domingo, 5 de abril de 2015

SUPLICIO Y OTRAS REFLEXIONES DE UN IMPERFECTO DESCONOCIDO

Voy a leerles un poco de mi vida, de lo que ya he escrito, y voy a escribirles de lo que me falta por leer. Heredé una enfermedad que se ha transmitido en mi familia de generación en generación, desde tiempos que ni imagino. Pero en mi caso ha sido desde el 28 de julio de 1986, ese día se notificó que yo era portador de esa anomalía. Desde ese instante he sufrido demasiados cambios y deterioros en mí cuerpo y mente: Se me han ido agotando las fuerzas y me duelen los pies por la noche, la vista me falla cada día más, me cuesta respirar, me cuesta vivir, se me va plegando la piel, que es lo que menos me importa, pero sobre todo, poco a poco voy muriendo. Esta enfermedad provoca un conflicto entre mi raciocinio y mis sentimientos y esa lucha permanente degrada mi cuerpo y  mi capacidad de pensamiento se ve mermada y por lo regular,  por consecuencia de todo esto, he llegado a dañar a personas; emocional, verbal y en una sola  ocasión físicamente. Cuando reacciono después de estos eventos erráticos ya es demasiado tarde. Siempre pido perdón, pero no todos me han extendido su comprensión y algunos se justifican para no perdonarme; llegan a odiarme, jamás me vuelven a dirigir la palabra y se alejan de mí, dejando en mi corazón un sentimiento terrible de culpa, pues me siento en ocasiones un homicida, un traidor. No saben que añaden más carga a mi desplome, que no me dejan dormir con su indiferencia y su silencio. Con eso me dan a entender que no he sufrido mucho, que no ha sido suficiente y que debo seguir en ese estado de suplicio hasta que el último desdén de aire salga de mí nariz y no quede aliento en mis pulmones, hasta que el ultimo recuerdo de mí se consuma sobre el polvo como una gota de agua desperdiciada. Sin embargo me he encontrado también con personas maravillosas que comprenden completamente mi situación y me levantan con un abrazo, me reaniman y me confortan, aún después de yo hacerles daño. Esas personas me construyen día a día y me dan el ejemplo para no portarme inmisericorde y miserable con el otro modelo de personas que no me perdonan, si no guardo rencor por quien guarda  rencor para conmigo, es porque sigo procurando ganarme el favor de ellos pues  no he alcanzado su perdón, pero lo seguiré buscando.
En momentos me pregunto qué tengo que hacer ¿De verdad tendré que morir para que ellos estén a gusto? ¿Tengo que sacrificar mi vida y volverme esclavo de alguien para saldar una deuda? También he llegado a pensar que no dejo correr el pasado y me he enfrascado en él, cómo si alguien cayera  en el fango y en lugar de salir y limpiarse se queda y se revuelca aún más. Pero he llegado a la conclusión que no es así, pues el pasado es la teoría y el presente la práctica, eso deja como resultado que la experiencia llega a ser el futuro. A decir verdad si no aplicara lo aprendido en el pasado para evitar daños, todo el sistema de ensayo y error se enfrascaría en un bucle y solo existiría el error ¿Y cuál sería la experiencia? Toda enfermedad culmina con la muerte, de eso estoy seguro, pero ¿quién realmente tiene ganas de morir? Todos nacemos aferrados a la vida y el corazón late con el deseo de ser eternos. Ese mismo deseo nos lleva a ser perpetuos, y hay dos factores que nos identifican y nos hacen perdurar: “qué tan bueno fuiste”,  “qué tan malo hiciste” El dinero, el poder, la apariencia y otras cosas, son etiquetas que se nos cuelgan y clavan a otra etiqueta con nuestro seudónimo, con el cual nos identificamos en este banal  de conjeturas. 
No puedo seguir leyendo de cosas que ya no me atañe contar, pues puede suceder que termine extraviado en un laberinto de tristezas y vidas entrelazadas. Las tristezas para mí son futilidades, pues no son más que pájaros que pasan volando por encima de mi cabeza pero que no dejo anidar en ella, sin embargo una vida entrelazada con la mía es algo muy importante para mí, pues es algo que me mantiene vivo y por lo tanto ha llegado a ser parte de mi vida.
Quisiera escribirles demasiado de lo que me falta por leer, pero en estos momentos la enfermedad misma me está reclamando fuerzas. Solo voy a narrarles de reojo y en realidad son incertidumbres  y suposiciones, son la mayoría imaginaciones que despiertan, primero que nada, de la fe, el deseo y el anhelo  de ser curado de este mal. Aunque menciono la palabra “odio” y hago referencia a él en la mayoría de estas líneas, todo esto es debido al amor, el amor que ha sido desplegado para conmigo y por lo tanto me he visto en la imperiosa necesidad de desplegarlo en un ámbito más próximo a lo que se me fue confiado y entregado. Si no fuera por tan magno sentimiento nada sería posible. Ni el mundo giraría ni la flor brotaría en el campo, no existiría nada, quizás ni vacío ni ausencia, ni luz ni oscuridad.  Y si nada existiera qué necesidad habría entonces de manifestar amor, sin razón. Dónde se iría el amor, dónde haría eclosión si no existiera ningún reflejo donde mirarlo, ni dónde  percibirlo.  Quizás solo así no existiría la imperfección,  que es la enfermedad que me aqueja desde mi concepción. Pero tampoco existiría en mi pecho la esperanza de ser curado y perdonado,  que es para lo que en verdad procuro vivir.


ESCRITO POR: Víctor López (@viktor_reader)


 


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