miércoles, 22 de abril de 2015

LAZOS FRATERNALES.



     ¿Qué pasó hijo? Disculpa la demora pasé a terminar unas cosas que me pidió tu madre ¿Cuál era la urgencia?—

 Observó a su hijo  en el sofá, su cuerpo se encontraba placido, tirado, como si su silueta embonara de manera perfecta al descansar y estuviera ahí puesta desde hace años.

     Qué bueno que llegaste, pasa, toma asiento.
      Gracias hijo ¿Cómo has estado?
      Qué te puedo decir, ya sabes, un poco alocado, gruñón, testarudo, etc.
      Pregunté cómo te sientes, no cómo te describes.
      Chistosito, pues me siento bien; imagino que no querrás algo de comer así que déjame ir por algo de tomar.
     Estás borracho  ¿Verdad?
     Sólo un poco, mira todavía tengo un tinto de «St. Helena, cabernet sauvignon» del 2007; no es el mejor vino del mundo pero cumple con la ocasión. Déjame servirte una copa ¿Cómo está mamá?
     Ocupada, ya sabes cómo es tu madre; el mes pasado entraron a robar a la casa de los señores De la Vega; afortunadamente no paso a mayores; desde entonces ella se encargó de traer a las autoridades municipales y estatales para realizar juntas vecinales y  organizar a los vecinos; ya fueron capacitados y ahora se hacen llamar «Vecinos Vigilantes» contrataron a algunos expertos en seguridad privada y para entrar a la unidad necesitas más identificaciones de las que te pedirían para tramitar la visa.
     Al menos se mantiene entretenida ¿Y tú, cómo estás?
     Bien hijo, bien… estamos como deben estar los jubilados: miramos pasar lo intrascendente desde una banca llamada rutina.

Ambos guardaron silencio durante un rato, uno no incómodo. Forzaban el vaivén en sus copas y tomaban ligeros tragos del vino, pareciera que tenían uno de esos momentos en el que sólo padre e hijo entienden y disfrutan.  Sin decir palabras estaban ahí uno para el otro con el simple hecho de hacerse sentir.

     ¿Y bien, a qué se debe tu invitación?
     La verdad, creo que estoy un poco nervioso. Tal vez con unas cuantas copas más de vino podría soltarme.
     ¡Vamos! Cuando tenías quince años no dudaste ni un segundo en decirnos, a mí y a tu madre, que habías perdido la virginidad con la vecina y ahora a tus treintaypocos años me dices que te da pena hablar con tu padre.
     No es pena papá, es tal vez un poco de miedo.
     ¿Eres homosexual?
     No.
     ¿Seguro? Tal vez a los quince perdiste la virginidad pero desde los doce noto algo raro en ti.
     ¡Papá, por favor!
     Es para romper el hielo, ves no tiene nada de malo decir las cosas.
     No sé, mira, sé que los últimos años he estado un poco desconectado de ustedes.
     Tienes trabajo hijo, lo entiendo. Trabajar en el Banco Nacional no es nada sencillo.
     Es precisamente sobre lo que quiero hablarte.
     ¿Te despidieron? Porque de ser así no tienes de qué preocuparte, no puedes volver a casa porque sé que es algo que no querrías, pero a lo mejor eso te sirve para que tengas un motor que te impulse en la vida, mira el lugar en el que vives, no es muy diferente al de nosotros. Te va muy bien, pero te hace falta una familia. Consigue una buena mujer y ten hijos. Eres un buen muchacho, encontrarás trabajo pronto.
     No es eso. Les he dicho muchas veces que no me interesa casarme ni cosas.
     Eso dicen todos pero torres más altas he visto caer.
     ¡Ya papá! Deja que te cuente, espera, abriré otro vino.

Caminó un tanto tambaleante por los pasillos que lo llevaban a la cava, sacó otro vino de su colección; abrió y sirvió vino en ambas copas; prosiguió después:

      La razón por la que te llamé es para confesarte una cosa… Nunca he trabajado en el banco.
     ¿Qué? Pero… Me estás diciendo que tus salidas tan tarde del trabajo, las que te impedían que pasaras a visitarnos, no son ciertas. Y qué hay de las salidas a otros países por tanto tiempo ¿También eso ha sido mentira? O las veces que no asististe a nuestros cumpleaños, ni al de tus hermanos porque tenías mucho papeleo que hacer ¿Qué hay de eso?
     Calma… no lo hagas más difícil. Todo eso es mentira.
     Pinche egoísta.
     Bueno, no una mentira en su totalidad. Realmente no pude estar en esas fechas por mi trabajo.
     ¿El del banco?
     No. Eso es lo que trato de decirte, nunca he trabajado en el banco porque soy un agente secreto de la federación… Soy un espía.
     ¿Espía, pero cómo?
     Durante mi formación universitaria fui reclutado para trabajar en temas «Especiales» que le aquejan al país. Pertenezco a un pequeño grupo de infiltración y robo de información en situaciones delicadas. Soy el Agente CP3O y he sido durante muchos años de los mejores en el tema.
     O sea, la vez que cumplió años tu madre…
     Venezuela, un importante virus estaba siendo gestado, tuve que quemar el laboratorio.
     ¿Y en la boda de tu hermano?
     Japón. Un software capaz de controlar cualquier aparato electrónico de un ordenador debía ser hackeado.
     ¿Agente CP30? Esto no puede ser verdad…
     Lo es.
     No lo creo.
     Sígueme.

