Quién sabe qué será, que me entrego a tus brazos y me quedo
dormido,
no sé, tal vez mis oídos se regalan al arrullo de tu voz.
Tal vez mis sueños se atrincheran en el recoveco de tus
brazos;
en lo cóncavo de tus instintos y tus luchas de mujer me
duermo, y a tu lado me incubo, al calor de tus caricias verbales.
Abres la voz y todo el mundo calla y decide guardar
silencio, te presta atención,
y el viento no corre y no mueve la rama, el mar no da
oleaje,
los grillos del campo detienen su canto, guardan el
instrumento de sus ancas.
Hablas y el sol se oculta, se enclava detrás de los cerros.
La noche decide imperar en un suspiro, y tú me cuidas en su
oscuridad.
Y cuando todo es silencio, cuando no habla el viento, ni las
aguas ni el fuego.
Cuando la sombra está por encima del árbol y no por debajo.
Cuando sale la mariposa nocturna y el colibrí descansa,
y el silencio es tanto que se escucha la luz conversar con
el reflejo.
Entonces sin enterarme despliegas mis sueños y me acuestas
en ellos.
Me tiendes de sábanas la seda de tu pelo y cobijas con tus besos
el instante de inocencia.
Y mientras la noche rige nos hacemos compañía, yo dormido y
tú despierta,
Tú conmigo y yo en ausencia.
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