Para Andrea, con todo el amor que
inevitablemente inspiras.
I
Quedaba
entre sus manos una pequeña porción de ella. La había acariciado con demasiado
cariño y durante tanto tiempo, que la pobre hubo de quedar reducida a mero
polvo. Era aquel un polvo fino y delicado, no más de lo que la ceniza llega a
ser. Tomó un poco entre sus dedos y fue como tocar su piel otra vez. Aquel
último vestigio de su amada tuvo el mismo destino fatal y fue igualmente reducido,
caricia tras caricia.
II
Consciente
ahora del suceso atroz, del cual era él el único responsable, echose a llorar,
desconsolado. Calmo ya, tuvo una idea. Juntó los restos de su amada, tarea nada
fácil. Luego tomó una pequeña y rara planta, sembrada en una lata de refresco y
postrada en el marco de la ventana (alguien debió abandonarla ahí hacía no
mucho), y replantola en una maceta más apropiada. Fertilizola, utilizando sus
tan preciadas cenizas. Regola y dispusose a esperar.
III
A
la mañana siguiente, la planta, que no era rara sino que estaba marchita,
despertó irradiando hermosos tonos destellos azulados. Pasó el tiempo y con él,
botones brotaron y de estos, hermosas y coloridas flores que devolvieron
alegría al antes compungido joven.
IV
Un
mes después y con las hojas secas dentro de un mortero, se debatía entre
hacerlo o no hacerlo. Lo hizo. Para él hubiese sido imposible no hacerlo, a
pesar de la duda. Incorporó aceites y otras sustancias hasta dar con un líquido
espeso y aromático. Vertiolo desde el mortero a un pequeño plato circular hecho
de cierto metal brillante y dorado que fue a dar al fuego de un difusor de
cerámica con vela. Asumió posición de ‘Flor de loto’ y se dejó llevar mientras
la habitación entera se impregnaba de aquel olor entre dulzón y mentolado. No
está de más decir, a pesar de la obviedad, que dicho aroma le recordó a ella.
V
De
pronto se encontró viajando a gran velocidad. La atmósfera cruzó y dejó de
sentir la gravedad. En instantes se perdió entre tanto astro fugaz. Entonces
comenzó a estallar. Todo su cuerpo era una explosión. Luces y carbones brotaban
de él. Por un momento se olvidó de sí y por un largo rato sintió calor. Y todo
se iluminó. Y estaba acostado, mirando el espacio exterior. Hallose cara a cara con el Infinito y cruzó
miradas con él. Alcanzó lo Improbable por segunda vez (o así lo sintió en lo
hondo de su ser) y, en secreto diálogo, desenmarañó sus misterios. En su viaje
fue acompañado por los Antiguos Entre Cero, Imaginario y Paradoja. Charlaba con
ellos pero sólo podía pensar en lo diminuto que era él. No quería despertar de
aquella ensoñación (¿de qué otra manera iba a nombrarla?). Se sintió renacer
ahí. Si le hubiesen preguntado, sea que alguien pudiese formular la Pregunta
Última, su respuesta hubiese sido “No me pregunten porque no lo sé…”
EPÍLOGO
Lo
único que encontraron al abrir la habitación, tras cuarenta y dos días de
espera, fue un denso ¿Humo o vapor? Nunca se supo realmente. Hay quienes especulan
(“sabios”, se hacen llamar) que quedó atrapado en ella por siempre. Hubo otros
quienes, sin temor a equivocarse, aseguraron que fue decisión suya el quedarse
allí, dondequiera que “Allí” fuese. Lo que fuera que “Allí” significase. “En el
Amor” pensaban, esperanzados.
FIN
Escrito por: Jim Osvaldo Marín Acevedo. (@Capitanjms)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario