y unos cuantos más lanzando exclamaciones o haciendo llamadas. Entre quienes presenciaron durante un buen rato la atroz caminata alguien preguntó:

- Pobre hombre ¿Qué estaba ciego?

- ¡Qué va! Este no estaba ciego… andaba encabronado…


Eso fue lo que se escuchó por respuesta.





Escrito por: Jim Marín Acevedo (@Capitanjms)







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