Acompañados de sus copas, ambos subieron las escaleras de la casa hasta llegar al ático. Detrás de un cuadro que se encontraba en un recoveco polvoso y lleno de artilugios desordenados, estaba un botón rojo;  al presionarlo las paredes dieron vuelta atrás y aparecieron diques de los que colgaban diversas armas, desde una nueve milímetros hasta un lanzacohetes antitanque; así como vestimenta especial y papeles en los que se encontraba la foto del hijo con diferentes identidades.

     Esto es increíble…
     Lo sé.
     ¿Por qué contárnoslo ahora? ¿No es un riesgo que nosotros sepamos sobre esto?
     Claro que lo es. Por eso tuve que mantenerlo en secreto hasta el día de hoy, bueno, sólo a ti te lo he contado, eres mi padre, mi mentor.  Sin embargo no te pondría en riesgo contándote mi identidad de no ser porque hay un peligro mayor.
     ¿De qué estás hablando?
     Hace unos días tuve una misión que parecía de rutina. Unos rebeldes habían robado información que pertenecía al nivel 3. Localizamos la información a través de las grabaciones de cámaras y lectores de graficas de barras que en la proximidad de los humanos puede leer su retina y logramos poco a poco ubicar la casa de los rebeldes. Quitarles la información no fue difícil. Mucho menos eliminar la evidencia de que estuvimos ahí ni de los que vivieron en ese lugar. Sin embargo, era la primera vez que me enviaban a una misión sin información sobre los datos, me pareció curioso, por lo que la abrí en un ordenador portátil y comencé a leer… era horrible papá.
     ¿Qué contenía el disco?
     Era la evidencia de un grupo de poder que rebaza a cualquiera de los que se encuentran dentro de los gobiernos.
     ¿A qué te refieres?
     Después de 1962, al terminar la guerra fría, un grupo de militares de alto rango, pertenecientes a países con gran poder armamentista, se deslindaron de sus patrias y decidieron conformar un grupo llamado «Los A». Compraron diversas bases abandonadas y armamento que no se utilizó, ni se utilizaría, por medio de traficantes de armas. Y poco a poco comenzaron a apoderarse de pequeños países y sus vidas políticas hasta que tuvieron la posibilidad de inferir en las decisiones globales.
     ¡Qué terrible!
     Lo sé, después de leer la evidencia, elimine a los agentes que me acompañaron en la misión y me oculté.
     ¿Qué planeas hacer ahora?
     Voy a llevarlo a los medios… no para desenmascararlos, sino por su siguiente golpe. Ellos planean ataques terroristas en diversos países a nombre de los países antagónicos a los afectados para que de ésta manera puedan crear una tercera guerra mundial y así retomar los países que aún no se inclinan ante ellos.
     Vas a morir… no permitirán que sigas con vida después de eso.
     Así es, pero es algo que debo hacer, siempre pensé que trabajaba para mantener un mundo en orden, con paz y libertad, alejado de los vicios y las canalladas de los superiores. Pero puedo notar que todo es una farsa.
     No lo hagas, te lo ruego, no quiero perderte.
     Debo hacerlo papá, esto más que ser una confesión es una despedida… dile a mamá que la amo.
     Claro que se lo diré… Te amo hijo.
     Te amo padre, gracias.

Se vieron a los ojos por un instante, pareciera que ambos habían perdido algo durante esa plática. Dieron un último trago a sus copas y se abrazaron fuertemente. Las manos del hijo apretaban duramente la espalda del padre, justo como cuando era niño. Él  lo tomaba del cuello y los hombros mientras lo consolaba. De pronto se escuchó un crujido, como el que suena al romper los tallos de las flores o las ramas de los árboles y cayó una de las copas al piso… el cuerpo del hijo se encontraba suspendido entre los brazos del padre quien tomo el celular y dijo:

     Sí… bueno… Habla el agente A03… He encontrado al agente CP30, ha sido finado y he recuperado los archivos…
      Muy bien, ha habido algún problema.
     Ninguno, era mi hijo pero todo sea por mantener el orden, llevaré los archivos a la central. Fin del comunicado…






Escrito por: Emir Dassaet Zarate Acevedo. (@Dxssir)
Pintura de: Rene Magritte.




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